Monday, December 2, 2013

El ángel de Betesda



“porque un ángel descendía al estanque de vez en cuando, y agitaba el agua; y el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera”

¿Leyenda urbana, verdad bíblica, o mala interpretación?

Vayamos a los hechos, al menos lo que conocemos de ellos.

El pasaje bíblico que se refiere al famoso ángel es el siguiente:
“Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
En Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, hay un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En ellos yacían muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos [que esperaban el movimiento del agua, porque un ángel descendía al estanque de vez en cuando, y agitaba el agua; y el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera.
 Allí había un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.  Cuando Jesús lo vio acostado, y se enteró de que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo:
-¿Quieres ser sano?
El enfermo le respondió: -Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua se agita; y en lo que llego, otro baja antes que yo.-  
Jesús le dijo: -Levántate, toma tu lecho, y vete-.
Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho y se fue.
Juan 5:1-9

Lo que ha perdurado del pasaje es el ángel y las aguas milagrosas, como lo podemos apreciar en monumentos, obras teatrales, libros, nombres de ciudades  y otros.
Mencionamos algunos:
La fuente de Betesda de Central Park de Nueva York lleva ese nombre. La descripción dada en el sitio de internet http://www.centralparknyc.org dice lo siguiente: “Elevándose sobre la terraza de Bethesda  está la  fuente de Bethesda, con la famosa estatua del ángel por encima de las aguas que caen. La estatua hace referencia al Evangelio de Juan, que describe a un ángel bendice la piscina de Betesda, dándole poderes curativos. La fuente conmemora el sistema de agua de Croton, que fue el que primero trajo agua dulce a la ciudad de Nueva York en 1842”
Una obra teatral de Thorton Wilder: “El ángel que agitaba las aguas”, está basada en la interpretación bíblica de los versículos uno al cuatro del capítulo cinco del Evangelio de Juan.
Hay muchas otras obras literarias basadas en este pasaje.
También no son pocas las piscinas y fuentes llamadas así, con clara referencia al pasaje de Juan.

La pregunta es: ¿Cuál es la relevancia del supuesto ángel, y de las aguas con poderes curativos en el pasaje que se narra? ¿en verdad bajaba y agitaba las aguas?, ¿era cierto que el primero que ingresaba en el estanque sanaba?

Vayamos a la versión original en griego, traducida al español sin alterar el orden de las palabras: “Después de estas cosas,  había una fiesta de los judíos y fue Jesús arriba a Jerusalén. Hay, por otra parte, en Jerusalén en la Puerta de la Ovejas, una fuente llamada en arameo Betesda, cinco pórticos teniendo. En ellos yacía una multitud de aquellos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando que el agua se moviera. Un ángel, en efecto, durante ciertos tiempos descendía dentro de la fuente y agitaba las aguas. Aquel quien entonces primero entraba luego del agitarse de las aguas, sanábase de cualquier enfermedad que en ese momento tuviera” Juan 5:1-4

Lo primero que observamos, tanto en la versión Reina Valera contemporánea como en el texto traducido directamente del griego es que no es la fuente, ni el ángel en quien focaliza su atención el relator, sino en Jesús yendo a Jerusalén a la fiesta de los judíos. Lo hacía cumpliendo con los requerimientos de la ley establecida en aquel tiempo por los fariseos y saduceos en cuanto a la concurrencia a las festividades.
 ¿Qué hizo que se detuviera en la fuente? ¿El ángel, las aguas milagrosas o el paralítico?
Es decir, Jesús no se desvió para ir a la fuente, como lo hizo cuando se detuvo en el pozo de Jacob, en el capítulo anterior.
No se menciona que expresamente se apartara del camino a encontrarse con el paralítico. Esta diferencia es importante porque cuando habló con la mujer samaritana en el pozo de Jacob, la consecuencia fue que aquel pueblo despreciado por los judíos, los de Samaria, recibieran la buena nueva de su presencia, y de la salvación disponible para todos los que creyeran.
El paralítico y los enfermos que permanecían alrededor del estanque no se mencionan como no judíos ya que cuando Jesús sanó a gentiles, los evangelistas se cuidaron de resaltarlo, pero no en este caso.
Es claro que Jesús fue movido por compasión a acercarse al enfermo, pero si en el Espíritu el Maestro sabía todas las cosas, ¿no era en contra de la voluntad de Dios, que era quien había enviado el ángel, con directivas expresas de mover el agua y otorgarle efímeras propiedades curativas, el sanar a alguien que esperaba por ese mensajero invisible?

Ahora, si eran judíos, conocían a Dios, la ley y los profetas. Sabían que la forma en que Dios respondía (y responde) era mostrando arrepentimiento, orando, confesando sus pecados, clamando. El salmista (Salmo 51, entre otros), el segundo libro de Crónicas, Nehemías, Daniel, por mencionar algunos, lo dejan bien en claro.

Jesús no hizo referencia en ningún momento al agua, a la fuente, ni al ángel. Se dirigió directamente al inválido, y habló con él. No le preguntó por el ángel, ni por las propiedades sanadoras del agua.
Pero tratemos de extraer lo máximo del pasaje.
Separemos los hechos:
·        La gente enferma no esperaba por el ángel, esperaba el movimiento del agua. Es evidente que ellos no veían al ángel, sus miradas estaban pendientes del momento en que el agua se agitara.
·        El evangelista, deducimos, nunca vio al ángel, sino que se limita a decir la causa por la cual los enfermos esperaban alrededor del agua. Es más, explica anticipadamente en quién tenía basadas sus esperanzas de sanarse el paralítico.
·        El agua sólo adquiría propiedades curativas cuando era tocada por el ángel, y uno solo de los enfermos, el primero en sumergirse, agotaba el milagro.
·        El agua manaba por debajo de la tierra, no era el producto de un torrente a cielo abierto. Esto se sabe porque no hubiera habido forma de mantener el agua limpia si llegara por la superficie. Y porque se deduce que esta fue la provisión de agua de Jerusalén cuando era sitiada, que el rey Exequias canalizara por un túnel.

De lo expuesto podemos fácilmente sacar en conclusión que: 1) nadie vio nunca al ángel, 2) no había regularidad en la frecuencia de movimiento del agua, 3) las propiedades curativas del agua era sumamente efímeras. También podemos aventurar que por lo irregular de las lluvias, el volumen de agua recibido fluctuaba, causando movimientos al agua.
Sin olvidarnos de que Jesús el personaje principal, no sólo de este pasaje, sino de todo el Antiguo Testamento, y la causa única por la que se escribiera todo el Nuevo Testamento, continuemos por unos momentos con el ángel.
Debemos hacer dos puntualizaciones: 1) no hay ningún pasaje bíblico donde un ángel actúe al azar, sin un objetivo predeterminado. Los ángeles son espíritus ministradores, como lo expresa este pasaje: “¿Y acaso no son todos ellos espíritus ministradores, enviados para servir a quienes serán los herederos de la salvación?” Hebreos 1:14
Los ángeles son enviados, eso significa su nombre en hebreo y en griego.
Ahora, ningún rey manda un mensajero a entregar un mensaje al azar. Los mensajes tienen un destinatario. Y hablando de rey, el Rey de los Judíos estaba en la tierra. Jesús paró en el estanque a sanar a uno de los enfermos, quizás el único que se encontraba allí en ese momento, dado que los ciegos, cojos y demás solían concurrir a las fiestas, cuando las escalinatas del templo estaban concurridas, para recibir limosnas. Esto sucedía así, y es referido en el libro de los Hechos: “Un día, Pedro y Juan subían juntos al templo. Eran las tres de la tarde, es decir, el momento de la oración,  y vieron allí a un hombre cojo de nacimiento. Todos los días era puesto a la entrada del templo, en la puerta llamada «la Hermosa», para pedirles limosna a los que entraban en el templo” Hechos  3:1.

El segundo punto es que los ángeles no se presentaron nunca delante de multitudes para sanar. Sí lo hicieron muchas veces en el Antiguo Testamento, con apariencia humana, como mensajeros.
También fueron (y serán, de acuerdo con Apocalipsis) enviados por Dios a ejecutar el juicio divino, ya sea a destruir o matar, como portadores de pestes u otro tipo de castigo, siempre predeterminado por la soberanía, voluntad y propósito de Dios.
Acompañaron y acompañan a Dios por millares, desde que fueron creados y hasta la eternidad.

Otra observación muy a tener en cuenta es la Gracia, Misericordia, Justicia y Compasión de Dios.
Y por ellos hacemos esta pregunta: ¿Enviaría Dios un ángel a tocar el agua para que los relegados de la sociedad, enfermos, marginados, compitieran para sumergirse en ella, para que sólo uno se sanara?
Porque si se toma como verdad absoluta que era un ángel que hacía que se produjera el fenómeno, también debemos tratar como verdad absoluta que era sólo uno el que se sanaba. Y esto presenta otro inconveniente. Es acertado deducir que aquellos desesperados se tiraban al agua en cantidades. ¿y si saltaban o eran arrojados dos a la vez, iba Dios a dejar que recibiera la sanidad sólo uno?

Y continuando con el plan eterno de Dios, recordemos el pasaje de Lucas 4:17-21: “Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”
Esto sucedió antes del episodio de Betesda, el que vino a sanar fue Jesús, no un ángel.
Algo más: en el período inter testamentario, por cuatrocientos años, hubo un silencio absoluto del Todopoderoso.
¿Habría Dios de mandar un ángel a sanar mediante el movimiento del agua de un estanque, mientras todo el pueblo estaba esperando la llegada del Mesías?

Al Evangelio de Juan se le llama también el libro de las señales, ¿qué señales? ¿Se incluye la del ángel?
No de acuerdo al mismo evangelista, que expresa: “Jesús también hizo muchas otras cosas, las cuales, si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén” Juan 21:25

Y esto es lo que salta a la vista al leer el pasaje, la falta de propósito del ángel y el claro propósito de Jesús.
La extraña pregunta del Maestro también nos enseña algo: ¿Quieres ser sano?
La respuesta era obvia y simple. Sí.
Pero no fue eso lo que contestó el enfermo. Tenía los ojos fijos en el agua, no en Dios, que parado allí le ofrecía la solución por la que esperara treinta y ocho años.
Ni el paralítico ni el resto de los minusválidos buscaban a Dios, esperaban por algo tangible, que podían ver.
Nos resulta asombroso que cristianos maduros crean y alimenten los poderes de aquella fuente y la existencia del ángel.

Pablo expresa en 1 Timoteo 1:3-4: “Como te rogué que te quedases en Efeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina,” y en el capítulo 4:7: “Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad”
 Y en 2 Timoteo 2:16 dice: “Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad” y en el Capítulo 4:3-4: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”

Cabe también destacar que algunas versiones dicen: “un ángel del Señor”. Ese “del Señor” no está en el texto original.

Otras versiones omiten la mención del ángel, y sin considerar si debe estar incluida o no, sí es conveniente clarificar que el pasaje no pierde su sentido por esta omisión, lo que pauta que el elemento sobrenatural causante y la causa no contribuyen a la enseñanza.
Y como conclusión, anotemos que si fue Dios quien envió o enviaba esporádicamente al ser sobrenatural invisible, no nos parece que fuera el mismo Dios que amó tanto al mundo que: “ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” Juan 3:16

Dios te bendiga con todas las bendiciones celestiales disponibles para ti.

Tu hermano en Cristo

Roosevelt Altez

Escríbenos a: raltez@gmail.com

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