Monday, September 15, 2014

El primero en arrojar la piedra

“El que esté libre de culpa que tire la primera piedra”
Juan 8:7

O acercándonos más al significado original: “el que esté libre de pecado, que sea el primero en arrojar la piedra”

Todos hemos escuchado la frase una y otra vez. Quizás muchos ni sepan que fue el propio Jesús quien la pronunció. Y es bueno refrescar nuestra memoria leyendo, y tratando al mismo tiempo de descubrir intenciones, sentimientos, causas y la razón última de la acusación.

Repasemos el pasaje, dice así: 
“Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?
Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”              Juan 8:3-7

Seguramente todos tenemos algo que decir con respecto a esta lectura.

Pero no nos apresuremos.

Detengámonos un poco en cierto detalle:
- ¿quiénes trajeron a la mujer, ya acusada y juzgada?

-Los escribas y fariseos. Es decir, un grupo que debía ser el ejemplo moral para el pueblo.
Recordemos que el Sanedrín estaba integrado por setenta de ellos. Y era el órgano supremo, que dictaba justicia y sentencia a los judíos de Palestina.

Lo que nos llama poderosamente la atención es que nadie haya arrojado la piedra. ¿Por qué?

Muchos opinarán que el Santo y sin mancha era quien les increpaba de ese modo.

Pero…   -siempre hay un “pero”-,    …estos individuos fueron los mismos que se reunieron para pagarle las treinta monedas a Judas, fueron los que fraguaron la acusación de falsos testigos en el juicio sumario del Señor. Estos eran los que le seguían a todos lados tratando de encontrar algo para acusarle, los que elucubraban en las sombras como neutralizar su influencia.

Dicho de otra forma, ellos no tenían conciencia, la habían cauterizado hacía mucho tiempo. Entonces, ¿por qué nadie arrojó la piedra?  

-El primero en arrojar el proyectil que desencadenaría la ejecución, debía ser testigo del pecado, y además, tenía que ser, a los ojos de los presentes, alguien puro y sin mancha, alguien con autoridad moral demostrada delante del pueblo.

Los integrantes de este grupo se conocían muy bien los unos a los otros, planearon la acusación juntos. Es conveniente agregar que para que exista adulterio deben ser dos los involucrados, pero a quien trajeron fue solo a la mujer.

 Sabemos que ella no negó el pecado cuando el Señor la despidió, así que el acto de adulterio en verdad existió. Entonces la interrogante nunca contestada es si el adúltero no era cómplice del grupo de acusadores, porque evidentemente planearon de antemano el traer la mujer a Jesús, y se evidencia la complicidad del hombre involucrado por su misma ausencia.

Hay otras conclusiones, muchas de las cuales han sido tocadas en excelentes exégesís del pasaje, por renombrados teólogos.

Solo queríamos puntualizar que no era que apenas ninguno estuviera libre de cualquier culpa, o de toda culpa, sino que los que planearon el atrapar al Señor en dictar sentencia de la pena de muerte, se conocían muy bien los unos a los otros, y nunca esperaron la perfecta respuesta del Maestro. Fueron sorprendidos  por una réplica que buscaba al individuo, que no admitía la acusación colectiva. Que llamaba a responsabilizarse de la ejecución a quien tuviera la autoridad moral para hacerlo.

¿No te suena familiar?

Las acusaciones anónimas abundan, los “bullies” atacan en lugares ocultos, las manifestaciones violentas son metamorfosis de reacciones justas, la acción colectiva es donde el individualismo se pierde, donde la responsabilidad de apuntar con el dedo se diluye en el montón y el dueño del índice borronea su rostro en la multitud.

Las acusaciones en los pueblos bíblicos, para ser válidas, debían presentar dos testigos. 

En los tribunales de hoy, todos los que hablan tienen nombre y apellido.

Recordemos que el mismo que escribía con el dedo en la tierra, esperando la reacción de la turba, el Verbo hecho carne, nos recuerda en su Palabra:  “Más yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”
Mateo 12:36-37


Te saluda

Tu hermano en Cristo
Roosevelt Jackson Altez
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