Friday, January 24, 2014

¿Cuál es el propósito de la Iglesia?


Al observar  por encima, y sin que sea necesario entrar en detalles, resulta obvio que la gran mayoría de cristianos practicantes y miembros de la iglesia poseen una remota idea de cuál es el propósito de la Iglesia de Nuevo Testamento; es más, muchos tienen puntos de vista completamente errados del propósito de la misma. Aunque todos sepamos que el Señor no ha puesto su gente y su iglesia en el mundo para apenas permanecer ¿cuántos miembros viven para sí mismos y no tienen responsabilidades fuera de las de su propia persona? es decir, su propia satisfacción.


La gran pregunta que debemos contestar, entendiendo lo que decimos, y sintiéndolo es: ¿por qué hay iglesias en el mundo? Y ¿para qué?  ¿cual es el propósito de las Iglesias locales?

Asusta, pero es cierto, que muchísimas iglesias han olvidado el propósito por el cual fueron fundadas, esto asumiendo que sean las mismas que el Señor Jesús dejó, la piedra de Pedro, las que las puertas del Hades no pueden afectar.
Pero reconozcamos que muchas están muertas.  La razón de este lamentable estado puede rastrearse, y nos lleva a los miembros de las mismas. Algo obvio, ya que eklesia es asamblea y no está formada por otra cosa que los cristianos que la integran. 

Es como dijo un Pastor en un funeral: “Este cuerpo ha estado en la iglesia por cuarenta años”. 

Si el miembro está muerto espiritualmente, la congregación también lo está.

Entonces: ¿nuestro concepto de iglesia, de acuerdo a lo expresado en el Nuevo Testamento, es el verdadero? Muchos no lo entienden.  Y si hay una cantidad considerable que desconocen esta verdad, evidentemente que sus iglesias, como un todo, tampoco lo comprenden, de lo contrario no vivirían ni actuarían como lo hacen.  Pero las Escrituras atestiguan sin lugar a dudas sobre nuestra misión. ¿Es confusa la comisión dejada por el Maestro de Galilea?

Si somos cristianos, es porque aceptamos al Señor, hicimos nuestra confesión de fe, y nos volvimos discípulos. Debemos preguntarnos: al no cumplir con el propósito para el que fuimos creados colectivamente ¿no somos culpables delante de Dios? Todos sabemos que sí.

Repensemos la iglesia a la que pertenecemos por un minuto. Y no busquemos la paja en el ojo ajeno. Honestamente, nuestras acciones, nuestra intervención, el comportamiento como integrantes, ¿no se parece mas a un club social? O.. ¿ no estamos tratando de modificar comportamientos políticos, militando en los asuntos del mundo?

Pero ese no es el principal cometido de la Iglesia del Señor, el Cuerpo de Cristo (en caso de que lo hayamos olvidado, El es la cabeza y nosotros el cuerpo).  Eventualmente, todos los sectores de la sociedad serán afectados por el  ministerio fiel de la Iglesia  

Respondamos a estas preguntas negativa y positivamente. Vamos a empezar por lo que no somos.

        I.            No vivimos para nosotros –o no deberíamos.

Muchos creemos que vamos a la iglesia y nos congregamos para nuestro propio beneficio, y que el cometido de la iglesia es el hacernos felices.  Esperamos ser satisfechos en nuestro ego, somos exigentes  nos enojamos. En las que los miembros se comportan de esa forma y la iglesia vive para entretener y conformar, es lógico que poco y nada sea logrado. Es una iglesia carnal.  Ese tipo de congregación siempre tendrán los edificios mejores y más confortables, el mejor piano, las mejores voces, los sermones más pulidos, y la más floja de las disciplinas. Son las iglesias más mundanas y carnales y harán poco o nada para la Gloria de Dios

Algunas agendas de éstas aparecen en las noticias locales. Parecen un anuncio de obra de teatro o un calendario de club social, hay películas, juegos y entretenimientos, almuerzos de camaradería, desayunos “de trabajo” y opíparas cenas. Son los que los que Pablo dice en la Carta a los Filipenses 3:19 “cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.
 Otras congregaciones organizan permanentemente concursos u otros eventos que mantengan a sus miembros interesados para que no dejen de asistir. Este tipo de actividades mata la espiritualidad al alimentar el cuerpo y satisfacer los deseos carnales de sus miembros. Estes, Si un dia son llamados a hacer algo basado en Escritures, se van. 
Y si, si la iglesia comienza un programa de severo estudio bíblico, ayuno, oración, muchos se retirarán, éstos nunca serán de provecho para el Cuerpo de Cristo en ninguna circunstancia, Pues el centro de atención no son ellos. 
Si son alimentados, será la levadura que leuda toda la masa con su mundanidad y egoísmo.

Esto no es para lo que hemos sido llamados.

(Continuará)

(Extraído, traducido y adaptado de: http://www.pbministries.org/Theology 

Tu hermano en Cristo
Roosevelt





Thursday, January 2, 2014

Cuando lo que callamos dice más de lo que hablamos

A menudo escuchamos testimonios, anécdotas, de personas ansiosas por mostrar su sabiduría o la experiencia que los hizo madurar, crecer, o entender lo que a su criterio fue un evento único, que no puede ser dejado de mencionar por la vital importancia de su singularidad ejemplarizante.

Con lujo de detalles, -demasiado lujo y excesivos detalles-, relatan los sucesos.

Como las crónicas policiales, hacen hincapié en lo más sangriento o cruel de los episodios, para mostrarte que tus actuales circunstancias son apenas sombra de lo que te podría estar sucediendo. Piensan para sus adentros -se queja de lleno-.  En su intento por racionalizar de alguna forma tus desgracias, infieren -sin expresarlo en voz alta- que deberías analizarte y no quejarte tanto porque seguramente lo que te sucede es en parte o casi todo, tu responsabilidad.
Intentan probar que, de acuerdo a su conocimiento del asunto, del exhaustivo análisis, y de su sabio juicio, tendrías que aprender de tu desgracia y no llorar.

La ayuda que buscan proveer resulta en más miedo, ansiedad y aumento del sentido de culpa, del que inicialmente tenías antes de recibir el supuesto aliento.

No es asunto nuevo.

El consuelo por la pérdida de alguien muy querido, de las exiguas pertenencias, de un trabajo que cesó inesperadamente, o de una extrema injusticia recibida, no es casi nunca el adecuado. Y la razón simple y fundamental es que el consejero no es el afectado, y su visión del asunto es externa.
Y para no sumarnos a los que te señalan con el dedo, y te sientan en el banco de los acusados, te propongo un ejercicio, una puesta en escena en tu mente, que me ayude a mí a expresarme y a ti a aliviar temporalmente tu dolor.

Imagina que eres inmensamente rico, que tienes muchos hijos, y que eres respetado y admirado por tus congéneres, que te buscan para recibir consejos, y que ayudas a todos los que se cruzan por tu camino.

El sol te quema, pero puedes guarecerte en tu casa. Si tienes frío, abundan las prendas de abrigo en tu guardarropa. Te aman y amas. Ordenas y eres obedecido. Tu mesa siempre es servida con abundancia.

Got the picture?
¿Te haces la idea?
¿Sabes de qué hablo?

Todo anda bien.
Entonces alguien golpea a la puerta y tu realidad se desmorona. Para colmos, cuando crees que no puede sucederte nada peor, suena el teléfono y te dan el golpe de gracia.

No te desmayas. Pero casi.

Sacudes la cabeza para despertar de la pesadilla. Cierras los ojos, los vuelves a abrir. Lentamente asumes que es verdad.

Luego de un lapso corto, comienzan a llegar los amigos.

En tu angustia, abres tu corazón. Contestas una y otra vez las mismas preguntas.
Los más íntimos se quedan. Quieren ayudar.
Pero no pueden permanecer callados.
Y sus palabras lastiman más que el propio dolor.

Eso fue lo que le sucedió a Job. Y vaya que fue golpeado. De millonario a estar sentado en un basurero, rascándose las llagas con un pedazo de ladrillo.

Sus amigos también se hicieron presentes. Los tres más íntimos.
Compartieron la angustia del caído por siete días en silencio.
Pero no aguantaron más, figúrate, siete días sin hablar.
Entonces brotaron de sus labios, en estampida violenta, todo tipo de causas de los males del hombre en desgracia.
Sus razonamientos tenían algo en común, en la prolongada exposición de cada uno, encontraron que el responsable de todo era la víctima.

Imagínate. Murieron los hijos en un desastre natural, le robaron, y mataron a sus empleados, su mujer lo abandonó, y una enfermedad visiblemente asquerosa deformó su piel. Clamando para que la muerte llegara, en lugar de ellas, se hicieron presentes los tres camaradas para juzgar, y lo declararon ¡culpable! Era un pecador y lo que le estaba sucediendo era el pago por sus transgresiones.

Con amigos así ¿quién necesita enemigos?

Es tiempo de preguntarnos, Dios: ¿Qué dice al respecto?

Bueno, en el caso de Job, y que se aplica en situaciones similares, el Creador les dijo directamente que estaba muy enojado por sus aventuradas acusaciones. Tan disgustado estaba que le indicó a Job que si no ofrecía un sacrificio y oraba por ellos, su ira se iba a desatar sobre los bocones.

Efesios 4:15 nos indica cual es la medida de nuestro consejo: “sino para que profesemos la verdad en amor y crezcamos en todo en Cristo…”

La justa medida es la Palabra de Dios, pero usada con amor y misericordia. Debemos poner freno a nuestra lengua. De no ser así, podemos causar más daño del que vinimos a reparar.

Muchas veces la presencia nuestra, en silencio, es la mejor compañía para el afectado.

Repasemos el tema del amor, porque en definitiva, es el único consejero que puede volver sabias nuestras palabras, y nuestro silencio.

Pablo lo describe magistralmente: “El amor es paciente y bondadoso; no es envidioso ni jactancioso, no se envanece; no hace nada impropio; no es egoísta ni se irrita; no es rencoroso; no se alegra de la injusticia, sino que se une a la alegría de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” 1 Corintios 13:4

Dios te bendiga

Te saluda tu hermano en Cristo

Roosevelt Altez

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