Saturday, June 22, 2024

Lo que no quiero, eso hago

 


Lo que no quiero, eso hago

En cierta ocasión, un autoproclamado, ordenado apóstol, dijo algo que me llamó la atención, que David era hijo de un adulterio de su padre Isaí, de acuerdo con el salmo 51:5:

“He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre”.

Aquello me sonó sumamente raro, que David, un hombre de acuerdo con el corazón de Dios, que nunca mencionara haber sido hijo de adulterio, es más, que nunca la Biblia lo mencionara, fuera efectivamente así.

 Yo había visto a esa persona, supuestamente un hombre santo, hacer milagros delante de las cámaras, como estirar piernas, más cortas de nacimiento.

Callé y lo guardé mi mente, hasta que un dia, alguien apreciado, una persona cristiana, que amaba a su cónyuge, me dijo que ella se comportara contrario a lo que expresaba, es decir, su amor por Dios, su conocimiento de las escrituras, y además, su amor por él.

Es decir, ¿cómo alguien aparentemente bueno, hace lo malo? ¿Como alguien que ama, hiere al mismo tiempo? ¿Quién es bueno?

Eso fue mas que suficiente para ponerme a escudriñar las escrituras. Y hete aquí que La Palabra me aclaró el asunto.

Comencemos por un versículo del propio Jesucristo:

“Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo Dios. Lucas 18:19”

Es el mismísimo hijo de Dios que está diciendo que hay uno solo bueno, y no está en la tierra. ¿Cristo no es bueno? Claro que lo es. Pero el joven que lo llama “bueno”, le pregunta al maestro terrenal, por ende, no cree en la divinidad de Cristo. Lo ve como un hombre, y claro, como hombre es imposible aceptar ese halago, sólo Dios se merece ese honor.

Es más, ni los propios fariseos se atrevían a usar el término bueno en nada terrenal.

No hay persona buena. Dios lo dijo en el salmo 14: “Todos se desviaron, a una se han corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”.

Allí volvemos a lo que dijo David “en pecado me concibió mi madre”. El rey pastor se refería al pecado de nacer, al pecado de Adán, con el que todos venimos al mundo.

Ahora vayamos al Capítulo 7 de Romanos, donde Pablo se hace la misma pregunta sobre sí mismo, retóricamente, para no apuntar con el dedo a nadie, se usa a sí mismo como ejemplo.

“Porque sabemos que la ley es espiritual; más yo soy carnal, vendido al pecado.  Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.” Romanos 7:14-15

Este pasaje es inculpatorio, pero sumamente saludable para el cristiano. Salvo que neguemos lo que acabamos de leer.

No queremos hacer cosas malas, pecar, pero lo hacemos.

Sigamos leyendo:

“De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Romanos 7:17-20

Pablo remata su auto análisis en forma contundente, se ataca a sí mismo, a una parte de él que no entiende como puede, aun queriendo no hacer lo malo, seguir haciéndolo:

“Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 Pero veo que, aunque mi mente la acepta, en mi cuerpo hay otra ley que lucha contra la ley de Dios. Esa otra ley es la ley que impone el pecado. Esa ley vive en mi cuerpo y me hace prisionero del pecado” Romanos 7: 23

Esa ley vive en mi cuerpo, como un virus latente, imposible de matar. Esta es la respuesta a la pregunta conque comenzamos. Hay algo terriblemente malo en nosotros que debe ser controlado constantemente.

La mente lucha contra nuestra propia maldad todo el tiempo. Contra nuestros deseos pecaminosos.

Y no vamos a dramatizar, deseos pecaminosos pueden ser ver la televisión todo el tiempo, enojarnos porque nos obligan a llegar tarde a un lugar, la ira que en nosotros provoca, malgastar el tiempo con el celular, es decir, casi todo debe ser traído a los pies de Cristo.

El apóstol se da a si mismo el golpe de gracia:

“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” Romanos 7:24

Y finaliza la idea con la preciosa salvación de Cristo:

“¡Dios me salvará! Le doy gracias a él por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Romanos 7:25

 

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Bendiciones

Tu hermano en Cristo

Roosevelt Jackson Altez M.T.S

Magister Estudios Teológicos “Logos Christian University”

  Escríbenos a: edicionesdelareja@gmail.com

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https://iglesiaheroesdelafe.blogspot.com/2024/06/lo-que-no-quiero-eso-hago.html

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