Convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio
“Y cuando él venga, convencerá al mundo de
pecado, de justicia y de juicio”. Juan 16:7–15
La palabra
"convencer" significa convicción moral, no convicción lógica. Cuando
venga el Espíritu Santo, convencerá a un hombre con un poder de convicción
moral del cual es imposible escapar. Siempre que el Espíritu Santo nos
acorrala, nunca convence a nuestro intelecto; está ocupado con la voluntad que
se expresa en nuestro intelecto. Nunca es seguro hacer mucha introspección,
pero es ruinoso no hacer ninguna. La introspección nunca puede satisfacernos,
sin embargo, la introspección no es incorrecta, es correcta, porque es la única
manera de descubrir que necesitamos a Dios. Es el poder introspectivo en
nosotros el que se activa por la convicción de pecado.
I. El Asunto del Pecado
“De pecado,
porque no creen en mí”.
Observa lo que te causa la mayor preocupación
ante Dios.
¿Te produce una preocupación más profunda el
mal social que el hecho de que las personas no crean en Jesucristo?
No fue el
mal social lo que trajo a Jesucristo del cielo, fue el gran pecado primordial
de la independencia de Dios lo que trajo al Hijo de Dios al Calvario. El pecado
no se mide por una ley o por un estándar social, sino por una Persona.
El Espíritu
Santo es inequívoco en su actuar: "y cuando él venga, convencerá al mundo
respecto al pecado... porque no creen en mí”. Esa es la esencia misma del
pecado. El Espíritu Santo trae convicción moral en esa línea, y en ninguna
otra. Un hombre no necesita al Espíritu Santo para decirle que los pecados
externos están mal; la cultura y educación ordinarias pueden hacer eso; pero sí
se necesita al Espíritu Santo para convencernos del pecado como lo definió
Nuestro Señor—"porque no creen en mí".
El pecado
no se mide por un estándar de rectitud moral y decencia, sino por mi relación
con Jesucristo.
La cuestión
es, ¿estoy moralmente convencido de que el único pecado que hay a la vista del
Espíritu Santo es la incredulidad en Jesús?
II. El Asunto de la Justicia
“De
justicia, porque yo voy al Padre”.
Si no estoy
moralmente convencido con respecto al pecado, no me molestaré en pensar sobre
Jesucristo yendo al Padre y teniendo todo poder en el cielo y en la tierra;
pero una vez que estoy convencido de pecado y he aceptado la liberación de la
incredulidad en Jesús, sé más allá de toda duda que Jesucristo es el Justo.
La
sabiduría de Dios se muestra en que Jesucristo fue hecho justicia para nosotros
(1 Corintios 1:30). Eso significa que Dios puede justificar justamente al
injusto y seguir siendo justo.
En la Cruz del Calvario, Nuestro Señor se
revela como el Justo haciendo justos a los hombres ante Dios. Dios nunca
justifica a los hombres fuera de Cristo.
Ningún
hombre puede sostenerse ni un segundo en ningún derecho o justicia propia; pero
mientras permanece en Cristo, Jesucristo es hecho justicia para él (ver
Filipenses 3:8–9). Hoy en día, la tendencia es desviarse de "la justicia
que es de Dios por fe", y poner énfasis en hacer cosas.
No puedes
hacer nada en absoluto que no se convierta, en el lenguaje rudo de Isaías,
"como trapos de inmundicia", si está divorciado de la fe viva en
Jesucristo. Si tenemos el más mínimo anhelo de creer que podemos ser
justificados por lo que hemos hecho, estamos del lado equivocado de la Cruz.
Experimentar
la pérdida de mi propia bondad es la única manera de entrar en comunión con
Dios en Cristo.
“Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en él”. 2 Corintios 5:21
III. El Asunto del Juicio
“De juicio,
porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado”.
¿He llegado
al juicio al pie de la Cruz? ¿Acepto el veredicto de Dios sobre el pecado dado
allí? Lo que uno anhela ver más a menudo es un alma destrozada bajo la
explosión convincente del Espíritu Santo.
Significa
que Jesucristo ha visto el trabajo de su alma en esa persona, y es una de las
vistas más raras. La mayoría de nosotros estamos complacientemente satisfechos
con alabar a Jesucristo sin haber comprendido nunca lo que significa la Cruz.
Decimos, "Oh Señor, quiero ser santificado", y en cualquier momento
en respuesta a esa oración el Espíritu Santo puede rasgar y desgarrar tu
conciencia y dejarte atónito por la convicción de pecado, y la cuestión es:
¿aceptarás el veredicto de Dios sobre el pecado en la Cruz de Cristo, o te
quejarás y transigirás?
La única
prueba de la espiritualidad es la santidad, una santidad práctica y viva, y esa
santidad es imposible a menos que el Espíritu Santo te haya llevado a tu
"último día", y puedas mirar atrás y decir "Ese fue el día en
que morí completamente a mi derecho sobre mí mismo, crucificado con
Cristo".
Ese es el
día del cual muchos jóvenes ricos y muchas Marías de Betania se alejan tristes,
con el rostro caído, porque tienen grandes posesiones de autorrespeto, grandes
posesiones en cuanto a ideas de cómo quieren servir a Dios.
El
"último día" es cuando un alma, atrapada por el poder y la luz del
Espíritu Santo, ve el significado de la Cruz de Cristo, y va a la muerte como
un criminal sentenciado. Para toda alma que ha pasado por esa experiencia, ya
no hay condenación.
“Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” Romanos 8:1
(extraído,
traducido y adaptado de una lectura de Oswald Chambers)
Bendiciones
Tu hermano
en Cristo
Roosevelt
Jackson Altez M.T.S.
Magister
Estudios Teológicos “Logos Christian University”
Escríbenos
a: edicionesdelareja@gmail.com
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