Cirugía a corazón abierto
—No
tiene caso operar—, dijo el cirujano.
—Debemos
intentarlo—, rogó la familia.
—Está
hecho una piedra, necesita un corazón nuevo—fue el fatídico diagnóstico del
galeno.
—Yo le
doy el mío— respondió la mamá, con lágrimas en los ojos.
—Señora, hemos analizado
en profundidad los órganos de todos los parientes y amigos que se ofrecieron, y
no hay uno que no padezca de la misma dolencia. Es inútil.
El doctor se retiró
dejándoles la amarga sensación de lo inevitable. Es más, ahora se sumaba la
condena individual, la certeza de que todos estaban igual.
Era lunes, posterior a Domingo
de Pascuas, y el cirujano tenía una semana llena de consultas y operaciones por
delante.
La fatídica sentencia
resonaba en el aire como enjambre de mosquitos, inexorable: “está hecho una
piedra, necesita un corazón nuevo”. El siguiente diagnóstico era peor: “...no
hay uno que no padezca de la misma dolencia”.
No sólo al enfermo, les
afectaba a todos.
En el nuevo milenio
sufrieron estoicamente de virus, contagio global, pestes, plagas, amenazas de
guerra nucleares, y violencia de todos colores, ¿pero endurecimiento de
corazón?
Aunque el deterioro era
extremo, nadie lo admitía, y lo que era peor según el médico, es que era
colectivo.
Bajando la cabeza se
dirigieron a la salida, excepto la madre, que ingresó en la habitación del
paciente.
La historia -siempre
sabia-, predijo que esto sucedería.
Pero..., probablemente
fuera una dolencia común, que no llevaba a la muerte, pensaban.
Uno rollos datados
aproximadamente en el año 550 AC, mencionaban que habría una cirugía colectiva
donde se quitaría el corazón de piedra y se colocaría un corazón de carne.
Creían que era una mala
interpretación, tantas traducciones, tanta manipulación...
Como todo acontecimiento
milenario, las deidades estaban envueltas en cada fenómeno, natural o no. Esto
incluía no sólo a las tribus, el comportamiento, cambios de conducta, afectaban
ya los destino de las naciones. La ciencia siempre afirmó que los sentimientos
eran cosa de la mente. El corazón bombeaba y callaba, como un tonto.
Pero no todo eran malas
noticias.
Aparentemente había una
solución. Se iba a dar al final de siete semanas, a partir de ese día en que
vivían. Involucraba esperar, y estar listos para recibir la medicina, que,
según decían no provocaba dolor.
Cirugía colectiva a
corazón abierto. ¿Cuento del tío? ¿Patrañas?
Esperanza.
Los optimistas, que eran
pocos, festejaron. Los escépticos se dedicaron a googlear, y algunos a
consultar sus líderes espirituales, de quienes había escases globales.
Aparentemente el tema
había sido mencionado en los rollos de Baruc, el amanuense babilónico,
atribuido a visiones de una tal vidente Jeremías, conocido también como el
profeta llorón por sus continuos lamentos.
Esto se supone que
sucedió entre el 600 y 560 antes de Jesucristo.
También aparecía la
cirugía de corazón en los escritos de otro profeta: Ezequiel, sacerdote levita
deportado a Babilona. La aparición de la cirugía colectiva de corazón se
mencionaba próxima a la vuelta a la vida de miles de esqueletos esparcidos en
un valle: “El valle de los huesos secos”.
Los incrédulos decían:
—Y bueno, entre
Apocalipsis Zombi, Harry Potter, y La guerra de las galaxias, se puede colar
este fenómeno, y vaya uno a saber.
El evento, que se había
dado solo una vez, se repetiría de nuevo, y ya no sucedería “hasta el final de
los tiempos”.
EL agente restaurador de
corazones, según decían, llegaría porque era parte de la promesa, el mismísimo
espíritu, que otrora cuidara de los cielos y la tierra en su formación, venía
para quedarse, y no podía habitar en un corazón de piedra.
Había que estar
preparado, meditando, clamando, y creyendo que era posible. Esto último era
ingrediente fundamental para que la cirugía fuese un éxito.
¿Cómo explicar el
fenómeno, pronto a suceder?
Los eruditos trataban de
hacerlo de esta forma: la enfermedad era causada por el descreimiento del nuevo
milenio, (real y que nadie discutía). Era una dolencia sicosomática, y afectaba
el sistema muscular de la máquina biológica encargada de bombear la sangre. Las
células morían como consecuencia de la carga negativa recibida por el cerebro,
y no se podían regenerar, pues destruía la motivación genética por sobrevivir.
Para muchos sería
experimental, algo parecido a recibir un corazón de cerdo. Para otros, los
menos, significaba una nueva vida que no querían desperdiciar, dado que ya no
volvería a suceder.
Y se sentaron a esperar…
“Y cuando llegó el dia de Pentecostés estaban
todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un
viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y
se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada
uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo…” Hechos 2:1
“Y les daré un
corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de
piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne” Exequiel 11:19
Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Jackson Altez
M.T.S.
Magister Estudios
Teológicos “Logos Christian University”
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edicionesdelareja@gmail.com
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