¿Por qué la Biblia?
-No.
No es un error tipográfico. Falta el verbo.
¿Por
qué leer la Biblia? ¿Por qué estudiar la Biblia? ¿Por qué existe la Biblia?
En
estos tiempos que corren es muy difícil encontrar personas las que les guste la
lectura. Pero hay. Las he visto en los medios de transporte, sobre todo en los
vuelos internos de Estados Unidos. Muy pocos leen la Palabra de Dios, pero
leen.
La
lectura tiene una virtud, que el cine, video o cualquier otro medio audio
visual han quitado. El lector tiene que imaginarse lo que lee; La historia va
cobrando forma en su mente. Esto le da una libertad que no tiene el espectador
audiovisual. Esta es que su cerebro no necesita de intérprete, de guionista, de
actores, de puestas en escena. Y esto es fundamental, porque el fenómeno de
decodificación del mensaje es interno, no es afectado por otras mentes o
voluntades.
¿Y
por qué esto es importante con la Biblia?
Porque Dios quiere tener una relación personal
con cada uno de nosotros. Simple.
Si leemos una novela, el autor
necesariamente nos tiene que situar en el tiempo y espacio donde se van a desarrollar
los acontecimientos. Nos tiene que presentar a los protagonistas. Y la
importancia de cada uno de ellos en la trama de la historia.
La Biblia es similar, con una pequeña
diferencia, hay un solo protagonista: Dios. Y una sola trama, la relación de Él
con su pueblo.
Y está escrita enteramente para nuestro
beneficio. Dios no se recibe ninguna retribución por su “obra prima”, ni la
necesita.
Entonces nos preguntamos de nuevo:
-¿Por qué la Biblia?. Y respondemos con
otra pregunta: -Dios, ¿por qué no me hablas?
-¿Entiendes?
-¿Todavía no?
Ten paciencia.
Imaginemos un diálogo con Dios.
Y empezamos con la pregunta anterior:
Dios, ¿Por qué no me hablas?
Ante su silencio, nos atrevemos un poco
más: -Señor, por una vez en mi vida, quiero tener una conversación contigo,
quiero escuchar tu voz. Sí, es cierto, escuchas mis oraciones. Pero no
contestas. Se me hace muy difícil la relación contigo Dios.
-Silencio, y más silencio.
-Dices que clames y clamo. Grito.
Repito. Insisto. Golpeo. Pero nada
Entonces escuchas dentro de ti una voz:
-¿Has leído Habacuc?
-¿Haba qué?
-Habacuc, H-a-b-a-c-u-c.
Piensas: -Debe estar en el Antiguo
Testamento
-Entonces no has leído lo que he
escrito, lo que he dicho: “¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda sin que tú
me escuches? Habacuc 1:2
Tú respondes: - Bueno, tienes razón. He leído algo. Pero… -(Dios estaba esperando tu “pero, no le
sorprende)-, pero me gustaría oír tu voz, ver tu cara, poder captar tus
expresiones.
-¿Soportarías
el estruendo de enormes cascadas, el retumbar del trueno?. “Pero el Señor, en
las alturas, se muestra poderoso: más poderoso que el estruendo de las muchas
aguas, más poderoso que los embates del mar” Salmo 93:4. “Desde el cielo se oyó
el trueno del Señor, resonó la voz
del Altísimo” 2 Samuel 22:14
-Pero
verte Señor.
-“No
podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá” Éxodo 33:20. “Ante
ese espectáculo de truenos y relámpagos, de sonidos de trompeta y de la montaña
envuelta en humo, los israelitas temblaban de miedo y se mantenían a distancia.
Así que le suplicaron a Moisés: -Háblanos
tú, y te escucharemos. Si Dios nos habla, seguramente moriremos” Éxodo 20:18-19
Insistes:
-¿Pero,
no puedes vestirte como hombre, disminuir tu poder, para que pueda verte y
hablarte?
-Ya lo hice.
-Ya lo hice.
-¿?
-Sí, hace ya casi dos mil años vine. Fui a
bodas, a funerales, a casa de gente mala. Enseñé por los campos, los mercados.
Jugué con los niños. Contesté un montón de preguntas.
Los
míos no me recibieron, unos pocos creyeron en mí. Aunque les dije quién era, no
me creyeron.
-¿No
has leído?
-“Pero
como ya les dije, a pesar de que ustedes me han visto, no creen” Juan 6:36. “Jesús
le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido,
Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú:
Muéstranos el Padre?” Juan 14:9
Volvemos a la pregunta: -¿Por qué la
Biblia?
-¿Entiendes ahora?
Si
cotejáramos con la Biblia antes de acusar a Dios de no escucharnos, callaríamos
como Job. Si le dedicáramos un poco más de tiempo a su Palabra, nuestros
problemas disminuirían enormemente. Si le habláramos en oración después de
escucharlo, las respuestas no tardarían en llegar.
¿Te atreves?
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez
Escríbenos a raltez@gmail.com