Friday, May 31, 2024

Cirugía a corazón abierto


 Cirugía a corazón abierto

 

—No tiene caso operar—, dijo el cirujano.

—Debemos intentarlo—, rogó la familia.

—Está hecho una piedra, necesita un corazón nuevo—fue el fatídico diagnóstico del galeno.

—Yo le doy el mío— respondió la mamá, con lágrimas en los ojos.

—Señora, hemos analizado en profundidad los órganos de todos los parientes y amigos que se ofrecieron, y no hay uno que no padezca de la misma dolencia. Es inútil.

El doctor se retiró dejándoles la amarga sensación de lo inevitable. Es más, ahora se sumaba la condena individual, la certeza de que todos estaban igual.

Era lunes, posterior a Domingo de Pascuas, y el cirujano tenía una semana llena de consultas y operaciones por delante.

La fatídica sentencia resonaba en el aire como enjambre de mosquitos, inexorable: “está hecho una piedra, necesita un corazón nuevo”. El siguiente diagnóstico era peor: “...no hay uno que no padezca de la misma dolencia”.

No sólo al enfermo, les afectaba a todos.

En el nuevo milenio sufrieron estoicamente de virus, contagio global, pestes, plagas, amenazas de guerra nucleares, y violencia de todos colores, ¿pero endurecimiento de corazón?

Aunque el deterioro era extremo, nadie lo admitía, y lo que era peor según el médico, es que era colectivo.

Bajando la cabeza se dirigieron a la salida, excepto la madre, que ingresó en la habitación del paciente.

La historia -siempre sabia-, predijo que esto sucedería.

Pero..., probablemente fuera una dolencia común, que no llevaba a la muerte, pensaban.

Uno rollos datados aproximadamente en el año 550 AC, mencionaban que habría una cirugía colectiva donde se quitaría el corazón de piedra y se colocaría un corazón de carne.

Creían que era una mala interpretación, tantas traducciones, tanta  manipulación...

Como todo acontecimiento milenario, las deidades estaban envueltas en cada fenómeno, natural o no. Esto incluía no sólo a las tribus, el comportamiento, cambios de conducta, afectaban ya los destino de las naciones. La ciencia siempre afirmó que los sentimientos eran cosa de la mente. El corazón bombeaba y callaba, como un tonto.

Pero no todo eran malas noticias.

Aparentemente había una solución. Se iba a dar al final de siete semanas, a partir de ese día en que vivían. Involucraba esperar, y estar listos para recibir la medicina, que, según decían no provocaba dolor.

Cirugía colectiva a corazón abierto. ¿Cuento del tío? ¿Patrañas?

Esperanza.

Los optimistas, que eran pocos, festejaron. Los escépticos se dedicaron a googlear, y algunos a consultar sus líderes espirituales, de quienes había escases globales.

Aparentemente el tema había sido mencionado en los rollos de Baruc, el amanuense babilónico, atribuido a visiones de una tal vidente Jeremías, conocido también como el profeta llorón por sus continuos lamentos.

Esto se supone que sucedió entre el 600 y 560 antes de Jesucristo.

También aparecía la cirugía de corazón en los escritos de otro profeta: Ezequiel, sacerdote levita deportado a Babilona. La aparición de la cirugía colectiva de corazón se mencionaba próxima a la vuelta a la vida de miles de esqueletos esparcidos en un valle: “El valle de los huesos secos”.

Los incrédulos decían:

—Y bueno, entre Apocalipsis Zombi, Harry Potter, y La guerra de las galaxias, se puede colar este fenómeno, y vaya uno a saber.

El evento, que se había dado solo una vez, se repetiría de nuevo, y ya no sucedería “hasta el final de los tiempos”.

EL agente restaurador de corazones, según decían, llegaría porque era parte de la promesa, el mismísimo espíritu, que otrora cuidara de los cielos y la tierra en su formación, venía para quedarse, y no podía habitar en un corazón de piedra.

Había que estar preparado, meditando, clamando, y creyendo que era posible. Esto último era ingrediente fundamental para que la cirugía fuese un éxito.

¿Cómo explicar el fenómeno, pronto a suceder?

Los eruditos trataban de hacerlo de esta forma: la enfermedad era causada por el descreimiento del nuevo milenio, (real y que nadie discutía). Era una dolencia sicosomática, y afectaba el sistema muscular de la máquina biológica encargada de bombear la sangre. Las células morían como consecuencia de la carga negativa recibida por el cerebro, y no se podían regenerar, pues destruía la motivación genética por sobrevivir.

Para muchos sería experimental, algo parecido a recibir un corazón de cerdo. Para otros, los menos, significaba una nueva vida que no querían desperdiciar, dado que ya no volvería a suceder.

Y se sentaron a esperar…

 

 “Y cuando llegó el dia de Pentecostés estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo…” Hechos 2:1

 

“Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne” Exequiel 11:19

 

Bendiciones

Tu hermano en Cristo

Roosevelt Jackson Altez M.T.S.

Magister Estudios Teológicos “Logos Christian University”

Escríbenos a: edicionesdelareja@gmail.com

 Puedes encontrar este artículo en:

https://iglesiaheroesdelafe.blogspot.com/2024/05/cirugia-corazon-abierto.html

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Thursday, May 30, 2024

ORACIÓN Y FE Parte 2


 ORACIÓN Y FE

Parte 2

Los huéspedes de cierto hotel estaban siendo incomodados por el repetido rasgueo de un piano, realizado por una niña que no poseía conocimiento de música. Se quejaron al propietario con el objetivo de que se detuviera la molestia. "Lamento que estén molestos", dijo. "Pero la niña es hija de uno de mis mejores huéspedes. Apenas puedo pedirle que no toque el piano. Pero su padre, que ha estado fuera por un día o dos, regresará mañana. Entonces pueden acercársele y arreglar el asunto".

Cuando el padre regresó, encontró a su hija en la sala de recepción y, como de costumbre, golpeando el piano. Se acercó por detrás de la niña y, poniendo sus brazos sobre sus hombros, tomó sus manos en las suyas y produjo una música muy hermosa.

 Así puede ser con nosotros, y así será, algún día venidero. Justo ahora, podemos producir poco más que clamor y disonancia; pero, un día, el Señor Jesús tomará nuestras manos de fe y oración, y las usará para traer la música de los cielos".  ANÓNIMO

 

La fe genuina, auténtica, debe ser definida y libre de duda. No simplemente general en carácter; no una mera creencia en el ser, la bondad y el poder de Dios, sino una fe que cree que las cosas "que dice, sucederán". Como la fe es específica, así también lo será la respuesta: "Tendrá cuanto pida".

La fe y la oración seleccionan las cosas, y Dios se compromete a hacer exactamente las cosas que la fe y la oración perseverante nominan y le piden que realice.

“Por esta razón les digo que todo por lo cual oran y piden, crean que lo han recibido y les será hecho.” Marcos 11:24.

La fe perfecta siempre tiene en su poder lo que la oración perfecta pide. ¡Qué amplio e incondicional es el ámbito de operación: "Todo lo que"!.

¡Qué definida y específica la promesa: "Los tendréis"!.

Nuestra principal preocupación es con nuestra fe, los problemas de su crecimiento y las actividades de su vigorosa madurez. Una fe que toma y mantiene en su poder las cosas que pide, sin vacilar, sin duda ni miedo, es la fe que necesitamos, una fe como una perla de gran precio, en el proceso y práctica de la oración.

La declaración de nuestro Señor sobre la fe y la oración citada anteriormente es de suma importancia. La fe debe ser definida, específica; una solicitud inconfundible e inequívoca de las cosas pedidas. No debe ser algo vago, indefinido, una sombra; debe ser algo más que una creencia abstracta en la disposición y capacidad de Dios para hacer por nosotros.

Debe ser una solicitud definida, específica, pidiendo y esperando las cosas por las que se pide. Note la lectura de Marcos 11:23:

"Y no dudará en su corazón, sino que creerá que esas cosas que dice vendrán a pasar; tendrá todo lo que dice".

Justo en la medida en que la fe y la petición son definidas, también lo será la respuesta.

La entrega no será algo distinto de las cosas oradas, sino las cosas reales buscadas y nombradas. "Tendrá cuanto diga". Todo es imperativo, "Tendrá". La concesión será ilimitada, tanto en calidad como en cantidad.

La fe y la oración seleccionan los sujetos para la petición, determinando así lo que Dios hará. "Tendrá cuanto diga". Cristo se mantiene listo para suplir exacta y plenamente todas las demandas de la fe y la oración.

Si la orden a Dios se hace clara, específica y definida, Dios la llenará, exactamente de acuerdo con los términos presentados.

La fe no es una creencia abstracta en la Palabra de Dios, ni un mero crédito mental, ni un simple asentimiento del entendimiento y la voluntad; ni es una aceptación pasiva de hechos, por más sagrados o completos que sean.

     La fe es una operación de Dios, una iluminación divina, una energía santa implantada por la Palabra de Dios y el Espíritu en el alma humana, un principio espiritual y divino que toma de lo sobrenatural y lo hace aprehensible por las facultades del tiempo y los sentidos.

La fe trata con Dios y es consciente de Dios. Trata con el Señor Jesucristo y ve en Él un Salvador; trata con la Palabra de Dios, y se aferra a la verdad; trata con el Espíritu de Dios, y es energizada e inspirada por su fuego santo.

Dios es el gran objetivo de la fe; pues la fe descansa todo su peso en Su Palabra. La fe no es un acto sin objetivo del alma, sino una mirada a Dios y un descanso sobre Sus promesas. Justo como el amor y la esperanza siempre tienen un objetivo, también lo tiene la fe.

La fe no es creer cualquier cosa; es creer en Dios, descansar en Él, confiar en Su Palabra.

La fe da a luz a la oración y se fortalece, se arraiga más profundamente, se eleva más alto, en las luchas y luchas de la poderosa petición. La fe es la sustancia de las cosas esperadas, la seguridad y realización de la herencia de los santos. La fe también es humilde y perseverante.

Puede esperar y orar; puede permanecer de rodillas, o yacer en el polvo. Es la única gran condición de la oración; la falta de ella está en la raíz de toda oración pobre, débil, pequeña, sin respuesta.

La naturaleza y significado de la fe son más demostrables en lo que hace, que por cualquier definición que se le dé. Así, si volvemos al registro de la fe que se nos da en ese gran rollo de honor, que constituye el capítulo once de Hebreos, vemos algo de los resultados maravillosos de la fe. ¡Qué gloriosa lista es, la de esos hombres y mujeres de fe! ¡Qué logros maravillosos se registran allí, y se acreditan a la fe! El escritor inspirado, agotando sus recursos en catalogar a los santos del Antiguo Testamento, que fueron ejemplos notables de fe maravillosa, finalmente exclama:

"¿Y qué más diré? Porque el tiempo me faltaría contar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, también de Samuel y de los profetas".

Y luego el escritor de Hebreos continúa de nuevo, en una maravillosa línea, contando las hazañas no registradas realizadas a través de la fe de los hombres de antaño, "de quienes el mundo no era digno". "Todos estos", dice, "obtuvieron buen testimonio mediante la fe".

¡Qué era de logros gloriosos amanecería para la Iglesia y el mundo, si solo pudiera reproducirse una raza de santos de fe similar, de oración maravillosa!.

No es lo intelectualmente grande lo que necesita la Iglesia; ni son hombres de riqueza lo que demandan los tiempos. No es gente de gran influencia social lo que requiere este día. Sobre todos y todo lo demás, se necesitan hombres de gran fe y hombres que sean grandes en oración, hombres y mujeres al estilo de los santos y héroes enumerados en Hebreos, quienes "obtuvieron buen testimonio mediante la fe", lo que la Iglesia y todo el mundo, largo y ancho de la humanidad necesitan.

Muchos hombres, de este día, obtienen un buen galardón debido a su donación de dinero, sus grandes dones mentales y talentos, pero pocos hay que obtengan un " galardón" debido a su gran fe en Dios, o debido a las cosas maravillosas que se están logrando a través de su gran oración.

Hoy, tanto como en cualquier momento, necesitamos hombres de gran fe y hombres que sean grandes en oración. Estas son las dos virtudes cardinales que hacen a los hombres grandes a los ojos de Dios, las dos cosas que crean condiciones de éxito espiritual real en la vida y el trabajo de la Iglesia.

Es nuestra principal preocupación ver que mantenemos una fe de tal calidad y textura, como cuenta ante Dios; que se aferra y mantiene en su poder las cosas por las que pide, sin duda y sin miedo.

La duda y el miedo son los hermanos gemelos enemigos de la fe. A veces, en realidad usurpan el lugar de la fe, y aunque oramos, es una oración inquieta que ofrecemos, inquieta y a menudo quejumbrosa. Pedro no pudo caminar sobre Genesaret porque permitió que las olas lo cubrieran y anegaran el poder de su fe. Al quitar los ojos del Señor y mirar el agua a su alrededor, comenzó a hundirse y tuvo que gritar pidiendo socorro: "¡Señor, sálvame, o perezco!"

Nunca se debe acariciar la duda, ni albergar miedos. Que nadie albergue la ilusión de que es un mártir del miedo y la duda. No es ningún crédito para la capacidad mental de ningún hombre acariciar la duda de Dios, y ningún consuelo puede derivarse posiblemente de tal pensamiento. Nuestros ojos deben apartarse del yo, ser removidos de nuestra propia debilidad y permitirse descansar implícitamente en la fuerza de Dios. "No desechéis, pues, vuestra confianza, que tiene una gran recompensa".

Una fe simple y confiada, que vive día a día y echa su carga sobre el Señor, cada hora del día, disipará el miedo, alejará la inquietud y liberará de la duda:

"Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante la oración y la súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones a Dios".

Esa es la cura divina para todo miedo, ansiedad y preocupación indebida del alma, todo lo cual está estrechamente relacionado con la duda y la incredulidad. Esta es la receta divina para asegurar la paz que sobrepasa todo entendimiento, y mantiene el corazón y la mente en completa calma.

Todos necesitamos marcar bien y atender la advertencia dada en Hebreos: "Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros un corazón malvado de incredulidad, en apartarse del Dios vivo".

También necesitamos protegernos contra la incredulidad como lo haríamos contra un enemigo. La fe necesita ser cultivada. Necesitamos seguir orando: "Señor, aumenta nuestra fe", porque la fe es susceptible de aumento. El tributo de Pablo a los tesalonicenses fue que su fe creció sobremanera.

La fe se incrementa mediante el ejercicio, al ser puesta en uso. Se nutre de pruebas severas.

"Para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro que perece, aunque probada por fuego, sea hallada en alabanza, honor y gloria en la revelación de Jesucristo". 1 Pedro 1:7

La fe crece leyendo y meditando en la Palabra de Dios. Más y mejor que todo, la fe prospera en una atmósfera de oración.

Sería bueno, si todos nosotros nos detuviéramos y nos preguntáramos personalmente:

"¿Tengo fe en Dios?

 ¿Tengo fe real, una fe que me mantiene en perfecta paz, sobre las cosas de la tierra y las cosas del cielo?"

Esta es la pregunta más importante que un hombre puede plantear y esperar que sea respondida. Y hay otra pregunta, estrechamente relacionada con ella en significado e importancia:

"¿Realmente oro a Dios de tal manera que Él me escucha y responde mis oraciones? ¿Y realmente oro a Dios de tal manera que obtengo directamente de Dios las cosas que le pido?"

Se afirmaba de Augusto César que encontró a Roma una ciudad de madera y la dejó una ciudad de mármol. El pastor que logra cambiar a su gente de ser una gente sin oración a ser una gente de oración ha hecho una obra más grande que la que hizo Augusto al cambiar una ciudad de madera a mármol.

Y, después de todo, este es el trabajo principal del predicador.

Principalmente, está tratando con personas sin oración, con personas de quienes se dice: "Dios no está en todos sus pensamientos". Tales personas las encuentra en todas partes, y todo el tiempo. Su principal negocio es convertirlos de ser olvidadizos de Dios, de ser carentes de fe, de ser sin oración, para que se conviertan en personas que oran habitualmente, que creen en Dios, que lo recuerdan y hacen su voluntad.

El predicador no está enviado para inducir meramente a los hombres a unirse a la Iglesia, ni meramente para hacer que hagan mejor. Es para hacerlos orar, confiar en Dios y mantener a Dios siempre ante sus ojos, para que no pequen contra Él.

La obra del ministerio es cambiar a pecadores incrédulos en santos orantes y creyentes. El llamado sale por autoridad divina:

 "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo".

Captamos un atisbo de la tremenda importancia de la fe y del gran valor que Dios le ha dado, cuando recordamos que Él la ha hecho la única condición indispensable para ser salvos.

"Por gracia sois salvos, por medio de la fe".

Así, cuando contemplamos la gran importancia de la oración, encontramos la fe de pie inmediatamente a su lado. Por fe somos salvos, y por fe permanecemos salvos. La oración nos introduce a una vida de fe. Pablo declaró que la vida que vivía, la vivía por fe en el Hijo de Dios, quien lo amó y se entregó a sí mismo por él, que caminaba por fe y no por vista.

La oración depende absolutamente de la fe. Virtualmente, no tiene existencia aparte de ella y no logra nada a menos que sea su compañera inseparable. La fe hace que la oración sea eficaz y en cierto sentido importante, debe precederla.

"Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe y que es galardonador de los que le buscan".  Hebreos 11:6

Antes de que la oración comience el viaje hacia Dios; antes de elegir su petición, antes de que se hagan conocer sus solicitudes, la fe debe haber ido adelante; debe haber afirmado su creencia en la existencia de Dios; debe haber dado su asentimiento a la verdad agraciada de que

"Dios es un galardonador de aquellos que buscan diligentemente su rostro".

Este es el paso primario en la oración. En este sentido, mientras la fe no trae la bendición, sin embargo, pone a la oración en posición de pedirlo y lleva a otro paso hacia la realización, al ayudar al peticionario a creer que Dios es capaz y está dispuesto a bendecir.

La fe pone en marcha la oración, despeja el camino al lugar de misericordia.

Da seguridad, ante todo, de que hay un lugar de misericordia, y que allí el Sumo Sacerdote espera a los oradores y las oraciones.

La fe abre el camino para que la oración se acerque a Dios.

Pero hace más. Acompaña a la oración en cada paso que da. Es su compañera inseparable y cuando se hacen solicitudes a Dios, es la fe la que convierte el preguntar en obtener. Y la fe sigue a la oración, ya que la vida espiritual en la que un creyente es llevado por la oración, es una vida de fe.

La característica prominente de la experiencia en la que los creyentes son llevados a través de la oración, no es una vida de obras, sino de fe.

La fe hace que la oración sea fuerte y le da paciencia para esperar en Dios. La fe cree que Dios es un recompensador. Ninguna verdad está más claramente revelada en las Escrituras que esta, mientras que ninguna es más alentadora.

Incluso en el armario se logra la recompensa prometida, "El que ve en lo secreto, te recompensará en público", mientras que el servicio más insignificante prestado a un discípulo en el nombre del Señor, seguramente recibe su recompensa. Y a esta preciosa verdad, la fe da su sincero asentimiento.

Sin embargo, la fe se reduce a una cosa particular: no cree que Dios recompensará a todos, ni que es un recompensador de todos los que oran, sino que es un recompensador de los que le buscan diligentemente.

La fe descansa su cuidado en la diligencia en la oración, y da seguridad y aliento a los buscadores diligentes de Dios, porque son ellos, solos, los que son ricamente recompensados cuando oran.

Necesitamos constantemente recordar que la fe es la única condición inseparable del éxito en la oración. Hay otras consideraciones que entran en el ejercicio, pero la fe es la condición final, la única indispensable para la verdadera oración. Como está escrito en una declaración familiar y primaria: "Sin fe, es imposible agradarle".

Santiago pone esta verdad muy claramente:

"Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría", pídala a Dios, que da a todos abundantemente y sin reproches, y le será dada. Pero pida con fe, sin dudar nada. Porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. Porque no piense ese hombre que recibirá cosa alguna del Señor".

La duda siempre está bajo la prohibición, porque se presenta como un enemigo de la fe y obstaculiza la oración eficaz. En la Primera Epístola a Timoteo, Pablo nos da una verdad invaluable relacionada con las condiciones de la oración exitosa, que así establece:

"Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda".

Toda cuestión debe ser observada y evitada. El miedo y el peradventure no tienen lugar en la verdadera oración. La fe debe afirmarse y hacer que estos enemigos de la oración partan.

"¿Quieres ser liberado de la esclavitud de la corrupción?", pregunta. "¿Quieres crecer en gracia en general y crecer en gracia en particular? Si es así, tu camino es claro. Pide a Dios más fe. Ruega a Él por la mañana, al mediodía y por la noche, mientras caminas por el camino, mientras estás sentado en la casa, cuando te acuestas y cuando te levantas; ruega a Él simplemente para que impresione más profundamente en tu corazón las cosas divinas, para que te dé más y más de la sustancia de las cosas esperadas y de la evidencia de las cosas no vistas".

Grandes incentivos para orar se proporcionan en las Sagradas Escrituras, y nuestro Señor cierra su enseñanza sobre la oración, con la seguridad y promesa del cielo. La presencia de Jesucristo en el cielo, la preparación para sus santos que Él está haciendo allí, y la seguridad de que Él vendrá nuevamente para recibirlos, ¡cómo todo esto ayuda al cansancio de orar, fortalece sus conflictos, endulza su arduo trabajo!

Estas cosas son la estrella de esperanza para la oración, el secado de sus lágrimas. El espíritu de un peregrino facilita mucho la oración. Un espíritu atado a la tierra, satisfecho con la tierra, no puede orar.

En tal corazón, la llama del deseo espiritual se ha apagado o está resplandeciendo en el más débil resplandor.

Las alas de su fe están recortadas, sus ojos están opacos, su lengua silenciada.

Pero aquellos, que en fe inquebrantable y oración incesante, esperan continuamente en el Señor, renuevan su fuerza, montan con alas como águilas, corren y no se cansan, caminan y no desmayan.

(Extraído, traducido y adaptado de “La necesidad de orar”, de Edward Bounds)

 

Fin de la segunda parte. Busca la segunda, es muy completa

Bendiciones

Tu hermano en Cristo

Roosevelt Jackson Altez M.T.S.

Magister Estudios Teológicos “Logos Christian University”

Escríbenos a: edicionesdelareja@gmail.com

 Puedes encontrar este artículo en:

Primera Parte: https://iglesiaheroesdelafe.blogspot.com/2024/05/oracion-y-fe.html

                Segunda Parte: https://iglesiaheroesdelafe.blogspot.com/2024/05/oracion-y-fe-parte-2.html

Tuesday, May 28, 2024

ORACIÓN Y FE


 

 ORACIÓN Y FE

Parte 1

"Un querido amigo mío, muy aficionado a la caza, me confió la siguiente historia: “Una mañana, me había levantado yo muy temprano, cuando escuché el ladrido de una cantidad de perros de caza persiguiendo a su presa. Mirando hacia la abierta campiña delante de mí, vi a un joven ciervo cruzándola, dando muestras de evidente cansancio. Al parecer su carrera estaba casi acabada. Al llegar a la valla del recinto, saltó sobre ella y se acurrucó a un par de metros de donde yo estaba. Casi enseguida, dos de los perros saltaron la valla, y el ciervo corrió hacia mí y metió su cabeza entre mis piernas. Levanté al pequeño hasta mi pecho y, girando en círculos, rechacé a los perros. Sentí, en ese momento, que todos los canes de la vasta región no podrían, aunque lo intentaran, capturar a ese ciervo después de que su debilidad apelara a mi fuerza”.

Así es cuando la impotencia humana apela a Dios Todopoderoso. Recuerdo bien cuando los perros del pecado perseguían mi alma, hasta que, finalmente, corrí hacia los brazos de Dios Todopoderoso". - A. C. DIXON.

 

En cualquier estudio sobre la oración y sus actividades, el primer lugar debe, por necesidad, darse a la fe. Es la cualidad inicial en el corazón de cualquier hombre que intenta hablar con lo Invisible. Debe, por pura impotencia, extender las manos de la fe. Debe creer donde no puede probar.

En última instancia, la oración es simplemente fe reclamando sus prerrogativas naturales pero maravillosas — la fe tomando posesión de su herencia ilimitable —. La verdadera piedad es tan verdadera, constante y perseverante en el reino de la fe como lo es en el espacio de la oración. Además, cuando la fe deja de orar, deja de vivir.

La fe hace lo imposible porque trae a Dios a abrir las puertas para nosotros, y nada es imposible para Dios. ¡Qué grande — sin calificación ni limitación — es el poder de la fe! Si se destierra la duda del corazón y se hace extraño allí, lo que pidamos a Dios seguramente sucederá, y a un creyente se le garantiza "todo lo que dice".

La oración proyecta la fe en Dios, y Dios en el mundo. Solo Dios puede mover montañas, pero la fe y la oración mueven a Dios. En su maldición de la higuera, nuestro Señor demostró su poder. Después de eso, procedió a declarar que grandes poderes estaban comprometidos con la fe y la oración, no para matar sino para vivificar, no para maldecir sino para bendecir.

En este punto de nuestro estudio, nos volvemos hacia una declaración de nuestro Señor, que necesitamos enfatizar, ya que es la piedra angular del arco de la fe y la oración:

"Por tanto os digo, que todo lo que pidáis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá."

Deberíamos reflexionar bien sobre esa afirmación — "Creed que lo recibís, y lo tendrás". Aquí se describe una fe que realiza, que se apropia, que toma. Tal fe es una conciencia de lo Divino, una comunión experimentada, una certeza realizada.

 

¿Está la fe creciendo o disminuyendo a medida que pasan los años? ¿La fe permanece fuerte y firme, en estos días, cuando la iniquidad abunda y el amor de muchos se enfría? ¿La fe mantiene su agarre, a medida que la religión tiende a convertirse en una mera formalidad y el mundanalismo prevalece cada vez más?

La pregunta de nuestro Señor puede, con gran pertinencia, ser la nuestra. "Cuando venga el Hijo del Hombre", pregunta, "¿hallará fe en la tierra?" Creemos que sí, y nos corresponde, en nuestro día, asegurarnos de que la lámpara de la fe esté encendida y ardiendo, para cuando venga el que ha de venir, y que vendrá pronto.

La fe es la base del carácter cristiano y la seguridad del alma. Cuando Jesús anticipaba la negación de Pedro y lo advertía contra ella, dijo a su discípulo:

"Simón, Simón, he aquí, Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte".

Nuestro Señor estaba declarando una verdad central; era la fe de Pedro la que buscaba guardar; pues bien sabía que cuando la fe se rompe, los cimientos de la vida espiritual ceden, y toda la estructura de la experiencia religiosa se derrumba. Era la fe de Pedro la que necesitaba protección. Por eso, la solicitud de Cristo por el bienestar del alma de su discípulo y su determinación de fortalecer la fe de Pedro con su propia oración todo-prevaleciente.

En su segunda epístola, Pedro tiene esta idea en mente al hablar del crecimiento en la gracia como una medida de seguridad en la vida cristiana, y como algo que implica fructificación.

"Y además de esto", declara, "dando toda diligencia, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud conocimiento; al conocimiento dominio propio; al dominio propio paciencia; a la paciencia piedad".

En este proceso de adición, la fe fue el punto de partida: la base de las otras gracias del Espíritu. La fe fue el fundamento sobre el cual se iban a construir otras cosas. Pedro no insta a sus lectores a añadir a las obras o dones o virtudes, sino a la fe.

Mucho depende de empezar bien en este negocio de crecer en gracia. Hay un orden divino, del cual Pedro estaba consciente; y así continúa declarando que debemos dar diligencia para hacer firme nuestra vocación y elección, lo cual se hace añadiendo a la fe, lo cual, a su vez, se hace mediante la oración constante y ferviente. Así, la fe se mantiene viva mediante la oración, y cada paso dado en este agregar gracia a gracia, va acompañado de oración.

La fe que crea oraciones poderosas es la fe que se centra en una Persona poderosa. La fe en la capacidad de Cristo para hacer y hacer grandemente es la fe que ora grandemente. Así el leproso se aferró al poder de Cristo. "Señor, si quieres", gritó, "puedes limpiarme". En este caso, se nos muestra cómo la fe se centró en la capacidad de Cristo para hacer, y cómo aseguró el poder sanador.

Fue sobre este punto que Jesús cuestionó a los hombres ciegos que vinieron a él para ser sanados:

"¿Creéis que puedo hacer esto?" les pregunta. "Le dijeron: Sí, Señor. Entonces tocó sus ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho".

Fue para inspirar fe en su capacidad de hacer lo que Jesús dejó detrás de él, esa última, gran declaración, que, en última instancia, es un desafío resonante a la fe. "Todo poder", declaró, "me es dado en el cielo y en la tierra".

De nuevo: la fe es obediente; va cuando se le manda, como hizo el noble, que vino a Jesús, en los días de su carne, y cuyo hijo estaba gravemente enfermo.

Además: tal fe actúa.

Como el hombre que nació ciego, va a lavarse en la piscina de Siloé cuando se le dice que se lave. Como Pedro en Genesaret, echa la red donde Jesús manda, al instante, sin preguntas ni dudas. Tal fe quita la piedra de la tumba de Lázaro de inmediato. Una fe que ora mantiene los mandamientos de Dios y hace aquellas cosas que son bien agradables a sus ojos. Pregunta, "Señor, ¿qué quieres que haga?" y responde rápidamente, "Habla, Señor, tu siervo escucha". La obediencia ayuda a la fe, y la fe, a su vez, ayuda a la obediencia.

Hacer la voluntad de Dios es esencial para la verdadera fe, y la fe es necesaria para la obediencia implícita.

Sin embargo, a la fe se le pide, y con bastante frecuencia, que espere pacientemente ante Dios, y está preparada para los aparentes retrasos de Dios en responder a la oración. La fe no se desanima porque la oración no sea honrada de inmediato; toma a Dios en su palabra, y le permite tomar el tiempo que elija para cumplir sus propósitos, y para llevar a cabo su obra.

Hay que esperar mucho retraso y largos días de espera para la verdadera fe, pero la fe acepta las condiciones, sabe que habrá retrasos en responder a la oración, y considera tales retrasos como tiempos de prueba, en los que tiene el privilegio de mostrar su temple y la firmeza de su composición.

El caso de Lázaro fue un ejemplo de retraso, donde la fe de dos buenas mujeres fue severamente probada: Lázaro estaba críticamente enfermo, y sus hermanas enviaron a buscar a Jesús. Pero, sin ninguna razón conocida, nuestro Señor retrasó su ida al alivio de su amigo enfermo. La súplica era urgente y conmovedora: "Señor, he aquí, aquel a quien amas está enfermo", pero el Maestro no se conmueve por ella, y la solicitud ferviente de las mujeres parece caer en oídos sordos.

¡Qué prueba para la fe!

Además, la tardanza de Jesús parecía traer consigo un desastre sin esperanza. Mientras Jesús tardaba, Lázaro murió. Pero el retraso de Jesús se ejerció en interés de un bien mayor. Finalmente, hace su camino hacia la casa en Betania.

"Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto. Y me alegro por ustedes, para que crean, de que yo no estuviera allí. Sin embargo, vamos a él".

No temas, creyente tentado y probado, Jesús vendrá, si se ejerce la paciencia, y la fe se mantiene firme. Su retraso servirá para hacer que su venida sea más ricamente bendecida.

  Ora y espera. No puedes fallar. Si Cristo se retrasa, espera por Él. A su debido tiempo, vendrá, y no tardará.

El retraso es a menudo la prueba y la fuerza de la fe. Se requiere mucha paciencia cuando llegan estos tiempos de prueba. Sin embargo, la fe se fortalece esperando y orando. La paciencia tiene su obra perfecta en la escuela del retraso. En algunos casos, el retraso es de la esencia misma de la oración.

Dios tiene que hacer muchas cosas, anteriores a dar la respuesta final, cosas que son esenciales para el bien duradero de aquel que solicita un favor en sus manos.

Jacob oró, con énfasis y ardor, para ser librado de Esaú. Pero antes de que esa oración pudiera ser respondida, había mucho que hacer con y para Jacob. Se debía hacer a Jacob un hombre nuevo, antes de que Esaú pudiera serlo. Jacob tenía que ser convertido a Dios, antes de que Esaú pudiera ser convertido a Jacob.

Entre las grandes y luminosas declaraciones de Jesús sobre la oración, ninguna es más arrasadora que esta:

"De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y mayores obras que estas hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré".

¡Cuán maravillosas son estas declaraciones de lo que Dios hará en respuesta a la oración! ¡De cuánta importancia son estas palabras resonantes, precedidas, como están, por la más solemne verdad! La fe en Cristo es la base de todo trabajo y de toda oración. Todos los trabajos maravillosos dependen de oraciones maravillosas, y toda oración se hace en el nombre de Jesucristo. Increíble lección, de maravillosa simplicidad, es esta oración en el nombre del Señor Jesús. Todas las demás condiciones son depreciadas, todo lo demás es renunciado, salvo Jesús solamente. El nombre de Cristo, la Persona de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, debe ser supremamente soberano, en la hora y artículo de la oración.

Si Jesús habita en la fuente de mi vida; si las corrientes de su vida han desplazado y suplantado todas las corrientes del yo; si la obediencia implícita a él es la inspiración y fuerza de cada movimiento de mi vida, entonces él puede confiar con seguridad la oración a mi voluntad, y comprometerse, por una obligación tan profunda como su propia naturaleza, que todo lo que se pida será concedido. Nada puede ser más claro, más distinto, más ilimitado tanto en aplicación como en extensión, que la exhortación y urgencia de Cristo: "Tened fe en Dios".

La fe cubre necesidades temporales tanto como espirituales. La fe disipa toda ansiedad indebida y cuidado innecesario sobre qué se comerá, qué se beberá, qué se vestirá. La fe vive en el presente, y considera el día como suficiente para el mal de éste. Vive día a día, y disipa todos los miedos por el mañana. La fe trae gran facilidad de mente y paz perfecta de corazón.

"Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado".

Cuando oramos: "Danos hoy nuestro pan de cada día", estamos, en cierta medida, cerrando el mañana fuera de nuestra oración. No vivimos en el mañana sino en el hoy. No buscamos la gracia del mañana ni el pan del mañana. Aquellos que prosperan mejor, y sacan más provecho de la vida, son los que viven en el presente viviente. Oran mejor quienes oran por las necesidades de hoy, no por las del mañana, que pueden hacer que nuestras oraciones sean innecesarias y redundantes al no existir en absoluto.

Las verdaderas oraciones nacen de pruebas presentes y necesidades presentes.

El pan de hoy es pan suficiente. El pan dado para hoy es la garantía más fuerte de que habrá pan mañana. La victoria hoy, es la seguridad de la victoria mañana. Nuestras oraciones necesitan estar enfocadas en el presente, debemos confiar en Dios hoy, y dejar el mañana completamente en sus manos. Lo presente es nuestro; el futuro pertenece a Dios. La oración es la tarea y deber de cada día recurrente: oración diaria por necesidades diarias.

Como cada día demanda su pan, así cada día demanda su oración. Ninguna cantidad de oraciones hechas hoy será suficiente para las oraciones de mañana. Por otro lado, ninguna oración por el mañana es de gran valor para nosotros hoy. El maná de hoy es lo que necesitamos; mañana Dios verá que nuestras necesidades están cubiertas.

Esta es la fe que Dios busca inspirar. Así que deja el mañana, con sus cuidados, sus necesidades, sus problemas, en manos de Dios. No hay almacenamiento de la gracia del mañana ni de la oración del mañana; tampoco hay almacenamiento de la gracia de hoy, para satisfacer las necesidades del mañana.

 No podemos tener la gracia del mañana, no podemos comer el pan del mañana, no podemos hacer la oración del mañana. "Basta a cada día su propio mal"; y, ciertamente, si poseemos fe, también será suficiente el bien.

(Extraído, traducido y adaptado de “La necesidad de orar”, de Edward Bounds)

Fin de la primera parte. Busca la segunda, es muy completa

 

Bendiciones

Tu hermano en Cristo

Roosevelt Jackson Altez M.T.S.

Magister Estudios Teológicos “Logos Christian University”

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Saturday, May 25, 2024

La confusión del convicto

 


La confusión del convicto

 (primera de dos partes)

Cristo murió por Barrabás, uno debía morir, y fue escogido el inocente. El culpable fue redimido, pero nunca disfrutó de la experiencia. Los pocos años que le quedaban los gastó como generalmente lo hacen los exconvictos, o cualquiera de nosotros que no haya sido redimido.

De eso se trata esta lectura, de la experiencia del redimido.

Por experiencia de un redimido debemos entender la vida eterna manifestada en los fugaces momentos de la vida temporal. Pero no es esto la conciencia de sentirnos bien, o la conciencia de la presencia de Dios. Si confundimos estos sentimientos con la vida eterna, tarde o temprano nos desilusionaremos.

Cuando estamos siendo iniciados en la nueva experiencia, luego de honesta y sinceramente recibir al Salvador, somos conscientes de ella, no es gran cosa, cualquier persona cuerda es lo suficientemente sabia para no confundir la conciencia de la vida con la vida misma. Solo las etapas iniciales de nuevas experiencias producen conciencia de sí mismas, y si nos aferramos a la conciencia de las bendiciones de Dios y de Su presencia, nos convertimos en sentimentales espirituales.

Dios comenzó a introducirnos en la vida. Esta es la única característica de esta vida:

 “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna”. Juan 6:47

 ¿Qué es la vida eterna? "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero" Juan 17:3.

"Eterno" se refiere a la calidad de la vida. Nuestro Señor dice muy claramente qué no es la vida eterna, por ejemplo, Mateo 4:4; Lucas 12:15. Cada vez que Nuestro Señor habla de "vida" se refiere a la vida eterna, y Él dice: "No tenéis [esta] vida en vosotros mismos" Juan 6:53.

Los hombres tienen vida natural y vida intelectual aparte de Jesucristo. La vida que Jesucristo exhibió fue vida eterna.

Él dice: cualquier persona que crea en Mí, es decir, que se compromete conmigo, tiene esa vida. Comprometerme con Jesús significa que no hay nada que no esté comprometido. La fe es una transacción de doble vía: una destrucción deliberada de todos los caminos de regreso y una entrega completa a nuestro Señor mismo.

Dios entra de golpe inmediatamente que un alma se rinde al Señor Jesucristo. La única barrera para el amor de Dios es la incredulidad que trabaja sentimentalmente, es decir, que ronda alrededor de las costas de una experiencia que produce conciencia de sí misma; la vida no está ahí.

El Carácter Ascendente de la Vida (Juan 11:41-42) La mirada ascendente hacia Dios de la vida eterna es una indicación de la naturaleza inherente de la vida; es decir, no se alcanza mediante esfuerzo. Las características naturales, las virtudes naturales y los logros naturales no tienen nada que ver con la vida en sí misma.

Un desvergonzado y un hombre recto se comprometen ambos con Jesucristo y reciben vida eterna; ¿tendrá el último acceso más libre a Dios?

¡No! La vida eterna funciona igual en ambos. No hay acepción de personas delante de Dios. Sin embargo, la manifestación de la vida eterna es una cuestión diferente.

El Carácter Externo de la Vida: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. .Juan 3:16

 Este versículo da la perspectiva hacia el hombre de la vida eterna como se exhibe en nuestro Señor. La única forma de reaccionar correctamente en relación con los hombres a tu alrededor es permitir que la vida eterna reaccione a través de ti, y si quieres saber cómo reaccionará la vida eterna, lo verás en Jesucristo.

Nuestro Señor no fue en absoluto un trabajador arduo; fue una realidad intensa. Los trabajadores arduos son como mosquitos; la realidad es como la montaña y el lago. La vida de nuestro Señor fue de una asombrosa tranquilidad, y la presentación de Su vida como una carrera apresurada es incorrecta.

Los tres años de vida pública son una manifestación de la intensa realidad de la vida:

 “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. Hechos 10:38

 Cuando la pasión por las almas oscurece la pasión por Jesucristo, tienes al diablo en tu camino como ángel de luz. Nuestro Señor nunca tuvo prisa, nunca estuvo en pánico.

"No hay fechas en Su magnífica tranquilidad." La vida de nuestro Señor es la exhibición de la vida eterna en el tiempo. La vida eterna en el cristiano se basa en la certeza redentora; no está trabajando para redimir a los hombres; es un colaborador con Dios entre los hombres porque están redimidos.

 El Carácter Descendente de Esta Vida:

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” .2 Corintios 5:21

 La mirada descendente de la vida eterna es manifestada por nuestro Señor: una mirada sin miedo, clara y comprensiva al pecado, a la muerte y al diablo; esa es la característica inconfundible de la mirada descendente de nuestro Señor.

La imitación del diablo es la negación del pecado, del infierno y del juicio.

La realidad completa es Dios, y Él da a conocer su orden en los momentos fugaces. La redención participa del carácter de Dios, por lo tanto, no es fugaz; pero tenemos el poder y el privilegio de exhibir la redención en los fugaces momentos de nuestra vida actual.

Este es el verdadero significado de nacer de nuevo.

La civilización se basa en principios que implican que el momento pasajero es permanente.

Lo único permanente es Dios, y si pongo cualquier otra cosa como permanente, me convierto en ateo. Debo construir solo en Dios.

"Porque Dios me habló una vez, me adhiero a eso." Eres un tonto si lo haces. Aférrate al Dios que te habló. Él está hablando la palabra todo el tiempo; solo cuando somos entrenados por la obediencia podemos entenderlo.

“El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”. ver Juan 6:63

Lectura extraída, traducida y adaptada de una reflexión de Oswald Chambers

 

Bendiciones

Tu hermano en Cristo

Roosevelt Jackson Altez M.T.S.

Magister Estudios Teológicos “Logos Christian University”

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Monday, May 20, 2024

Convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio


 


Convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio

 

“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”. Juan 16:7–15

La palabra "convencer" significa convicción moral, no convicción lógica. Cuando venga el Espíritu Santo, convencerá a un hombre con un poder de convicción moral del cual es imposible escapar. Siempre que el Espíritu Santo nos acorrala, nunca convence a nuestro intelecto; está ocupado con la voluntad que se expresa en nuestro intelecto. Nunca es seguro hacer mucha introspección, pero es ruinoso no hacer ninguna. La introspección nunca puede satisfacernos, sin embargo, la introspección no es incorrecta, es correcta, porque es la única manera de descubrir que necesitamos a Dios. Es el poder introspectivo en nosotros el que se activa por la convicción de pecado.

 

I.             El Asunto del Pecado

“De pecado, porque no creen en mí”.

 Observa lo que te causa la mayor preocupación ante Dios.

 ¿Te produce una preocupación más profunda el mal social que el hecho de que las personas no crean en Jesucristo?

No fue el mal social lo que trajo a Jesucristo del cielo, fue el gran pecado primordial de la independencia de Dios lo que trajo al Hijo de Dios al Calvario. El pecado no se mide por una ley o por un estándar social, sino por una Persona.

El Espíritu Santo es inequívoco en su actuar: "y cuando él venga, convencerá al mundo respecto al pecado... porque no creen en mí”. Esa es la esencia misma del pecado. El Espíritu Santo trae convicción moral en esa línea, y en ninguna otra. Un hombre no necesita al Espíritu Santo para decirle que los pecados externos están mal; la cultura y educación ordinarias pueden hacer eso; pero sí se necesita al Espíritu Santo para convencernos del pecado como lo definió Nuestro Señor—"porque no creen en mí".

El pecado no se mide por un estándar de rectitud moral y decencia, sino por mi relación con Jesucristo.

La cuestión es, ¿estoy moralmente convencido de que el único pecado que hay a la vista del Espíritu Santo es la incredulidad en Jesús?

 

II.            El Asunto de la Justicia

“De justicia, porque yo voy al Padre”.

Si no estoy moralmente convencido con respecto al pecado, no me molestaré en pensar sobre Jesucristo yendo al Padre y teniendo todo poder en el cielo y en la tierra; pero una vez que estoy convencido de pecado y he aceptado la liberación de la incredulidad en Jesús, sé más allá de toda duda que Jesucristo es el Justo.

La sabiduría de Dios se muestra en que Jesucristo fue hecho justicia para nosotros (1 Corintios 1:30). Eso significa que Dios puede justificar justamente al injusto y seguir siendo justo.

 En la Cruz del Calvario, Nuestro Señor se revela como el Justo haciendo justos a los hombres ante Dios. Dios nunca justifica a los hombres fuera de Cristo.

Ningún hombre puede sostenerse ni un segundo en ningún derecho o justicia propia; pero mientras permanece en Cristo, Jesucristo es hecho justicia para él (ver Filipenses 3:8–9). Hoy en día, la tendencia es desviarse de "la justicia que es de Dios por fe", y poner énfasis en hacer cosas.

No puedes hacer nada en absoluto que no se convierta, en el lenguaje rudo de Isaías, "como trapos de inmundicia", si está divorciado de la fe viva en Jesucristo. Si tenemos el más mínimo anhelo de creer que podemos ser justificados por lo que hemos hecho, estamos del lado equivocado de la Cruz.

Experimentar la pérdida de mi propia bondad es la única manera de entrar en comunión con Dios en Cristo.

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. 2 Corintios 5:21

 

III.           El Asunto del Juicio

“De juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado”.

¿He llegado al juicio al pie de la Cruz? ¿Acepto el veredicto de Dios sobre el pecado dado allí? Lo que uno anhela ver más a menudo es un alma destrozada bajo la explosión convincente del Espíritu Santo.

Significa que Jesucristo ha visto el trabajo de su alma en esa persona, y es una de las vistas más raras. La mayoría de nosotros estamos complacientemente satisfechos con alabar a Jesucristo sin haber comprendido nunca lo que significa la Cruz. Decimos, "Oh Señor, quiero ser santificado", y en cualquier momento en respuesta a esa oración el Espíritu Santo puede rasgar y desgarrar tu conciencia y dejarte atónito por la convicción de pecado, y la cuestión es: ¿aceptarás el veredicto de Dios sobre el pecado en la Cruz de Cristo, o te quejarás y transigirás?

La única prueba de la espiritualidad es la santidad, una santidad práctica y viva, y esa santidad es imposible a menos que el Espíritu Santo te haya llevado a tu "último día", y puedas mirar atrás y decir "Ese fue el día en que morí completamente a mi derecho sobre mí mismo, crucificado con Cristo".

Ese es el día del cual muchos jóvenes ricos y muchas Marías de Betania se alejan tristes, con el rostro caído, porque tienen grandes posesiones de autorrespeto, grandes posesiones en cuanto a ideas de cómo quieren servir a Dios.

El "último día" es cuando un alma, atrapada por el poder y la luz del Espíritu Santo, ve el significado de la Cruz de Cristo, y va a la muerte como un criminal sentenciado. Para toda alma que ha pasado por esa experiencia, ya no hay condenación.

 

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”  Romanos 8:1

(extraído, traducido y adaptado de una lectura de Oswald Chambers)

 

Bendiciones

Tu hermano en Cristo

Roosevelt Jackson Altez M.T.S.

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Tuesday, May 14, 2024

Redención

 


Redención:

La inexplicable confianza del cristiano

 

La Cruz y el Corazón del Padre

“Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez”. Juan 12:28

“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”. Gálatas 6:14

Podemos entender los atributos de Dios de varias formas, pero solo podemos comprender el Corazón del Padre en la Cruz de Cristo. La Cruz de Cristo no es la cruz de un mártir, pero nosotros la hemos convertido en eso; La Cruz es la revelación de la Redención. Es el punto cristalizado en la historia donde la Eternidad se convierte en una sola cosa con el Tiempo.

El grito en la cruz, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" no es la desolación de un individuo aislado: es la revelación del corazón de Dios cara a cara con el pecado del hombre,  hundiéndose hasta lo más profundo, hasta donde la maldad humana puede llegar, es el desgarramiento incognoscible que se sumerge en el mar putrefacto de la naturaleza caída para que cada uno de nosotros, merecedor del infierno pueda ser absolutamente redimido. Si la Redención de Cristo no puede profundizar más allá infierno, entonces no es redención en absoluto.

Cuando el Espíritu de Dios se apodera de un hombre es siempre lo trágico lo que se resalta. La razón por la que somos tan superficiales y frívolos en lo que hemos interpretado de la Cruz, es que nunca, ni por un segundo,  nos hemos visto desde la luz de Dios.

Cuando nos vemos a la luz de Dios, la escena es tan desagradable, horrorosamente degradada, que nos deja solo dos opciones: el terminar con la pegajosa mancha, lo que fatalmente incluye acabar con nuestra vida o la Cruz de Cristo. Lo ineludiblemente condenable de gran parte de nuestra predicación moderna es que no transmite ninguna sensación de esa tragedia desesperada de la convicción del pecado.

Una vez que llega el verdadero toque de esta convicción, es un infierno en la tierra; no hay otra palabra para describirlo. Un segundo de vernos a la luz de Dios significa una agonía y angustia indescriptibles; pero la maravilla es que cuando llega la convicción, está Dios en el mismo centro de todo para salvarnos de ella.

Eso es lo que significa la Cruz de Cristo aplicada experimentalmente en nosotros. Tenemos que enfrentarnos a nosotros mismos con la revelación de la Redención, reflejada y concentrada en la Cruz de Jesucristo tal como se presenta en el Nuevo Testamento, antes de que podamos eliminar la insensatez piadosa de nuestras creencias religiosas.

Ser salvado por la Gracia de Dios no es algo patéticamente hermoso; es algo trágicamente desesperado.

 

La Cruz y la Mente del Salvador

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Mateo 16:24

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2:20

 

La evidencia de que he aceptado la Cruz de Cristo como la revelación de la Redención es que la vida regeneradora de Dios se manifiesta en mi carne mortal. En cuanto acepto la Cruz de Cristo como la revelación de la Redención, no soy, no debo ser, el mismo hombre, debo ser otro hombre, y debo tomar la cruz de mi Señor.

 La cruz es el regalo de Jesús a sus discípulos y solo puede tener un aspecto: "No soy mío".

Mi actitud de vida es que he renunciado a mi derecho sobre mí mismo. Vivo como un hombre crucificado.

A menos que se alcance esa crisis, es peligrosamente posible que mi vida religiosa termine como un fiasco sentimental. "No me importa ser salvado del infierno y recibir el Espíritu Santo, pero es demasiado esperar que renuncie a mi derecho sobre mí mismo para Jesucristo, renunciar a mi masculinidad, mi feminidad, todas mis ambiciones".

Jesús dijo: Si alguien quiere ser mi discípulo, esas son las condiciones.

Es ese tipo de cosas lo que ofendió a los discípulos históricos, y nos ofenderá a ti y a mí. Es una calumnia a la Cruz de Cristo decir que creemos en Jesús y nos complacemos todo el tiempo, eligiendo nuestro propio camino.

Nuestra salvación es una de indescriptible libertad para el corazón, la mente y el cuerpo, pero ¿reflexionamos suficientemente sobre lo que le costó a Dios hacerla nuestra?

En ciertas etapas de la experiencia cristiana, un santo no tiene cortesía hacia Dios, no tiene sentido de gratitud; está agradecido por ser liberado del pecado, pero la idea de vivir para Jesús, de estar abandonado confiadamente a Él, aún no ha comenzado a materializarse.

Cuando llegamos a la Cruz no la atravesamos y salimos por el otro lado; residimos en la vida a la que la Cruz es la puerta, y la característica de la vida es la de un profundo sacrificio a Dios.

El culto social que no está basado en la Cruz de Cristo es la blasfemia amable de la vida civilizada contra Dios, porque niega que Dios haya hecho algo, y pone el esfuerzo humano como la única manera por la cual el mundo será redimido.

Piénsalo.

Bendiciones

Tu hermano en Cristo

Roosevelt Jackson Altez M.T.S.

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Monday, May 13, 2024

Construyendo la espiritualidad II

 



Construyendo la espiritualidad —II—

1)      La Aleación del Divino y lo Humano

En el proceso de reconstrucción espiritual posterior a la guerra, la línea puramente espiritual, si ignora lo humano, resultará inútil; y lo puramente humano no será de utilidad tampoco; se requiere la amalgama, es decir, la combinación de lo divino puro y lo humano puro, no lo divino y lo pecaminoso, sino lo divino y lo humano.

Pablo no menosprecia el vaso de barro, es en el vaso de barro donde se manifiesta la excelencia del poder de Dios.

En la Encarnación vemos la amalgama de lo divino y lo humano. El oro puro no puede ser utilizado como moneda, es demasiado blando; para que el oro sea útil en la vida cotidiana, debe ser mezclado con una aleación. El oro puro de lo divino no sirve para los asuntos humanos; se necesita una aleación, y la aleación no representa el pecado, sino aquello que hace que lo divino sea útil para su uso.

Dios Todopoderoso es solo una abstracción mental para mí a menos que pueda ser algo real, y la revelación del Nuevo Testamento es que Dios se volvió real: "el Verbo se hizo carne". Jesucristo no era puramente divino, era único: divino y humano.

 La doctrina cristiana de la Encarnación no solo sostiene que "Dios fue manifestado en la carne", sino que lo mismo ocurrirá en cualquiera que reciba al Espíritu Santo: él recibe de Dios una herencia totalmente nueva, la vida del Hijo de Dios, "hasta que Cristo sea formado en vosotros". La naturaleza humana es el hogar donde lo divino se manifiesta.

Los Movimientos de Santidad suelen ignorar lo humano y basar todo en lo divino; nos dicen que la naturaleza humana es pecaminosa, olvidando que Jesucristo asumió nuestra naturaleza humana, y "en Él no hay pecado". Fue Dios quien creó la naturaleza humana, no el diablo; el pecado entró en la naturaleza humana y la separó de lo divino, y Jesucristo une lo divino puro y lo humano puro. El pecado es algo completamente erróneo y no debe ser permitido ni por un momento.

La naturaleza humana es terrenal, es sórdida, pero no es mala, lo que la hace mala es el pecado. El pecado es el resultado de una relación establecida entre el hombre y el diablo, mediante la cual el hombre se convierte en "jefe" de sí mismo, su propio dios.

Ningún hombre fue creado para ser su propio maestro, o el maestro de otros hombres; solo hay un Maestro de hombres, y ese es Jesucristo. Podemos ser fanáticos y pasar por alto lo humano, o pecaminosos y pasar por alto lo divino, o podemos convertirnos en la mezcla de lo divino y lo humano.

Ningún hombre está constituido para vivir una vida puramente divina en la tierra; está constituido para vivir una vida humana en la tierra, presenciada con Divinidad. Cuando lo divino puro entra en nosotros, tenemos la dificultad de hacer que nuestra naturaleza humana sea la sierva obediente de la nueva disposición, es difícil, ¡y gracias a Dios por eso!

Dios nos da la oportunidad de luchar. Un santo no es un ser etéreo demasiado refinado para la vida en esta tierra; un santo es una mezcla de lo divino y lo humano que puede resistir cualquier cosa.

 

2)      El Predicador y el Filósofo. . .

“le complació a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”. 1 Corintios 1:21

El predicador no está allí por derecho de su personalidad o habilidades oratorias, sino por derecho del mensaje que proclama.

En un mundo donde se valora la personal ¿Quién es el hombre que nos atrae hoy en día? El hombre con una personalidad llamativa y al que no le importa su mensaje. Pablo dijo: "¡Ay de mí si no predico el evangelio!"

Un orador despierta la naturaleza humana para hacer lo que en ella está dormido: el predicador del Nuevo Testamento tiene que mover a los hombres a hacer lo que están decididos a no hacer, es decir, renunciar al derecho sobre sí mismos para entregarse a Jesucristo; en consecuencia, la predicación del Evangelio despierta un anhelo tremendo, pero también un resentimiento igualmente intenso.

El aspecto del Evangelio que despierta el deseo en un hombre es el mensaje de paz y buena voluntad, pero debo renunciar a mi derecho sobre mí mismo para llegar allí. La base de la vida humana ha sido establecida en la Redención, y sobre la base de esa Redención cualquier hombre puede ser elevado a una relación correcta con Dios.

El Evangelio es "el poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". No hay lugar para la desesperación por parte de ningún hombre si tan solo cree en lo que el predicador del Nuevo Testamento proclama, pero se necesita creer.

Ningún razonamiento me convertirá en cristiano; solo puedo llegar a ser cristiano escuchando lo que se predica y aceptando la salvación como un regalo; pero debo pensar después de ser cristiano.

La conmoción causada por las guerras ha revelado la superficialidad de nuestro cristianismo; no hay suficiente poder moral en él para hacer que un hombre viva como discípulo de Jesucristo en su vida hogareña, y mucho menos en su vida empresarial o en su vida en el campamento.

La consecuencia es que el énfasis moral ha venido del mundo, no de la Iglesia. Necesita haber un cambio radical en muchos de nosotros que nombramos el Nombre de Cristo si vamos a estar a la altura de la nobleza y el sacrificio propio exhibido por hombres y mujeres del mundo.

Ahora es el momento en que la predicación de la Cruz tendrá una oportunidad que nunca tuvo antes. Las guerras han golpeado duramente al racionalismo, pero el racionalismo se reunirá y tomará su venganza.

Fundamentalmente, el racionalismo está podrido. La audacia del racionalismo no está en lo que hace, sino en la manera en que critica. La base de las cosas no es racional, es trágica; hay algo mal en el corazón de la vida que la razón no puede explicar.

Según el racionalismo, no hay necesidad de nacer de nuevo, "desarrolla lo mejor en ti mismo". Ese fue el diseño original de Dios para la raza humana, es decir, que el hombre debería participar en su propio desarrollo mediante una serie de elecciones morales mediante las cuales transfiguraría lo natural en lo espiritual; pero el pecado entró y surgió un hiato, una ruptura, y el desarrollo del hombre no se basa ahora en la progresión racional que Dios diseñó, sino en la Redención, que trata con la tragedia causada por el pecado.

Ningún hombre puede llegar a Dios como Jesucristo lo presenta por medio de la filosofía. El filósofo tiene visión, al igual que el poeta, pero ninguno de ellos tiene memoria; el predicador del Evangelio tiene visión y memoria; él se da cuenta de que hay una brecha entre Dios y el hombre, y sabe que la única manera de cerrar esa brecha es que Jesucristo haga que lo divino y lo humano sean uno.

El objetivo de la vida humana es ser uno con Dios, y en Jesucristo vemos lo que significa esa unidad.

En la construcción espiritual, el énfasis debe ponerse en lo que el predicador proclama, no en lo que el filósofo razona. El gran mensaje de la Encarnación es que allí lo divino y lo humano se convirtieron en uno, y la afirmación de Jesucristo es que él puede manifestar su propia vida en cualquier hombre si coopera con él.

Si voy a alimentar lo puro y divino en mi vida humana, primero debo permitir que Dios trate drásticamente con el pecado; por mi propia voluntad, debo permitir que él ponga su hacha en la raíz del pecado, y luego, cuando su vida haya entrado en mí, debo obedecerla.

¿Realmente creo el Evangelio que predico como predicador del Evangelio?

La prueba está en el alma del predicador mismo, en aquel que dice que cree el Evangelio. Por ejemplo, ¿Creo que aquel hombre que me hizo un gran mal, aquel que me frustró, puede ser presentado "perfecto en Cristo Jesús"?

Rara vez se nos enseña a pensar en estas líneas. Pensar no es de primera importancia, pero es de gran importancia secundaria.

El hombre que prefiere ser perezoso en su vida espiritual puede estar lo suficientemente bien, pero es el hombre que ha reflexionado sobre las cosas quien puede brindar ayuda inteligente a aquellos que están en dificultades.

Los hombres han sido golpeados duramente por las circunstancias, pocos de nosotros hemos podido ayudarlos, somos inarticulados, no sabemos cómo expresarnos porque no hemos reflexionado sobre ello.

 "Mi pueblo no considera", dice Dios, ellos no piensan. No estamos llamados a predicar una filosofía del pensamiento, que es la tendencia hoy en día, sino a predicar "a Jesucristo, y a él crucificado", porque esa predicación permite a Dios crear sus milagros en las vidas humanas.

Si prefiero predicar mi filosofía, evito que Dios realice sus milagros, pero cuando soy lo suficientemente sencillo como para predicar la Cruz, Dios realiza sus milagros cada vez.

Bendiciones

Tu hermano en Cristo

Roosevelt Jackson Altez M.T.S.

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