¿Quién no ha escuchado historias de pescador?
Las tales giran en torno a dos sujetos, el protagonista y la
gran pesca realizada.
¿No es cierto?
He ido a pescar muchas
veces, me gusta. Y aunque con los años la agitación por la aventura se
aplaca, siempre hay una dosis de ansiedad mientras me preparo para la jornada.
La mayor emoción del pescador es sentir el tirón en la línea,
luego de verificar que el pez mordió, y se enganchó, comienza a recoger lentamente el hilo, trayendo hacia afuera del
agua su pesca.
Y claro, cuanto más grande la presa, mayor la alegría. Y mayor
la necesidad de contarlo luego a los
amigos.
De acuerdo al tamaño, será nuestra fama.
Y seguramente lo
anecdótico del logro permanecerá en nuestra mente y en la de nuestros amigos
por largo tiempo
Pescamos como
deporte, como pasatiempo.
Pero si tuviéramos la necesidad
de pescar para comer, o para vender, pues es a lo que nos dedicamos y de ello
depende nuestra subsistencia diaria, entonces el asunto cambia. Si no pescamos,
no sólo no comemos, tampoco podemos comercializar con nuestras manos vacías. No
tenemos nada que ofrecer.
Por eso es tan importante
regresar con la bodega repleta de mercancía. Y eso cuesta. Lleva tiempo,
dedicación, malos ratos, frustraciones, y un continuo volver a empezar. A veces
las redes se recogen vacías, a veces medianamente cargadas, y muy raramente,
llenas.
Cualquiera que sea tu oficio o
profesión, seguro conoces lo frustrante que es el no haber obtenido lo que
necesitas, pese a tus esfuerzos.
Repasa
conmigo esta historia, y entenderás adonde quiero llegar:
“-… Ahora ve a las aguas más profundas y echa tus redes para pescar.
-Maestro -respondió Simón-, hemos
trabajado mucho durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero si tú lo
dices, echaré las redes nuevamente.
Y esta vez las redes se llenaron de tantos
peces, ¡que comenzaron a romperse! Un
grito de auxilio atrajo a los compañeros de la otra barca, y pronto las dos
barcas estaban llenas de peces y a punto de hundirse”
Simple, asombroso, extraordinario.
Y sobre esta historia se han
tejido, elaborado, un sinnúmero de enseñanzas. Y los pescadores no suben a los árboles, pero los
predicadores si, y se han ido por las ramas, alejándose de lo esencial del
pasaje; la provisión sobrenatural de la
necesidad.
Un sólo requisito fue necesario
para que se operara el asombroso resultado, la obediencia de Simón Pedro.
Que el veterano pescador creyera o
no, no importaba. La esencia del milagro radicó en que, por encima de la
frustración, de la incredulidad, el hombre se desplazó adonde le fue indicado y
allí hizo lo que se le requirió.
-¿Cambió la forma de operar de Dios
a través del tiempo?
-No
-¿No obtienes los resultados
esperados?
Porque la Palabra dice, pide y
recibirás, busca y encontrarás, golpea y se te abrirá.
Pero no te quedes en la seguridad
de tu espacio confortable, de la rutina que te mantiene preso en tus propios,
escasos, recursos.
Navega hacia aguas profundas. Como ciego
que es llevado de la mano, ten confianza en tu guía aunque no veas. Y cuando
escuches la voz: ahora sí, no analices y lanza tus redes al mar.
Obedece y ten confianza.
Dios es fiel. Dios no miente. Dios
no se arrepiente de lo que prometió y dijo.
¡Buena pesca!
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez
Pasaje bíblico: Lucas 5:4-7