Todos los caminos llevan a algún lado
El decir camino es referirse a movimiento, a andar.
No se
construyen caminos para darle un toque al paisaje. Son una necesidad. El hombre
marcó las primeras cicatrices de la tierra con sus pies, con su continuos
puntos suspensivos al futuro en su deambular errante.
Hizo los caminos andando,
y los fundó para unir familias, villas, pueblos. Para llevar sus animales a
pastar, sus productos al mercado. Para interactuar con sus semejantes, para ir
a la escuela, y luego a ver su futura pareja, para casarse, para sembrar y
recoger, para festejar la siega, para enterrar a sus muertos.
El camino se hizo para avanzar, para llegar a una meta.
Nadie retrocede caminando, todos marchamos hacia adelante.
Hasta llegar.
Y es curioso, o por lo menos sugestivo, que a los primeros
cristianos los llamaran los del Camino.
Y no se refería directamente a su deambular, sino a su
devoción.
Los del Camino.
Los que seguían las enseñanzas de aquel que dijo: “Yo soy el
Camino, la Verdad y la Vida”.
Vivir es dinámico, vivir es un camino, para todos. Y en
nuestro andar nos encontramos con cruces de caminos, con bifurcaciones, con
anchos caminos y con angostos caminos. Y entre todos ellos nos toca escoger.
Nadie puede elegir por nosotros, se nos puede sugerir, insistir, tentar, pero
nuestras decisiones son individuales, personales.
Eso, hablando de caminos en general.
Pero nos interesa referirnos al Camino, a ese: “Yo soy el
Camino”
Es evidente que el Maestro apuntó a una sola vía posible, a
El como la única opción para transitar. ¿Adónde?
-Al Padre.
-“Nadie va al Padre si no es por mí”.
Deducimos entonces que hay un solo camino. No se necesita
ser muy dotado, ni tener una inteligencia fuera de lo común, es claro, simple:
EL CAMINO.
Pero los primeros seguidores de ese, permítaseme redundar, camino,
eran asesinados en los senderos de las Provincias Romanas, unas veces huyendo
de persecuciones, otras buscando proclamar la buena nueva. Morían por proclamar
la excelente noticia, y ella era precisamente que se les había revelado la
inmortalidad.
La muerte ya no cobraría más víctimas.
Pero morían a la orilla de las sendas, en las cárceles,
atravesados por la espada, crucificados, despedazados por los leones, sin
defenderse, sin insultar, sin enojos.
¿Paradojal?
No
Dimensional
Si
-“No teman a los que destruyen el cuerpo”
-“Entrad por la puerta estrecha: porque el camino que lleva
a perdición es ancho y espacioso; y los que van por él, son muchos”.
Inmortalidad, Vida Eterna, Camino, Verdad.
Hay un solo sendero, y hay que pisar en su vereda,
transitarlo, y perseverar.
Decía el poeta que se hace camino al andar, y es cierto, tu
camino personal, tu relación con Cristo, se hace al andar, al avanzar en
conocerlo, en disfrutarlo. Se hace camino al ensuciarte los pies en la
hostilidad del mundo, y lavarte cada noche, con el agua viva que el mismísimo
Ungido ofreciera en las escalinatas del Templo de Jerusalén.
Es el Camino del perdón, y de la resurrección, de la Vida
Eterna (sí, ya sé, lo había dicho).
Pero hay que andar, pisar la ruda superficie, esquivar
piedras, evitar resbalones, mantener la vista fija en el objetivo, no
desfallecer.
Yo voy camino a la Verdad, a las moradas eternas, ya las
conozco: ¿Me acompañas? No es bueno andar solo.
Te saluda desde el Camino, y te invita a que lo acompañes
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez