Monday, December 24, 2012

Los del Camino


Todos los caminos llevan a algún lado

El decir camino es referirse a movimiento, a andar.
 No se construyen caminos para darle un toque al paisaje. Son una necesidad. El hombre marcó las primeras cicatrices de la tierra con sus pies, con su continuos puntos suspensivos al futuro en su deambular errante. 
Hizo los caminos andando, y los fundó para unir familias, villas, pueblos. Para llevar sus animales a pastar, sus productos al mercado. Para interactuar con sus semejantes, para ir a la escuela, y luego a ver su futura pareja, para casarse, para sembrar y recoger, para festejar la siega, para enterrar a sus muertos.
El camino se hizo para avanzar, para llegar a una meta. Nadie retrocede caminando, todos marchamos hacia adelante.
Hasta llegar.

Y es curioso, o por lo menos sugestivo, que a los primeros cristianos los llamaran los del Camino.
Y no se refería directamente a su deambular, sino a su devoción.
Los del Camino.
Los que seguían las enseñanzas de aquel que dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.
Vivir es dinámico, vivir es un camino, para todos. Y en nuestro andar nos encontramos con cruces de caminos, con bifurcaciones, con anchos caminos y con angostos caminos. Y entre todos ellos nos toca escoger. Nadie puede elegir por nosotros, se nos puede sugerir, insistir, tentar, pero nuestras decisiones son individuales, personales.
Eso, hablando de caminos en general.
Pero nos interesa referirnos al Camino, a ese: “Yo soy el Camino”
Es evidente que el Maestro apuntó a una sola vía posible, a El como la única opción para transitar. ¿Adónde?
-Al Padre.
-“Nadie va al Padre si no es por mí”.
Deducimos entonces que hay un solo camino. No se necesita ser muy dotado, ni tener una inteligencia fuera de lo común, es claro, simple: EL CAMINO.
Pero los primeros seguidores de ese, permítaseme redundar, camino, eran asesinados en los senderos de las Provincias Romanas, unas veces huyendo de persecuciones, otras buscando proclamar la buena nueva. Morían por proclamar la excelente noticia, y ella era precisamente que se les había revelado la inmortalidad.
La muerte ya no cobraría más víctimas.
Pero morían a la orilla de las sendas, en las cárceles, atravesados por la espada, crucificados, despedazados por los leones, sin defenderse, sin insultar, sin enojos.
¿Paradojal?
No
Dimensional
Si
-“No teman a los que destruyen el cuerpo”
-“Entrad por la puerta estrecha: porque el camino que lleva a perdición es ancho y espacioso; y los que van por él, son muchos”.
Inmortalidad, Vida Eterna, Camino, Verdad.
Hay un solo sendero, y hay que pisar en su vereda, transitarlo, y perseverar.
Decía el poeta que se hace camino al andar, y es cierto, tu camino personal, tu relación con Cristo, se hace al andar, al avanzar en conocerlo, en disfrutarlo. Se hace camino al ensuciarte los pies en la hostilidad del mundo, y lavarte cada noche, con el agua viva que el mismísimo Ungido ofreciera en las escalinatas del Templo de Jerusalén.
Es el Camino del perdón, y de la resurrección, de la Vida Eterna (sí, ya sé, lo había dicho).
Pero hay que andar, pisar la ruda superficie, esquivar piedras, evitar resbalones, mantener la vista fija en el objetivo, no desfallecer.
Yo voy camino a la Verdad, a las moradas eternas, ya las conozco: ¿Me acompañas? No es bueno andar solo.

Te saluda desde el Camino, y te invita a que lo acompañes

Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez

Thursday, December 20, 2012

Pérdidas costosas




Si perder una fortuna de gran valor nos causa desazón; las pérdidas que involucran sentimientos son todavía más dolorosas. ¿Y qué de la pérdida, aunque sea temporal de alguien que amamos?
Y más ¿Y qué sentiríamos si se ha puesto a nuestro cuidado a alguien extremadamente valioso, ya sea para la sociedad, ya sea para una nación; y lo  perdemos de vista? Y no podemos hallarlo.
Además de meternos en un gran lío, nos sentimos mal, muy mal.
¿Y que si lo perdimos porque lo llevamos a una celebración con nosotros, y nos pusimos a conversar, a alternar con personas que hacía un año que no  veíamos, a admirar los músicos, los bailes, las canciones?
¿Cómo nos sentiríamos?

La pascua judía, de ser un recordatorio de la libertad obtenida de la esclavitud egipcia, pasó a ser, con el correr de los años, una fiesta más, un motivo de  diversión, de alegría colectiva.

Así lo cuenta la Biblia en Lucas 2:41, prestémosle atención. Leamos más allá de las palabras, vivamos el momento:
                  “Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.
Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
Mas ellos no entendieron las palabras que les habló”


Los padres de Jesús fueron, como todos los años, a Jerusalén. Prepararon bien el viaje porque iban a pasar más de un día, se reunieron con familia y amigos para formar un grupo voluminoso, para no ser fácil presa de los ataques de ladrones y criminales.
Emprendieron la marcha, llegaron, y se unieron a la fiesta.
Y claro, cuando terminó la parranda, había que volver. Notemos que ni María ni José se percataron que Jesús no estaba con ellos. En el calor de la fiesta lo habían perdido de vista, y ni se habían dado cuenta. Tal es así que iniciaron la marcha sin él. Es más, pasó todo un día sin que advirtieran que el Hijo de Dios, puesto a su cuidado, no venía con ellos.
Ahora, acá no termina el asunto. Volvieron a Jerusalén y allí: ¡lo buscaron por tres días!
-¿Captaste? Tres Días.
¿Y dónde lo encontraron?  Vuelve atrás y confirma.
En el Templo.
Recién al tercer día se les ocurrió ir al lugar donde naturalmente tenía que estar.


Hagamos una pausa.

Tanto a María como a José se les había comunicado claramente quién era aquel niño. Todas las circunstancias, su nacimiento virginal, las profecías al octavo día por parte de Ana y de Simeón, lo pusieron muy en claro, aquel era el Cristo, el Hijo de Dios.
Antes del nacimiento, el ángel le dijo a María: “ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
Y a José: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS,  porque él salvará a su pueblo de sus pecados”

Volvamos al relato.
Se supone que en aquella fiesta, la gran figura era Dios, quien los había sacado del yugo de Egipto, entonces, lógicamente, toda la celebración tenía que girar en torno al templo.
Pero no era así. Recordaban la fiesta pero no el porqué.
Otro detalle, cuando encontraron a Jesús, ¡lo culparon por extraviarse!
Le dijeron: ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.

No, no me malentiendas.
Acá el asunto no es culpar a José ni a María.
Es aprender de lo que sucedió.
Y viene muy al caso en esta temporada de celebraciones, donde la fiesta central es Navidad.
Navidad, natividad, nacimiento. ¿De quién? De Cristo.
Tal como los padres terrenales de Jesús, la inmensa mayoría de nosotros olvidamos de que se trata la celebración. Subimos a la fiesta a festejar, pero perdemos de vista al agasajado.
Hemos perdido a Cristo.

Y los pocos que le buscamos no sabemos dónde está. Nos lleva mucho más tiempo encontrarlo que perderlo, y eso, si lo encontramos.
No lo buscamos en el templo, porque el templo está cerrado.

Pero un momento: ¿Dónde está el templo?
Ni sabemos dónde está. Tal como José y María no entendemos nada.
Y eso que está muy cerca, o debería.

Está en nuestro corazón, en nuestro espíritu, cuidando de los asuntos de Padre.
¿Y cuáles son los asuntos del Padre?, nos preguntamos.
-Nuestra salvación.

Feliz Navidad
Bendiciones
Te saluda
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez

edicionesdelareja@gmail.com
email: raltez@gmail.com

¿Como se puede nacer de nuevo?

¿Como se puede nacer de nuevo?



Es seguro que en nuestra condición natural, como nacimos, estamos condenados al fuego del infierno. Entonces: ¿es todo esfuerzo vano?
Es una pregunta que trasciende las edades. Los filósofos griegos llegaron a varias conclusions al respecto: la escuela epicúrea decía que había que darse todos los gustos, ya que el cuerpo no podia hacer nada por salvar el alma, ¿para qué negarle sus apetencias?; los estoicos decían que no, que al cuerpo había que tratarlo duramente. Y allí no termina, estaban los cínicos, que se burlaban de todo, los cirenaicos, seguidores der Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates, qu se conocían como los hedonistas y  que buscaban el placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de ser de la vida.
Todos más o menos hacían lo que hacemos hoy, buscar la forma de vivir lo mejor posible, o como el consejo a la madrileña: “dale a tu cuerpo alegría Macarena”.
Pero ¿qué dijo Jesús?
Veamos: “—De cierto, de cierto te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le preguntó:
—¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
Respondió Jesús:
—De cierto, de cierto te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es. Juan 3
Parece complicado, pero es sencillo.
Si no naces de nuevo, tu vida depende de tu cuerpo y su asociada para delinquir, tu mente.
Si naces de nuevo, tienes vida eterna en el espíritu.
Como Nicodemo seguía sin entender, entonces Jesús le aclaró:
-Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. – Se refería a ser levantado en la Cruz del Calvario, donde fue visto por todos.
En resumen, si crees que Jesús murió por tus pecados, y que Dios lo levantó de entre los muertos al tercer día, que resucitó y que actúa en tu beneficio delante de Dios, y si lo declaras con tu boca, serás salvo.
Si quieres saber más al respecto, lee los artículos relacionados con el tema en esta página, y mejor aún, abre la Biblia en el Evangelio de Juan, léelo con atención, el Espíritu de Dios te iluminará, y te hará entender en sabiduría como lograr la salvación eterna, la tuya y la de tu familia.
Bendiciones y la Paz de Dios en Cristo Jesús
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez