Saturday, February 23, 2013

Discipulado Bíblico 4ta semana

Los dos caminos


Podemos decir, sin temor a equivocarnos que nuestra vida es un camino. En este particular sendero, que va desde el nacimiento a la muerte, no se lleva la cuenta de los pasos dados, de los metros, kilómetros recorridos. Nuestro camino se cuenta en unidades de tiempo. Segundos, minutos, horas, días, meses, años,  son hitos, son mojones que marcan nuestro andar sin retorno.
Es un camino que recorremos con pesados fardos sobre nuestras espaldas. Cargas que nos dificultan el andar, que enlentecen nuestros pasos. Jesús lo sabe y nos invita a dejar las cargas a sus pies y cargar en cambio, su liviano yugo.
En este camino de la vida tomamos decisiones; nos enfrentamos a bifurcaciones del sendero donde debemos decidir si tomamos a derecha o a izquierda. Y como nunca hemos pasado por allí, nuestra razón, nuestra mente, estudia las opciones antes de elegir. Y tal como sucede en un cruce de caminos natural, estudiamos cuál de los que podemos tomar tiene mejores veredas, está pavimentado, tiene menos subidas, si es escarpado o no. Y por supuesto, elegimos aquel que se ve más atractivo, menos duro,  más nivelado.
Pero antes de continuar con el paralelismo, debemos aclarar que hay una diferencia importante con el ejemplo dado. En un sendero o carretera natural, si nos equivocamos existe la posibilidad de volver atrás y seguir por el otro camino, por la opción que al principio desechamos. Pero en la vida no es así, primero porque el tiempo no deja de transcurrir, segundo porque lo que hacemos no puede ser desecho. Nuestras malas decisiones acarrean consecuencias que no pueden borrarse. No podemos dar un giro de ciento ochenta grados en la vida. Sólo podemos redirigir nuestros pasos para tratar de encontrar aquella ruta que rehusamos tomar en primer lugar.
Y algunos ya experimentamos que no el camino más atractivo, menos duro en apariencia, es el mejor.
Jesús lo enseña así: “Entren por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la encuentran” Mateo 7:13-14
Es duro levantarse temprano a trabajar, sabiendo que al final del día lo que ganemos apenas alcanzará para pagar la renta y comer; (¿dije apenas?, perdón), más gustoso es quedarse bebiendo cerveza hasta tarde, conversando con los amigos (¿dije más gustoso?, perdón), y preocuparse mañana por lo que ha de venir.
Si mentimos, pretendemos cubrir nuestras faltas, si robamos, pretendemos apoderarnos de lo que no ganamos. La puerta ancha, o el camino ancho, lo son en apariencia.
Pero sigamos con nuestro deambular por ese sendero.
Digamos que hemos llegado a un lugar donde el camino se bifurca. Hay dos opciones. Miramos al de la derecha y vemos que es cuesta arriba, que su superficie es irregular y que hay piedras en abundancia, maleza a los lados con espinas que pueden herirnos la piel, o rasgarnos el vestido. En cambio el que sigue hacia la izquierda es ancho, parejo y bien nivelado. Claramente, la mejor opción es el de la izquierda. Agreguemos que llevamos en nuestra espalda nuestras pertenencias, para nosotros muy valiosas. Si tomáramos el de la derecha, tendríamos que dejar algo de nuestra carga, y todo es importante para nosotros, no podemos deshacernos de estos tesoros. Es más, no es sólo el valor, hay algunos de los que tenemos miedo de desprendernos, que en realidad no sabemos si nos sirven o no, pero ¿qué haríamos sin ellos?.
Como en el dibujo de arriba, elegimos el de la izquierda. Pero es tan sólo cuando damos el primer paso que nos damos cuenta de que alguien nos estaba observando, sentado junto a un peñasco, medio oculto por la sombra de un árbol,  justo en la separación de las dos vías.
El silencioso observador seguro nos vio acercarnos y presenció nuestra lucha interior por decidir. Pero no abrió su boca hasta que retomamos la marcha.
Entonces nos preguntó: 
-¿Estás seguro que esa es la mejor decisión?
Nos sorprende la voz. Sin dar demasiada importancia a su apariencia, respondemos casi sin pensar:
-¿Por qué no?
-Porque ese camino no lleva a ningún lado. Termina en un gran abismo que se supone que debía ser atravesado por un puente que nunca fue construido. La promesa de un gobernante mentiroso, que no tenía los medios para tender el puente, ni la voluntad. Un engaño premeditado. Él y su administración se limitaron a hacer el camino y no colocaron ninguna señal de advertencia.
Y agregó:
-Casi todos toman ese camino. Ninguno vuelve.
A esta altura tú piensas: ¿Son solo patrañas o es verdad lo que dice?
Y le preguntas:
-¿Tú como sabes?
-No necesito decirte como sé, pero te puedo avisar que conozco los dos caminos y que no tengo necesidad de advertirte sobre nada. Lo tomas o lo dejas; de todos modos, siempre va a ser tu decisión.
Dicho esto, se levanta y se va, y te deja a solas para que decidas.
 Tú y tu carga.
Y hasta aquí llega el ejemplo.
Si quieres leer la entrega completa de la cuarta semana de discipulado entra en www.iglesiaheroesdelafe.org, en discipulado bíblico.
Bendiciones
Tu hermano en Cristo

Roosevelt Altez


http://vidadedevocion.blogspot.com/          email: raltez@gmail.com


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