Monday, May 13, 2013

María, la madre de Jesús - Una reflexión en el Día de las Madres



Para resaltar la importancia de las madres dentro de los creyentes, esto es, los que reconocen el nacimiento virginal de Jesucristo, su eterna existencia, y su sustancia común con el Padre y el Espíritu Santo, se hace mención muchas veces a María, la madre de Jesús.
Aunque no es necesario poner de manifiesto esta relevancia, puesto que todo ser nacido en esta tierra, ha sido procreado en un vientre de mujer, el Día de las Madres ha pasado a ser uno de los más importantes días internacionalmente reconocido. Y, más allá de los regalos y las salutaciones, es claro que nos toca el corazón en nuestra natural existencia al recordar a la que nos dio la vida.
María, la madre de Jesús, fue, sin lugar a dudas, una mujer excepcional, una gran madre.
Aquí cabe la pregunta: ¿Qué es lo que la pone por encima de todas las madres, en la mente de algunos creyentes?
Y por supuesto, lo que la eleva a esa posición es el fruto de su vientre: Jesús.
Ahora, desde Eva hasta la fecha, todas las madres han parido de una forma semejante, con dolor. Este dolor es producto de la maldición de Dios por la desobediencia de la primer pareja, Adán y Eva.
Génesis  3:16: “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos;”
Entonces no el dar a luz, ni el dolor que le produjo lo que la elevó, sino el fruto. Es decir, la importancia no está en la madre, sino en el hijo.
Repasemos el pasaje de Lucas 1:28: “Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres”
Salve es un saludo tradicional de la época, pero enseguida se le dice: “muy favorecida”.
María recibe el favor de Dios. ¿Qué es un favor? Entre otras definiciones y de acuerdo al contexto, es un privilegio, una concesión que ser recibe de una autoridad. Es decir, Dios la ha favorecido con el encargo dado de recibir en su vientre a Aquel que “Se hizo carne y habitó entre nosotros”. Y por esa razón ella es bendita entre las mujeres del momento histórico en que Dios, y no ella, hace la elección.

 

A continuación el ángel (en hebreo malaj – mensajero), le dice: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios”.
¿Qué es la gracia? Hay dos definiciones que se aplican a este caso, la primera: Beneficio, concesión gratuita; y la que sigue, en la que se menciona a la Deidad: “Ayuda sobrenatural y don otorgado por Dios al hombre para el logro de la bienaventuranza”
Pero hubo en aquella adolescente, casi mujer, algo que la hizo merecedora del favor de Dios.
María estaba ya casada con José. De acuerdo a las reglas del casamiento judío, el novio desposaba a la mujer al pedirla en matrimonio a sus padres, específicamente al padre de la novia. Y ella quedaba al cuidado del mismo hasta que el novio hubiera preparado la casa para recibirla y la fiesta de bodas.
María eligió engendrar en su vientre al hijo de Dios, aún sin haber conocido varón, y sin importarle los riesgos de tal decisión, que eran muchos: “Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” Lucas 1:38
El cántico de María pone de manifiesto su subordinación y su (por ella misma) reconocida posición delante de Dios: “Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”

 

Lo que sigue del cántico contiene la exaltación del nombre de Dios, de su fuerza, de su poder, y de su misericordia.
Dice al final del cántico: “Socorrió a Israel (Jacob) su siervo, Acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre” Lucas 1:54-55
Jesús había sido prometido al pueblo judío, antes de que fuera pueblo, antes de que fueran judíos (de la tribu de Judá) y aún antes de que fueran hebreos (ivri- los que cruzaron). La venida de Jesús estaba contenida en la promesa que Dios hizo a Abraham, y luego fue incluida en la promesa a David: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino” 2 Samuel 7:12
“El cual procederá de tus entrañas”. Dios está diciendo que de la simiente de David llegará el Salvador del Mundo. No menciona a María en ese momento, porque no es relevante el nombre, sino la Simiente, el Cristo.
La grandeza de María radica en su humildad, su obediencia y en el riesgo en que incurrió al parir al hijo antes del tiempo establecido para su unión física con el hombre con el que estaba casada.
La acusación de adulterio de María, y el desprecio de ser hijo bastardo de Jesús son repetidamente expuestas por los fariseos. La propia Biblia lo declara, cuando Jesús los acusa de ser hijos del diablo: “Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios” Juan 8:41
Por supuesto que ser la madre del Verbo encarnado le da a María un lugar de privilegio entre todas las mujeres, y tiene el merecido título de “bienaventurada”
Pero ese mismo privilegio, título obtenido en humildad y obediencia, debe ser honrado debidamente.

 

Y es una deshonra para ella el ser llamada Madre de Dios. Dios es eterno, no puede tener madre, Dios es Espíritu, no puede tener madre de carne. Eso es sacrílego, y está reñido con el contenido bíblico, que es la propia Palabra de Dios, viva y eterna.
Si vamos a honrar a María en el Día de las Madres, hagámoslo desde la dimensión natural, humana, de su función de madre, y de su obediencia como sierva de Dios.
No deshonremos su memoria otorgándole los atributos sobrenaturales del permanente favor delantede Dios. No idolatremos su figura, puesto que es violar flagrantemente el Mandamiento plasmado en Éxodo 20:4-5: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”
Su función de madre cesó por mandato del mismo Jesús, antes de expirar, y por lo tanto antes de resucitar. El Jesús resucitado no puede tener madre, porque es eterno, no tiene principio ni fin. Es el Cordero inmolado desde antes de la creación del mundo.
 

 

“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” Juan 19:25-27
María, como todos los santos (por definición: apartados para Dios), espera su resurrección en el lugar, en el paraíso destinado para ello, junto con el Lázaro de Lucas 16 y de todos los muertos en Cristo.

Si te gusta, comparte

Puedes comunicarte con nosotros a edicionesdelareja@gmail.com 

 

Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez


No comments:

Post a Comment