Thursday, March 6, 2014

Ese es otro cantar….




El Cantar de los Cantares no es un cantar cualquiera. Es otro tipo de cantar.
¿Lo has leído?
-Creo que me apresuré.
-Antes debo preguntarte si sabes dónde está, y de qué se trata.
Está en la Biblia, en el Antiguo Testamento, y forma parte de los libros poéticos, dentro de los cuales el más importante –por su extensión- es el Libro de los Salmos.

Este Cantar es un conjunto de cinco poesías unidas con un tema central.
Su autor es, sin lugar a dudas, el Rey Salomón.
En el primer libro de Reyes se dice de Salomón que: “Compuso tres mil proverbios y mil cinco canciones”
Es interesante que este libro se divide en cinco partes, como si las Sagradas Escrituras hubieran querido especificar que mil fueron otras canciones y a estas en particular separarlas del resto del cuerpo de composiciones.

Algunos dicen que no merecía ser incluido en la Biblia. Pero debemos recordar que Pablo expresó que: “Toda la Escritura es inspirada por Dios” 2 Timoteo 3

Pero antes de que lo leas debo advertirte que debes hacerlo en el espíritu ¿Cómo? Pídele al Santo Espíritu que te muestre el tesoro oculto que contiene.
Es un poema de amor. Y la unión de Jesús con su iglesia puede bien ser expresada como la mayor expresión de Amor desde y hasta la Eternidad. Y de eso se trata el Cantar, del amor de Cristo y su iglesia, reflejado en la pureza del amor entre un hombre y una mujer. Recordemos que la relación de la Iglesia cristiana con el Redentor es asumida por Jesús como la unión eterna entre Su Persona y la novia, es decir la Iglesia de Cristo.

Al final del Libro de Apocalipsis habla de las Bodas del Cordero. Y Jesús habló de sí mismo como “el novio”, en reiteradas oportunidades.

Pero veamos un extracto de este precioso tesoro, listo para ser descubierto:
“Yo dormía, pero mi corazón velaba,
y pude escuchar la voz de mi amado:
«Hermana y amiga mía;
mi palomita inmaculada,
¡déjame entrar!
Tengo la cabeza empapada de rocío;
¡escurre por mi pelo la lluvia de la noche!»
 -¡Pero ya me he desnudado!
¿Cómo he de volver a vestirme?
¡Ya me he lavado los pies!
¿Cómo he de volver a ensuciarlos?»
4 Se conmovieron mis entrañas
cuando mi amado introdujo la mano
por la apertura del cerrojo.
5 Me levanté para abrirle a mi amado.
Por mis manos y mis dedos
corrían las gotas de mirra
hasta caer sobre la aldaba.
    Le abrí a mi amado,
pero él se había marchado ya.
                                                Cantar 5:2-6

La novia habla, dice que duerme pero su corazón está despierto. ¿No es hermoso? Si has estado enamorado o enamorada entiendes lo que ella expresa.
El novio ha estado ocupado, mientras la novia se ha ido a la cama.
Cristo ha estado ocupado, pero la iglesia duerme. Se ha ido confortablemente a la cama. Al lugar más acogedor de su casa, se ha escondido en su rutina diaria. Pero el novio trabaja. “Hasta ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo” Juan 5:17
La iglesia dice, ya me metí en la cama. La novia dice: “¡Pero ya me he desnudado! ¿Cómo he de volver a vestirme? ¡Ya me he lavado los pies! ¿Cómo he de volver a ensuciarlos?”

-Espera. Quizás no entendiste. La novia añoraba la presencia de su amado. Pero como se había acostado, se había lavado y se sentía muy bien, no se levantó al llamado del novio.
Entonces dice que se conmovieron sus entrañas. Algo nos dice, como iglesia que no debemos permanecer impasibles al llamado de Cristo. Pero nos damos vuelta en la cama y seguimos recostados. Nuestras emociones, en el alma, mezcladas con el llamado de nuestro espíritu, digo, del Espíritu Santo, que reside en nuestro interior, nos dice: “levántate”
La novia lo hace, pero tarde. El novio ya se ha ido.

Y mira la parte más hermosa de este pasaje. El novio introduce su mano por el visor de la puerta y toca la aldaba del lado interior, pero no abre.
Somos nosotros los que tenemos que abrirle a Cristo. Él nos hace notar su presencia, pero jamás nos ha forzado ni nos obliga a aceptarlo.
En el tiempo en que la historia fue escrita no se dejaba una tarjeta en la puerta. Se dejaba el más caro perfume, como recordatorio de que había estado el novio.
Lee de nuevo: “Por mis manos y mis dedos corrían las gotas de mirra hasta caer sobre la aldaba”
Cristo ha tocado tu corazón y ha dejado su indeleble perfume sobre ti, pero como no has despertado a tiempo, ahora no sientes su presencia.
El Espíritu Santo es sumamente gentil, no te fuerza a nada, pero se retrae al sentirse rechazado.
Te anhela celosamente, pero no te fuerza.

Hay mucho más para descubrir en este Cantar. Atrévete a buscarlo.

Tu hermano en Cristo
Roosevelt J Altez

Pastor MTS

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