Tuesday, April 1, 2014

¿Por qué Dios permite las guerras?


Una excelente pregunta, puesto que Dios es Amor, ¿cómo puede permitir que los hombres se maten unos a otros?

Pero la difícil respuesta se hace más complicada cuando ejércitos organizados matan civiles: ¿Por qué Dios permite esos genocidios?

La mayoría de los cristianos no encuentran una respuesta razonable a la interrogante. Y no hay respuesta razonable, bajo la lupa humana, natural.

Pero no vayamos tan rápido. 

Varias veces en el Antiguo Testamento vemos a Dios ordenando la destrucción de ciudades enteras. 

Cuando envía a Saúl, primer rey de Israel, a tomar Amalec dice: “Voy a castigar a Amalec por el mal que les hizo a los israelitas cuando los atacó al salir de Egipto, y les impidió que siguieran su camino. Así que ve y mata a los amalecitas; destruye todo lo que tienen. No les tengas compasión a sus hombres ni a sus mujeres, y ni siquiera a sus niños de pecho; ni a sus vacas, ovejas, camellos y asnos”  1 Samuel 15

Y en Josué 8:25-28 dice:  “Aquel día cayeron doce mil de los de Hai, entre hombres y mujeres. Josué no dejó de apuntar con su lanza hasta que la ciudad de Hai y sus habitantes fueron destruidos por completo. En conformidad con lo que el Señor le había dicho a Josué, los israelitas se apropiaron de los animales y de los despojos de la ciudad, Y Hai quedó reducida a escombros y asolada para siempre, porque Josué mandó que la quemaran”

Y si lees el Libro de Lamentaciones verás que Dios no perdona ni a su propio pueblo Israel. 

Dice Lamentaciones 2:20-22
“Ponte a pensar, Señor: ¿A quién has tratado así? ¿Acaso han de comerse las madres a sus hijos, fruto de sus entrañas? ¿Acaso dentro de tu santuario han de asesinar a sacerdotes y profetas? En las calles, por los suelos, yacen cuerpos de niños y viejos; mis doncellas y mis jóvenes han muerto a filo de espada.
¡En el día de tu furor mataste y degollaste sin misericordia!
De todas partes convocaste al terror, como si convocaras a una fiesta. En el día de tu furor, nadie, Señor, pudo escapar con vida. A los hijos que tuve y mantuve, el enemigo los aniquiló"

Aquí podemos apreciar Israel destruyendo y siendo destruido. 

¿La causa? La misma: Idolatría, desobediencia, orgullo, ausencia de miedo y respeto a Dios.

Puede parecer inhumano, y es.

O no.
A un asesino, la justicia humana, ¿no lo condena a muerte, a cadena perpetua?
A un transgresor, violador, estafador, ladrón ¿no lo condena la justicia?

Nos atrevemos a decirle al Creador que es muy severo.

Pero ¿desde cuándo lo humano gobierna a Dios? 

¿Cuándo y dónde la vasija le dijo al alfarero: “no me gusta cómo me hiciste?
¿Has sabido de gallinas protestando al granjero porque no les gusta la comida?
¿Te has enterado de algún burro en huelga de hambre porque lo hacen trabajar muy duro?
¿Has visto vacas deprimidas porque los humanos se comieron a sus hijos?

Si asumimos nuestra real posición de seres creados, desobedientes, orgullosos, y carentes de respeto, antes de culpar a Dios por los aniquilamientos sean a filo de espada, sean por causas naturales u otras, debemos autoanalizarnos, y ver la decadencia terrible en la que estamos sumergidos. 

No es que esto nos consuele, apenas va a servir para que entendamos lo irreversible de la corrupción humana y la tremenda necesidad que tenemos de Dios.

Y si crees que Dios es malo, recuerda: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” Juan 3:16

Tu hermano en Cristo
Roosevelt J Altez
Escríbenos a raltez@gmail.com 


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