Friday, June 17, 2022

Sequedad espiritual

 


Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré;

Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida,

Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.

Salmo 27:4

 

El contenido de la oración es el combustible que enciende el fuego del sacrificio agradable al Señor. Y a menudo la leña está mojada.

Para entrar en tema y a título de ejemplo: supongamos que estamos viendo una película apta para todo público, con bajo contenido de violencia y una trama interesante. Una vez que termina y antes de irnos a dormir, nos disponemos a orar, leemos el pasaje bíblico del día, un salmo y comenzamos. Cuidadosamente nos humillamos delante de Dios, pedimos perdón por nuestros pecados, alabamos su santidad y nos recordamos en voz alta del sacrificio de Cristo. Tenemos de antemano pensado lo que íbamos a pedir y lo hacemos.

Pero no sentimos nada.

Y ese es un gran problema.

Es la falta de deseo genuino, desde lo más profundo, insustituible. Es el anhelo insaciable de estar en la presencia de Dios, de sentirlo, de tener la seguridad que está ahí, que nos escucha. Es sentir su amor.

Esa actitud contiene elección, voluntad, y fuego.

¿Qué fuego?

—“¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” Lucas 24:32

Ese fuego.

El ardor de corazón, provocado por digerir el libro, es decir, hacerlo parte de nuestro momento, entrar en el mismísimo asunto. Sumergirnos en el rio de Dios.

La oración que tiene estas características es genuina y específica.

Es el deseo santo ayudado por la dedicación plena, es la absorción de lo leído. Es vivir la Palabra.

Si lo hacemos dedicadamente, transitamos de lo real a lo espiritual, y entendemos nuestras necesidades en ese precioso ámbito, y nuestro deseo de comunicarnos crece. Sin darnos cuenta hemos entrado en la presencia de Dios, en la hermosura de su Santidad.

Los seres humanos pensamos todo el día, aun sin querer. Tenemos que detener la vorágine y conducir nuestra mente. Debemos hacerlo en forma puntual, con la intención de sumergirnos en las profundidades del espíritu.

Decía el rey David en el Salmo 42: “Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas”

En esas circunstancias la oración es genuina, es un clamor, como cuando “el ciervo brama por las corrientes de las aguas” (Salmo 42:1)

Nos salva de divagar con nuestros pensamientos hacia lagunas insípidas, alejados del Rio de Dios.

Bendiciones

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Tu hermano en Cristo

Roosevelt  Jackson Altez.  M.T.E.

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