Unos de los
grandes guerreros de la antigüedad fue Nimrod.
Podemos
compararlo con uno de esos héroes mitológicos llevados a la pantalla grande,
tales como Conan el bárbaro, o el rey escorpión, o la espuria versión de un
todopoderoso Sansón que debía su poder al largo de su cabello nunca cortado.
Dice la
Biblia de este Nimrod que fue un gran cazador delante (enfrentado) a Dios. Es
decir, no dependía para nada del Creador, se valía por sí mismo.
Y esta es
la actitud común del ser humano, es para lo que vivimos y por lo que nos
esforzamos día a día.
El sexo
femenino se esfuerza por aparecer hermoso, brillar resplandecientes, mostrar sus bellos cuerpos,
su estilizada figura, ser atrayentes. La idea femenina es de utilizar su poder
de atracción para poder: primero, erigirse por encima de sus pares, y segundo, mediante el astuto uso de su
hermosura, seducir, cautivar a los “guerreros” para luego “domesticarlos” para
que hagan su voluntad.
Claro que
no todos eligen el físico culturismo; otros estudian mucho y sobrepasan en
conocimiento a sus iguales, de esa manera se imponen. Otros se vuelcan por los
deportes, tratan de alcanzar la excelencia como medio de ser conocidos. Están
los que eligen el camino político, la dirigencia, el liderazgo.
Sea lo que sea el
común denominador es el mismo: sobresalir, ser conocido, o al menos sobrevivir
por nuestras propias fuerzas.
Y para ser
exitosos necesitamos salud, entre otras cosas.
Y parece
que cuando más la necesitamos es cuando comienzan los tropiezos. Nos ponemos
mal, y no podemos realizar lo que teníamos previsto, llevar a cabo nuestros
planes.
Faltamos al
trabajo, a la universidad, no podemos entrenar. No alcanzamos las metas
fijadas, nos desesperamos.
Y como decían
los personajes del chapulín colorado: ¿Y ahora, quién podrá defenderme?
En ese
preciso momento nos acordamos de Dios.
Y elevamos
nuestras oraciones en busca de ser sanados de nuestras dolencias.
-Silencio
-Dios no responde
Entonces
nos preguntamos: ¿me estará escuchando? ¿se acordará de mí? ¿No quiere sanarme?
Una
respuesta a esta última pregunta es qué tipo de cura, sanación necesitas.
¿física o espiritual?. Porque más a menudo de lo que creemos estamos casi
desahuciados espiritualmente pero nos interesa solo el estar bien de salud para
seguir adelante sin acordarnos de Dios.
Y entonces
nos percatamos que el silencio, o la negativa a curarnos físicamente, es la
forma de sanarnos en el espíritu.
Debemos
puntualizar que el Señor Jesús nos recordó estas prioridades cuando dijo, en
Mateo 18: “Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y
échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos
manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer,
sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que
teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego”
Pablo, el
apóstol, se refiere a una afección de la cual pidió ser sanado, lo relata en la
segunda carta a los corintios, capítulo dos: “Y para que la grandeza de las
revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne,
un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera;
respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha
dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por
tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose
sobre mí el poder de Cristo” (versículos 7 al 9).
De estos
pasajes y de varios más deducimos que nuestro concepto de felicidad no es el
mismo que el de Dios.
Mientras
discrepemos con Él a este respecto, siempre perderemos.
Quizás este
otro versículo pueda arrojar un poco más de luz al asunto: “No se gloríe el
sabio de su sabiduría, Ni se gloríe el poderoso de su poder, Ni el rico se
gloríe de su riqueza; Pero si alguien se gloría, gloríese de esto: De que Me
entiende y Me conoce, Pues Yo soy el SEÑOR que hago misericordia, Derecho y
justicia en la tierra, Porque en estas cosas Me complazco,” declara el SEÑOR.
Jeremías 9:23
Te
preguntarás entonces: ¿En qué quedamos?
Pues en
nada, porque nada somos en nosotros mismos, pero perlas de gran precio en el
Señor.
¿Cómo
quiere Dios que seamos? ¿Cuál es el modelo a seguir?
Si quieres
que el Padre te conteste, el modelo es el Hijo.
-¿Parece duro?
-Lo es.
Y no eres
el primero en darte cuenta.
Fíjate qué
le sucedió a este joven rico:
“Jesús
salía ya para seguir su camino, cuando un hombre llegó corriendo, se arrodilló
delante de él, y le preguntó: -Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la
vida eterna?
Jesús le
dijo: -¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie que sea bueno, sino sólo Dios.
-Ya conoces
los mandamientos: No mates. No cometas adulterio. No robes. No des falso
testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.
Aquel
hombre le respondió:
-Maestro,
todo esto lo he cumplido desde mi juventud.
Jesús lo
miró y, con mucho amor, le dijo:
-Una cosa
te falta: anda y vende todo lo que tienes, y dáselo a los pobres. Así tendrás
un tesoro en el cielo. Después de eso, ven y sígueme.
Cuando
aquel hombre oyó eso, se afligió y se fue triste, porque tenía muchas
posesiones”
El Señor no
le reprochó sus posesiones terrenales, pero vio que el corazón del joven estaba
demasiado apegado a ellas como para seguirlo.
Ese mucho
amor subrayado significa compasión, dolor sobrenatural al saber con antelación
que lo terrenal aprisionaba al joven y no lo dejaría hallar el “camino, la
verdad y la vida”
-¿Entonces
Dios no quiere que yo me sane?
Tu pregunta
viene al caso.
Dios quiere
que te sanes, quiere que vivas en abundancia, que tengas para dar, que sonrías,
que seas feliz.
Pero fíjate
en las prioridades del Todopoderoso (y su Hijo, por supuesto):
“Por lo
tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas
les serán añadidas” Mateo 6:33
Ahora el
gran secreto:
El poder de
Dios se perfecciona en tu debilidad.
Así que la
próxima vez que pidas y pidas y nada suceda, vuelve acá y dale una releída a
este artículo.
Y no te
olvides que:
…”de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”
Bendiciones
Tu hermano
en Cristo
Roosevelt Altez