Monday, January 7, 2013

Debilidad que conviene


Unos de los grandes guerreros de la antigüedad fue Nimrod.
Podemos compararlo con uno de esos héroes mitológicos llevados a la pantalla grande, tales como Conan el bárbaro, o el rey escorpión, o la espuria versión de un todopoderoso Sansón que debía su poder al largo de su cabello nunca cortado.

Dice la Biblia de este Nimrod que fue un gran cazador delante (enfrentado) a Dios. Es decir, no dependía para nada del Creador, se valía por sí mismo.

Y esta es la actitud común del ser humano, es para lo que vivimos y por lo que nos esforzamos día a día.

El sexo femenino se esfuerza por aparecer hermoso, brillar  resplandecientes, mostrar sus bellos cuerpos, su estilizada figura, ser atrayentes. La idea femenina es de utilizar su poder de atracción para poder: primero, erigirse por encima de sus pares,  y segundo, mediante el astuto uso de su hermosura, seducir, cautivar a los “guerreros” para luego “domesticarlos” para que hagan su voluntad.

Claro que no todos eligen el físico culturismo; otros estudian mucho y sobrepasan en conocimiento a sus iguales, de esa manera se imponen. Otros se vuelcan por los deportes, tratan de alcanzar la excelencia como medio de ser conocidos. Están los que eligen el camino político, la dirigencia, el liderazgo.

Sea lo que sea el común denominador es el mismo: sobresalir, ser conocido, o al menos sobrevivir por nuestras propias fuerzas.

Y para ser exitosos necesitamos salud, entre otras cosas.

Y parece que cuando más la necesitamos es cuando comienzan los tropiezos. Nos ponemos mal, y no podemos realizar lo que teníamos previsto, llevar a cabo nuestros planes.
Faltamos al trabajo, a la universidad, no podemos entrenar. No alcanzamos las metas fijadas, nos desesperamos.

Y como decían los personajes del chapulín colorado: ¿Y ahora, quién podrá defenderme?
En ese preciso momento nos acordamos de Dios.

Y elevamos nuestras oraciones en busca de ser sanados de nuestras dolencias.

 -Silencio
 -Dios no responde

Entonces nos preguntamos: ¿me estará escuchando? ¿se acordará de mí? ¿No quiere sanarme?
Una respuesta a esta última pregunta es qué tipo de cura, sanación necesitas. ¿física o espiritual?. Porque más a menudo de lo que creemos estamos casi desahuciados espiritualmente pero nos interesa solo el estar bien de salud para seguir adelante sin acordarnos de Dios.

Y entonces nos percatamos que el silencio, o la negativa a curarnos físicamente, es la forma de sanarnos en el espíritu.

Debemos puntualizar que el Señor Jesús nos recordó estas prioridades cuando dijo, en Mateo 18: “Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego”

Pablo, el apóstol, se refiere a una afección de la cual pidió ser sanado, lo relata en la segunda carta a los corintios, capítulo dos: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (versículos 7 al 9).

De estos pasajes y de varios más deducimos que nuestro concepto de felicidad no es el mismo que el de Dios.

Mientras discrepemos con Él a este respecto, siempre perderemos.
Quizás este otro versículo pueda arrojar un poco más de luz al asunto: “No se gloríe el sabio de su sabiduría, Ni se gloríe el poderoso de su poder, Ni el rico se gloríe de su riqueza; Pero si alguien se gloría, gloríese de esto: De que Me entiende y Me conoce, Pues Yo soy el SEÑOR que hago misericordia, Derecho y justicia en la tierra, Porque en estas cosas Me complazco,” declara el SEÑOR. Jeremías 9:23

Te preguntarás entonces: ¿En qué quedamos?

Pues en nada, porque nada somos en nosotros mismos, pero perlas de gran precio en el Señor.

¿Cómo quiere Dios que seamos? ¿Cuál es el modelo a seguir?

Si quieres que el Padre te conteste, el modelo es el Hijo.

 -¿Parece duro?
 -Lo es.

Y no eres el primero en darte cuenta.
Fíjate qué le sucedió a este joven rico:
“Jesús salía ya para seguir su camino, cuando un hombre llegó corriendo, se arrodilló delante de él, y le preguntó: -Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?

Jesús le dijo: -¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie que sea bueno, sino sólo Dios.

-Ya conoces los mandamientos: No mates. No cometas adulterio. No robes. No des falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.

Aquel hombre le respondió:
-Maestro, todo esto lo he cumplido desde mi juventud.

Jesús lo miró y, con mucho amor, le dijo:
-Una cosa te falta: anda y vende todo lo que tienes, y dáselo a los pobres. Así tendrás un tesoro en el cielo. Después de eso, ven y sígueme.
Cuando aquel hombre oyó eso, se afligió y se fue triste, porque tenía muchas posesiones”
El Señor no le reprochó sus posesiones terrenales, pero vio que el corazón del joven estaba demasiado apegado a ellas como para seguirlo.

Ese mucho amor subrayado significa compasión, dolor sobrenatural al saber con antelación que lo terrenal aprisionaba al joven y no lo dejaría hallar el “camino, la verdad y la vida”

-¿Entonces Dios no quiere que yo me sane?

Tu pregunta viene al caso.

Dios quiere que te sanes, quiere que vivas en abundancia, que tengas para dar, que sonrías, que seas feliz.
Pero fíjate en las prioridades del Todopoderoso (y su Hijo, por supuesto):

“Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” Mateo 6:33

Ahora el gran secreto:

El poder de Dios se perfecciona en tu debilidad.
Así que la próxima vez que pidas y pidas y nada suceda, vuelve acá y dale una releída a este artículo.

Y no te olvides que:
…”de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”

Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Roosevelt  Altez



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