....pues ellas hablan de mí
Mucho se ha escrito sobre la Biblia;
pero poco se ha leído.
Encontramos en nuestro deambular
cristiano, toda clase de creyente, y muchas iglesias (congregaciones), y en
todas hay un factor común: la falta de conocimiento de las Escrituras. Esto
lleva a la profusión de denominaciones, doctrinas, discrepancias, pero, sobre
todo, distrae en el esfuerzo de alcanzar la meta para recibir la corona de
vida. No es nuestra intención, ni lo vamos a hacer, el discrepar con nadie.
Seguramente algunos pocos (aunque sea uno) será llamado a la reflexión y
retornará a escudriñar la Palabra de Dios.
Una advertencia, nadie aprende a
nadar en el desierto.
Hemos utilizado, como referencia y
consulta: la Biblia, por supuesto; el sitio www.biblehub.com, y el libro de Howard y William
Hendricks “Living by the Book” -El arte y ciencia de leer la Biblia-.
El Señor dijo, en Juan 5:39:
“Escudriñad las Escrituras, pues ellas hablan de mí”
Escudriñar en
griego es: ἐραυνᾶτε,
transliterado; eraunate. Y aparece en también en los siguientes pasajes:
Juan 7:52: “ Respondieron y
le dijeron: ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha
levantado profeta”
Romanos 8:27:
“Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu,
porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”
1 Corintios
2:10: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu
todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”
1 Pedro
1:10-11: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros,
inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y
qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual
anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían
tras ellos.”
Apocalipsis
2:23: “ Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las
iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os
daré a cada uno según vuestras obras.”
El idioma
español cuenta con este verbo sumamente descriptivo. En inglés no existe, deben
usar “buscar” o “buscar con diligencia”
También es
relevante el hecho de que, en los pasajes que aparece, a excepción de Juan
7:52, donde la acción es recomendada para negar a Cristo; el escudriñar es una
tarea divina del Espíritu Santo, quien indaga, escarba, busca, entra en lo más
recóndito del ser humano, y en lo más profundo de Dios. Esto debería llamarnos
a reflexionar sobre lo que Jesús nos manda hacer, por diversas razones: la
fundamental es que, cuanto más nos adentramos en el estudio, en el indagar,
rumiar, degustar las Escrituras (aunque a veces nos resulten amargas), es que
es el medio más efectivo para aumentar la fe, que viene precisamente
haciéndolo. La otra razón, paralela a ésta, es que nuestra fe sale fortalecida,
y podemos testificar, razonablemente, el porqué de nuestra esperanza. El escudo
de la fe es invulnerable cuando la mente conoce en profundidad el significado de
las palabras (la Palabra de Dios), sabe dónde se encuentran, quién las dijo, y
cual fue, es y será el galardón o las consecuencias de su conocimiento o falta
del mismo. La puesta en práctica, en la oración, nos afirma en el diálogo con
Dios, en lo que pedimos, en lo que necesitamos, y en la fidelidad del Creador,
Padre e Hijo, como seguridad que nos escuchan, y responden.
Pero lo más
importante es el regocijo que nos sobreviene al entender en profundidad el Plan
Eterno de Dios, el saber que Él está allí, disponible en todo momento. El
conocer el temor reverente de alguien que nos ama con amor eterno, y por esa
razón prolonga sobre nosotros su divina misericordia.
Como
cristiano, el estudiar la Biblia no es una opción, es esencial. El no hacerlo
trae aparejados riesgos enormes.
Enumeramos
algunas razones:
1. Se debe crecer continuamente. No hay
término medio, si no creces, disminuyes. Al igual que el crecimiento normal de
un ser humano, no podemos detenernos. Y la Biblia compara el alimento, desde la
leche materna a la comida sólida.
Como dice en 1
Pedro 2:2: “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no
adulterada, para que por ella crezcáis para salvación,”
La palabra
clave acá es “actitud”, y también hambre. Como el recién nacido toma el biberón
o el seno materno con sus manos extrae el alimento primero, esencial, así el
cristiano debe tener sed, necesidad, de la Palabra.
2.- La otra
palabra que a veces confundida con hambre, es apetito, no es cualquier palabra,
no es cualquier alimento, es la Escritura. El Salmo 19:10 dice: “Y dulces más
que miel, y que la que destila del panal”,
¿A quién no le
gusta la miel?
Algunos saben
que es alimento, y leen, y estudian, pero les sabe a hierba seca cuando la
mastican.
Pero aquellos
que se deleitan en ella, la saborean, es dulce, es sabrosa, es alimento para el
alma.
3.- La otra palabra es
propósito; ¿Cuál es el propósito de leer, de estudiar, de escudriñar las
escrituras?: ¡Ellas hablan de Cristo! Y ese es el fin, el crecer a la imagen de
Cristo. Es una transformación asombrosa.
Hemos visto
como un gusano se transforma en mariposa, y no lo podemos creer, el insecto feo,
desagradable, se convierte en un ser increíble, precioso. Y no es una buena
comparación.
4.- El estudiar la Biblia nos hace madurar
espiritualmente:
Dice en
Hebreos 5:11-14: “Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de
explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Porque debiendo ser
ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a
enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis
llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de
la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el
alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso
tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.”
El autor dice
que tiene “mucho que decir” pero que es “difícil de explicar”. ¿Diremos que no
hay revelación? ¿Culparemos al Espíritu Santo? No, es que no tenemos “oídos
para oír”, nos hemos vuelto sordos.
¿Por qué?
Porque no le
dedicamos suficiente tiempo. Cada día que pasa sin leer con deseo, ahínco, sed,
nos vamos quedando sordos, deja de interesarnos.
¿Cómo
medirnos?, el autor lo dice: cuando tenemos discernimiento del bien y el mal.
No es conocimiento lo que adquirimos, es sabiduría, que implica obediencia.
No queremos
extendernos demasiado, nos contentamos conque hoy hayan llegado hasta acá.
En la próxima
hablaremos, entre otras cosas, de la efectividad espiritual.
Mientras,
pueden leer 1 Timoteo 3:16-17.
Les saluda
Su Hermano en
Cristo
R.J. Altez M.T.S.
Email: edicionesdelareja@gmail.com
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