Sunday, December 3, 2023

El Amor Supremo


   

El Amor Supremo

"Dios es la fortaleza de mi corazón" Salmo 73:26.

 

¿A quién pertenece el amor? Si es que pertenece a alguien.

El sentido de pertenencia sobre un sentimiento parece no encajar, porque ¿hay uno o más dueños del amor?

De acuerdo con la Biblia “el amor es de Dios”, es más, el pasaje aclara que el que no ama, no ha conocido a Dios, porque “Dios es amor” 1 Juan 4:7-9

Entonces Dios manda amarlo, pero eso no es posible para aquellos que no lo conocen.

El mandato de Dios:

"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas; este es el primer mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" Marcos 12:30-31

Según la Sagrada Escritura, el amor más valioso del corazón humano no es para nuestra especie, sino para Dios. Nuestro Señor enseñó claramente a sus discípulos que, si iban a vivir la vida en el espíritu, debían renunciar a la vida natural, a la vida ordinaria, sensata, saludable y mundana.

El amor supremo no es sentido por corazón humano. Eso que llamamos amor, la mayoría de las veces se aplica a lo natural: sentir amor, hacer el amor, enamorar, amar con locura.

Naturalmente no amamos a Dios, desconfiamos de Él; es más, al pensar, tendemos a aplicar a Dios lo que debería aplicarse a Satanás.

Satanás utiliza los problemas de esta vida para difamar el carácter de Dios; intenta hacernos creer que todas las calamidades, miserias y males provienen de Dios.

Acá se revela la importancia de amar a Dios por encima de todo, como lo ordena la Biblia, lo que sugiere que la forma más elevada de amor no es parte del ser humano, ya que éste tiende a desconfiar de Dios de forma inherente.

Hemos llegado a definir el amor, en su sentido más elevado, como la preferencia soberana de una persona por otra persona.

Pero ese no es el amor de Dios.

Y lo podemos apreciar cuando somos transformados por la Gracia de Dios. La señal más fehaciente de que la Gracia de Dios ha hecho su obra en mi corazón es que amo a Jesucristo no débil o tibiamente, no intelectualmente, sino apasionada, personal y devotamente sobre cualquier otro amor en mi vida.

A eso se refiere Cristo cuando dice:

“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” Lucas 14:26

Podemos definir el amor supremo como una devoción apasionada y abrumadora a Jesucristo, superando a todos los demás amores en la vida de una persona.

 

El amor viene de Dios

Romanos 5:5 expresa:

"El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado"

Pablo no dice que la capacidad para amar a Dios se derrama en nuestros corazones, él dice "el amor de Dios se derrama". La Biblia solo conoce un amor en este contexto, y es el amor supremo y dominante de Dios. Jesucristo enseña que, si hemos experimentado la Gracia en nuestros corazones, mostraremos a nuestros semejantes el mismo amor que Dios nos ha mostrado:

 "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros" Juan 13:34

La obra de la gracia de Dios en el corazón de una persona se evidencia mediante un amor profundo y apasionado por Jesús.

El corazón natural, no quiere el Evangelio. Aceptaremos las bendiciones de Dios y Su bondad, pero llega la confrontación cuando el Espíritu de Dios nos dice que debemos renunciar al control de nosotros mismos y permitir que Él nos gobierne.

Entendemos lo que Pablo quiere decir cuando enuncia que la "mente carnal" (que reside en el corazón) "es enemistad contra Dios".

 ¿Estamos dispuestos a que Dios no suprima ni contrarreste, sino que cambie completamente la disposición dominante de nuestro corazón? La maravillosa obra de la gracia de Dios es que, a través de la Expiación, Dios puede cambiar el centro de mi vida y colocar allí una devoción suprema y apasionada hacia Él mismo.

Como dijimos antes, el corazón humano se opone al Evangelio y a menudo prefiere las actividades mundanas sobre las espirituales.

El hombre natural no gusta de los mandamientos de Dios; no los acepta, los oculta y los ignora. Jesús dijo que el primer mandamiento es: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas".

Los hombres ponen el segundo mandamiento primero: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". El gran clamor hoy es "amor por la humanidad". El gran clamor de Jesús es "amor por Dios primero", y este amor, el amor más alto, la devoción apasionada suprema de la vida, proviene del centro interno.

¡Qué descanso nos sobreviene cuando el amor de Dios se ha derramado en mi corazón por el Espíritu Santo! Me doy cuenta de que Dios es amor, no amoroso, sino amor, algo infinitamente más grande que lo que llamamos amor.

De ahí la severidad de Dios. No existe tal cosa como que la Justicia de Dios pasa por alto el pecado. Ahí es donde las personas cometen el gran error con respecto al amor; dicen: "Dios es amor y, por supuesto, perdonará el pecado".  NO, Dios es amor santo y no puede perdonar así. Jesucristo no vino a perdonar el pecado; vino a salvarnos de nuestros pecados. La salvación de Jesucristo elimina al "pecador" de mi corazón y planta al "santo". Esa es la maravillosa obra de la gracia de Dios.

La prueba de que el corazón natural del hombre no quiere el Evangelio de Dios se demuestra mediante la resistencia del corazón contra la obra del Espíritu de Dios:

 "No, no me opongo a ser perdonado, no me importa ser guiado y bendecido, pero es demasiado radical pedirme que renuncie a mi derecho sobre mí mismo y permitir que el Espíritu de Dios tenga un control absoluto de mi corazón".

Esa es la resistencia natural. Pero, ¡qué alegría inefable e indescriptible cuando somos uno con Dios, uno con Jesucristo y uno con cada creyente la abrumadora caricia del amor filial de Dios!

 

Bendiciones

 

         Tu hermano en Cristo

         Roosevelt Jackson Altez

         Magister Estudios Teológicos “Logos Christian University”

 

  

Escríbenos a: edicionesdelareja@gmail.com

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