Monday, December 11, 2023

El guardián de los manantiales







La toma de decisiones de grupos comunitarios, consejos de ciudades, o gobiernos, no siempre son basadas en hechos, siendo común los apresuramientos, y el no tomar en cuenta los antecedentes del caso. Una vez resuelta y aplicada la medida las consecuencias no tardan en sacar a la luz el error y sus porqués.

Raramente se revierte la medida, pues hacerlo es admitir la equivocación, algo que los humanos evadimos siempre que nos es posible.

Quienes nos ocupamos de indagar sobre el comportamiento humano, somos sensibles a las historias, anécdotas y leyendas que han permanecido o que se repiten de tanto en tanto, y que el viento lleva y distribuye a su antojo por el mundo.

Como no existe pecado nuevo, y encontramos la piedra en que tropezamos una y otra vez, sacamos, de tanto caer y  levantarnos, conclusiones. A veces aprendemos, otras no.

Esta historia nos llegó a lomos de la brisa que sopla sobre los Alpes austríacos, hacia los mares. Seguro la detuvo una vela y se deslizó a cubierta, donde un inmigrante la hizo suya, y al desembarcar en las costas, la liberó mojada de amor por la tierra que dejara atrás:

“Habla de un solitario habitante de una floresta tranquila de Austria, en la ladera de una montaña que mira al oriente. Atraídos por la quietud y la belleza inefable del paraje, algunos lugareños erigieron sus viviendas entre los estanques naturalmente creados por las vertientes de agua cristalina, que nacían en los manantiales ocultos en la floresta, y corrían cantarinos hasta el lugar.

Para mantener la diáfana belleza de esas corrientes, el consejo recién formado de la villa, contrató a un silencioso morador de las verdes espesuras, con el cometido de cuidar que las fuentes se mantuviesen libres de hojarasca, ramas caídas y cualquier otro objeto que pudiera caer en los manantiales, como también en su camino de descenso, hasta los estanques.

Silenciosamente, fiel a su cometido, el guardián de los manantiales recorría con frecuencia todas las nacientes de agua, removiendo cualquier cosa que pudiera enturbiar la pureza de los afluentes que bajaban alegres de la montaña.

El pueblo comenzó a ser conocido y visitado por turistas ávidos de la pureza natural de aquellas aguas. Agregando más atractivo a la hermosura derivada de su incontaminada naturaleza, cisnes nadaban sobre las mansas superficies y anidaban a sus orillas. Granjeros se beneficiaban de las riquezas contenidas en el vital regalo. Con ellas irrigaban sus plantíos, obtenían saludables frutas y verduras, agradables a la vista y el paladar.

Restaurantes estratégicamente ubicados permitían a los visitantes disfrutar de la excelente comida mientras se extasiaban con el paisaje.

Así pasaron los años, como pasaba el silencioso guardián en la floresta, inadvertidamente.

Una tarde, en su reunión semestral, el consejo del pueblo se ocupó en revisar el presupuesto comunitario. A uno de los integrantes le llamó la atención el salario que se pagaba a aquel oscuro personaje de las espesuras, por algo que parecía inverosímil, cuidar los manantiales.

El tesorero preguntó: ¿Quién es ese viejo? ¿Por qué lo mantenemos año tras año? Tan lejos como yo sé, no nos reporta ningún beneficio. ¡Definitivamente, no lo necesitamos! Y sin más, por voto unánime, decidieron prescindir de los servicios del veerano guardián.

Pasaron varias semanas y nada sucedió. Pero al principio del otoño, los árboles comenzaron a perder sus hojas. Ramas se quebraban y caían en los torrentes, interrumpiendo el fluido murmullo.

Una tarde, alguien notó un color amarillento, en las aguas que bajaban, todavía poco perceptible. Pocos días después el color se tornó marrón. Pasando una semana, una película de babosidad espesa apareció flotando en los estanques y un olor nauseabundo se elevó de la superficie, y se extendió por los bancos arenosos de sus orillas. Los molinos de agua se enlentecieron hasta parar por completo. Los cisnes abandonaron el hábitat, al igual que los turistas. Enfermedades desconocidas hicieron su aparición en la villa.

Avergonzados, los integrantes del consejo llamaron a una reunión extraordinaria, confesaron su tremendo error, y volvieron a contratar al viejo guardián de los manantiales. En unas pocas semanas las corrientes y estanques retomaron su pureza”

Se extraen varias enseñanzas de esta historia.

La pureza del manantial, que brota de la tierra, quedando así expuesto a los contaminantes, es como la pureza de los niños. Y nosotros somos los guardianes de esos manantiales. Especialmente los padres y los maestros.

Cada día se deben revisar las inocentes aguas de sus corazones y sus mentes, y retirar todas las ideas maliciosas, las palabras vanas y ociosas, y toda mala interpretación debe ser corregida.

Los padres que no cuidan de la inocencia de sus hijos son responsables por los torrentes putrefactos de sus acciones cuando crecen. Los maestros que no cuidan celosamente de lo que enseñan, no sólo no guardan la inocencia, están arrojando contaminantes a sus vertientes.

Los gobiernos que no analizan cuidadosamente el contenido del material didáctico y la bibliografía de consulta de los medios de enseñanza son culpables del desvío de las generaciones futuras. Peores aún son aquellos que obligan a los maestros a enseñar textos donde el odio generacional y las diferencias políticas son manifiestas. Están envenenando los manantiales.

Jesús dijo: “Dejad que los niños vengan a mi” Mateo 19:14, y también en el capítulo 18:3 dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe”

A medida que crecemos, el descreimiento gana terreno en nosotros, nos endurecemos y ya no somos capaces de entender los pensamientos de los pequeños, nos enojamos con ellos, los reprendemos y los obligamos a crecer prematuramente. La presencia de Dios retrocede, el Espíritu se arrincona en lo profundo y allí permanece hasta que alguien lo despierta.

"...de la abundancia del corazón habla la boca" Mateo 12:34

Y debemos ser estos “alguien”. Jesús expresó nuestra razón de ser: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada en un monte no se puede esconder” … “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres” También nos comparó con la sal de la tierra, y dijo que si no salamos, si no le damos un gusto cristiano, de bondad y misericordia a nuestros congéneres, no servimos para nada, sino para: “ser echados fuera y hollados por los hombres”

Es una enorme responsabilidad. ¿La asumes?

 

Bendiciones

Tu hermano en Cristo

 Roosevelt Jackson Altez

Magister Estudios Teológicos “Logos Christian University”

 

Escríbenos a: edicionesdelareja@gmail.com

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https://iglesiaheroesdelafe.blogspot.com/2013/01/el-guardian-de-los-manantiales.html

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