Monday, December 24, 2012

Los del Camino


Todos los caminos llevan a algún lado

El decir camino es referirse a movimiento, a andar.
 No se construyen caminos para darle un toque al paisaje. Son una necesidad. El hombre marcó las primeras cicatrices de la tierra con sus pies, con su continuos puntos suspensivos al futuro en su deambular errante. 
Hizo los caminos andando, y los fundó para unir familias, villas, pueblos. Para llevar sus animales a pastar, sus productos al mercado. Para interactuar con sus semejantes, para ir a la escuela, y luego a ver su futura pareja, para casarse, para sembrar y recoger, para festejar la siega, para enterrar a sus muertos.
El camino se hizo para avanzar, para llegar a una meta. Nadie retrocede caminando, todos marchamos hacia adelante.
Hasta llegar.

Y es curioso, o por lo menos sugestivo, que a los primeros cristianos los llamaran los del Camino.
Y no se refería directamente a su deambular, sino a su devoción.
Los del Camino.
Los que seguían las enseñanzas de aquel que dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.
Vivir es dinámico, vivir es un camino, para todos. Y en nuestro andar nos encontramos con cruces de caminos, con bifurcaciones, con anchos caminos y con angostos caminos. Y entre todos ellos nos toca escoger. Nadie puede elegir por nosotros, se nos puede sugerir, insistir, tentar, pero nuestras decisiones son individuales, personales.
Eso, hablando de caminos en general.
Pero nos interesa referirnos al Camino, a ese: “Yo soy el Camino”
Es evidente que el Maestro apuntó a una sola vía posible, a El como la única opción para transitar. ¿Adónde?
-Al Padre.
-“Nadie va al Padre si no es por mí”.
Deducimos entonces que hay un solo camino. No se necesita ser muy dotado, ni tener una inteligencia fuera de lo común, es claro, simple: EL CAMINO.
Pero los primeros seguidores de ese, permítaseme redundar, camino, eran asesinados en los senderos de las Provincias Romanas, unas veces huyendo de persecuciones, otras buscando proclamar la buena nueva. Morían por proclamar la excelente noticia, y ella era precisamente que se les había revelado la inmortalidad.
La muerte ya no cobraría más víctimas.
Pero morían a la orilla de las sendas, en las cárceles, atravesados por la espada, crucificados, despedazados por los leones, sin defenderse, sin insultar, sin enojos.
¿Paradojal?
No
Dimensional
Si
-“No teman a los que destruyen el cuerpo”
-“Entrad por la puerta estrecha: porque el camino que lleva a perdición es ancho y espacioso; y los que van por él, son muchos”.
Inmortalidad, Vida Eterna, Camino, Verdad.
Hay un solo sendero, y hay que pisar en su vereda, transitarlo, y perseverar.
Decía el poeta que se hace camino al andar, y es cierto, tu camino personal, tu relación con Cristo, se hace al andar, al avanzar en conocerlo, en disfrutarlo. Se hace camino al ensuciarte los pies en la hostilidad del mundo, y lavarte cada noche, con el agua viva que el mismísimo Ungido ofreciera en las escalinatas del Templo de Jerusalén.
Es el Camino del perdón, y de la resurrección, de la Vida Eterna (sí, ya sé, lo había dicho).
Pero hay que andar, pisar la ruda superficie, esquivar piedras, evitar resbalones, mantener la vista fija en el objetivo, no desfallecer.
Yo voy camino a la Verdad, a las moradas eternas, ya las conozco: ¿Me acompañas? No es bueno andar solo.

Te saluda desde el Camino, y te invita a que lo acompañes

Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez

Thursday, December 20, 2012

Pérdidas costosas




Si perder una fortuna de gran valor nos causa desazón; las pérdidas que involucran sentimientos son todavía más dolorosas. ¿Y qué de la pérdida, aunque sea temporal de alguien que amamos?
Y más ¿Y qué sentiríamos si se ha puesto a nuestro cuidado a alguien extremadamente valioso, ya sea para la sociedad, ya sea para una nación; y lo  perdemos de vista? Y no podemos hallarlo.
Además de meternos en un gran lío, nos sentimos mal, muy mal.
¿Y que si lo perdimos porque lo llevamos a una celebración con nosotros, y nos pusimos a conversar, a alternar con personas que hacía un año que no  veíamos, a admirar los músicos, los bailes, las canciones?
¿Cómo nos sentiríamos?

La pascua judía, de ser un recordatorio de la libertad obtenida de la esclavitud egipcia, pasó a ser, con el correr de los años, una fiesta más, un motivo de  diversión, de alegría colectiva.

Así lo cuenta la Biblia en Lucas 2:41, prestémosle atención. Leamos más allá de las palabras, vivamos el momento:
                  “Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.
Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
Mas ellos no entendieron las palabras que les habló”


Los padres de Jesús fueron, como todos los años, a Jerusalén. Prepararon bien el viaje porque iban a pasar más de un día, se reunieron con familia y amigos para formar un grupo voluminoso, para no ser fácil presa de los ataques de ladrones y criminales.
Emprendieron la marcha, llegaron, y se unieron a la fiesta.
Y claro, cuando terminó la parranda, había que volver. Notemos que ni María ni José se percataron que Jesús no estaba con ellos. En el calor de la fiesta lo habían perdido de vista, y ni se habían dado cuenta. Tal es así que iniciaron la marcha sin él. Es más, pasó todo un día sin que advirtieran que el Hijo de Dios, puesto a su cuidado, no venía con ellos.
Ahora, acá no termina el asunto. Volvieron a Jerusalén y allí: ¡lo buscaron por tres días!
-¿Captaste? Tres Días.
¿Y dónde lo encontraron?  Vuelve atrás y confirma.
En el Templo.
Recién al tercer día se les ocurrió ir al lugar donde naturalmente tenía que estar.


Hagamos una pausa.

Tanto a María como a José se les había comunicado claramente quién era aquel niño. Todas las circunstancias, su nacimiento virginal, las profecías al octavo día por parte de Ana y de Simeón, lo pusieron muy en claro, aquel era el Cristo, el Hijo de Dios.
Antes del nacimiento, el ángel le dijo a María: “ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
Y a José: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS,  porque él salvará a su pueblo de sus pecados”

Volvamos al relato.
Se supone que en aquella fiesta, la gran figura era Dios, quien los había sacado del yugo de Egipto, entonces, lógicamente, toda la celebración tenía que girar en torno al templo.
Pero no era así. Recordaban la fiesta pero no el porqué.
Otro detalle, cuando encontraron a Jesús, ¡lo culparon por extraviarse!
Le dijeron: ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.

No, no me malentiendas.
Acá el asunto no es culpar a José ni a María.
Es aprender de lo que sucedió.
Y viene muy al caso en esta temporada de celebraciones, donde la fiesta central es Navidad.
Navidad, natividad, nacimiento. ¿De quién? De Cristo.
Tal como los padres terrenales de Jesús, la inmensa mayoría de nosotros olvidamos de que se trata la celebración. Subimos a la fiesta a festejar, pero perdemos de vista al agasajado.
Hemos perdido a Cristo.

Y los pocos que le buscamos no sabemos dónde está. Nos lleva mucho más tiempo encontrarlo que perderlo, y eso, si lo encontramos.
No lo buscamos en el templo, porque el templo está cerrado.

Pero un momento: ¿Dónde está el templo?
Ni sabemos dónde está. Tal como José y María no entendemos nada.
Y eso que está muy cerca, o debería.

Está en nuestro corazón, en nuestro espíritu, cuidando de los asuntos de Padre.
¿Y cuáles son los asuntos del Padre?, nos preguntamos.
-Nuestra salvación.

Feliz Navidad
Bendiciones
Te saluda
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez

edicionesdelareja@gmail.com
email: raltez@gmail.com

¿Como se puede nacer de nuevo?

¿Como se puede nacer de nuevo?



Es seguro que en nuestra condición natural, como nacimos, estamos condenados al fuego del infierno. Entonces: ¿es todo esfuerzo vano?
Es una pregunta que trasciende las edades. Los filósofos griegos llegaron a varias conclusions al respecto: la escuela epicúrea decía que había que darse todos los gustos, ya que el cuerpo no podia hacer nada por salvar el alma, ¿para qué negarle sus apetencias?; los estoicos decían que no, que al cuerpo había que tratarlo duramente. Y allí no termina, estaban los cínicos, que se burlaban de todo, los cirenaicos, seguidores der Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates, qu se conocían como los hedonistas y  que buscaban el placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de ser de la vida.
Todos más o menos hacían lo que hacemos hoy, buscar la forma de vivir lo mejor posible, o como el consejo a la madrileña: “dale a tu cuerpo alegría Macarena”.
Pero ¿qué dijo Jesús?
Veamos: “—De cierto, de cierto te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le preguntó:
—¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
Respondió Jesús:
—De cierto, de cierto te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es. Juan 3
Parece complicado, pero es sencillo.
Si no naces de nuevo, tu vida depende de tu cuerpo y su asociada para delinquir, tu mente.
Si naces de nuevo, tienes vida eterna en el espíritu.
Como Nicodemo seguía sin entender, entonces Jesús le aclaró:
-Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. – Se refería a ser levantado en la Cruz del Calvario, donde fue visto por todos.
En resumen, si crees que Jesús murió por tus pecados, y que Dios lo levantó de entre los muertos al tercer día, que resucitó y que actúa en tu beneficio delante de Dios, y si lo declaras con tu boca, serás salvo.
Si quieres saber más al respecto, lee los artículos relacionados con el tema en esta página, y mejor aún, abre la Biblia en el Evangelio de Juan, léelo con atención, el Espíritu de Dios te iluminará, y te hará entender en sabiduría como lograr la salvación eterna, la tuya y la de tu familia.
Bendiciones y la Paz de Dios en Cristo Jesús
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez

Tuesday, July 3, 2012

Si Dios es Todopoderoso: ¿porqué permite el sufrimiento?


Si Dios es Todopoderoso: ¿por qué permite el sufrimiento?
Esta es una pregunta cuya respuesta es difícil de aceptar para aquellos que no creen que la BIblia sea el libro inspirado por Dios, y escrito por cuarenta autores en un lapso de mil quinientos años. La razón es que Dios habla a través de las Sagradas Escrituras y en ellas se expone claramente el porqué del sufrimiento.
Pero comencemos con dos ejemplos, y éstos derivados de dos preguntas. La primera: ¿los niños nacen buenos o malos? Muchos pueden responder que el niño es bueno y se hace malo. Observemos la conducta de cualquier pequeño y fácilmente deduciremos que hace mal sin haber aprendido a hacerlo. Cuando no tienen más de tres o cuatro años, patean, escupen, desobedecen constantemente, no quieren comer, quieren hacer lo que a ellos les place, les dan berrinches, chillan como desaforados, se tiran al suelo, se enojan.
El segundo, supongamos que soy un o una adolescente sensible y que sufre por la maldad humana. Entonces planteamos, está bien, le pediremos a Dios que acabe con la maldad, pero como Dios es Perfecto, acabará con toda obra de maldad, de acuerdo a sus altos, perfectos parámetros. Entonces ya nadie podrá fumar, nadie podrá relacionarse sexualmente sin casarse o fuera del matrimonio, nadie podrá beber para emborracharse, nadie podrá tomar drogas, nadie podrá insultar, ni decir palabras obscenas, ni altisonantes, nadie podrá enojarse cuando le dicen algo que le duele, aunque sea verdad. Y podríamos seguir indefinidamente.
Estos dos ejemplos nos muestran que el ser humano, aun antes de aprender nada es malo, o en otras palabras, nace naturalmente en pecado y para pecar, y su concepto de la maldad a ser erradicada es parcial. Digámoslo con un ejemplo, una relación sexual fortuita, deja una muchacha embarazada, como no puede abortar, tiene una niña que regala y que a su vez termina en un orfanato, esta niña es abusada cuando muy joven, con violencia, a tal punto que es dejada por muerta en la calle. Esos mismos jóvenes, es decir su generación censurará y acusará a Dios del brutal acto de maldad, pero no dejarán de hacer lo que ellos quieren, en lo que encuentran pasajera satisfacción, lo que se les antoja
Ahora a la respuesta. Desde el punto de vista bíblico, el sufrimiento está íntimamente relacionado con la caida, y la maldición consecuencia de ella. No existía el sufrimiento antes del pecado. Si todos sufrimos, es porque todos estamos siendo juzgados por nuestra maldad. Dice el autor de Romanos que “la creación aguarda con ardiente anhelo la manifestación de los hijos de Dios”…” aun la creación misma será librada de la esclavitud de la corrupción, para entrar a la libertad gloriosa de los hijos de Dios”.
La Biblia Plenitud lo explica de esta forma: “Todo el universo creado ha sufrido las consecuencias del pecado humano, y ha estado sujeto a contaminación, futilidad y corrupción. Sin embargo, ese proceso de deterioro es sólo temporal, porque Dios ha provisto esperanza y liberación”

En otras palabras, hay un propósito en permitir el sufrimiento, y es el de perfeccionarnos. Si no hubiera pecado en el mundo, no habría sufrimiento, pero eso sabemos que, por ahora, es imposible.
Tampoco el sufrimiento puede atribuirse a la maldad heredada o a un comportamiento particular en algún momento de nuestra vida. Lo sabemos porque Jesús lo declaró al contestar la pregunta de uno de sus discípulos: “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él”
Ante el sufrimiento de Job nos quedamos asombrados y nos preguntamos cómo Dios pudo permitirlo, y no solo permitirlo, sino inducirlo. Los amigos del patriarca también se confundieron, le decían: Tu sí que la estás pasando mal Job, eso indica que has pecado muchísimo, que eres un miserable pecador aunque te la das de santo varón. Pero la Biblia indica claramente que ese no es el caso, si bien hay una directa relación entre el que hace mal y las consecuencias personales, muchas veces el dolor, el sufrimiento es parte del todo social en el que estamos envueltos.
Una última puntualización, si estamos alejados de Dios no pidamos que sea misericordioso con nosotros ni con los demás. El Salmo 14:1-3 advierte: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga el bien. El Señor miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”
Si tu o yo decimos que no hacemos mal, estamos declarando que Dios miente, yo al menos, no me atrevo a afirmar que soy perfecto.
Y finalmente nada hacemos para que Dios no juzgue al mundo, Tal como lo expresa el pasaje de Exequiel 22:30: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé”
La pregunta que responde a la interrogante arriba formulada es: ¿Qué hemos hecho nosotros para terminar con la maldad del mundo; estamos tratando de vivir santamente, de comenzar por casa? Cuando contestemos honestamente que hemos tratado, que hemos intercedido por nuestra familia, por nuestro país, por los desconocidos que se pudren en el infierno de las drogas, por los que no creen y que como consecuencia se perderán eternamente, cuando seamos compasivos con los que nos odian, porque no saben amar, entonces podemos preguntarle a Dios porque permite el mal.
Hemos consultado, entre otros, a los siguientes autores, para responder a las preguntas: Ernesto Trenchard, J.I. Packer, R.C Sproul, Josh McDowell.


Bendiciones
Te saluda
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez

www.iglesiaheroesdelafe.org
email: raltez@gmail.com








¿Cómo orar?



                                                           ¿Cómo orar? 

Se nos ha dicho que Dios responde a las oraciones, considerando que el silencio es, a veces, respuesta. Acudimos a Él en momentos de angustia, de dolor, de pesar, cuando en realidad necesitamos ayuda, cuando ya no podemos valernos por nosotros mismos, o cuando nuestros semejantes, incluído medicos y abogados, no nos pueden auxiliar. Jesús oraba constantemente, y de seguro no necesitaba sanar una dolencia corporal ni arreglar una transaction legal. La necesidad de Dios Hijo era estar en comunicación con Dios Padre. Si estuviésemos viviendo en los tiempos del Antiguo Testamento seguro tomaríamos frases, modelos de oración de los salmos, allí los autores piden ser liberados de los enemigos, los malos, de la enfermedad, de la plaga, ser protegidos, ser limpios de pecado. Pedidos de toda índole para nuestras personas y para nuestra familia y semejantes afloran a nuestros labios en la oración, y comunmente relegamos magnificar a Dios o lo pasamos por alto, pensamos ¿para qué? si el ya lo sabe. Si leemos atentamente los ciento cincuenta salmos, vemos que es abrumadora la preocupación del salmista por adorar a Dios, por confesar las culpas, por agradecer por los beneficios recibidos. En el Nuevo Testamento, los discípulos le piden a Jesús que les enseñe a orar. Y El les da el Padre Nuestro. Y si analizamos rápidamente lo que la oración modelo (no absurda repetición) contiene vemos que lo primero que hace es exaltar a Dios, “Padre Nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu nombre. Sigue: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” El Maestro, quien acerca el reino a nosotros, enseña que es Dios que se acerca a nosotros, y lo debemos pedir constantemente, y que es la soberana voluntad del Padre la que debemos esperar que se cumpla en nosotros, por encima de todos nuestros pedidos, nuestras necesidades, nuestras ansias y emociones. “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, Dios ha prometido que no nos faltará el alimento diario, por lo que no debemos preocuparnos por el día de mañana, incluso el salmista afirma que se ha hecho viejo y no ha visto justo desamparado, ni herencia que mendigue pan. Aunque podemos pedir más que lo necesario para el diario vivir, debemos cuidar de no pedir lo que no necesitamos, lo que sirve para satisfacer nuestras ambiciones egoístas, no porque Dios no nos vaya a otorgar lo que pedimos, sino porque muestra las intenciones de nuestro corazón. “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” Esta enseñanza no solo está en la oración modelo, es permanente en el evangelio, debemos perdonar para ser perdonados y seremos medidos con la misma medida que nosotros usamos para medir. “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”, la tentación es permamente, ya Dios le advertía al primer hijo de hombre y mujer, a Caín que el pecado estaba a la puerta, y que si no lo controlamos, se adueñará de nosotros. Concluye la oración modelo con el reconocimiento de la total soberanía de Dios sobre su creación: “porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén






Hemos consultado, entre otros, a los siguientes autores, para responder a las preguntas: Edward Bounds, J.I. Packer, Ernesto Trenchard, R.C Sproul, Josh McDowell.






Con agrado recibiremos tus comentarios. Nos ayudarán a mejorar nuestras respuestas a tan difíciles preguntas sobre Dios, la fe, la vida eterna.






Tu hermano en Cristo






Roosevelt Altez


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Sunday, July 1, 2012

¿Porqué no podemos ver a Dios?

¿Porqué no podemos ver a Dios?
Una gran pregunta, sobre todo porque deja al Cristiano dependiendo de su fe. Pero la fe es eso mismo: “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” Nuestra cultura en sí misma es una cultura donde para creer, hay que ver. Si dejas de ver a alguien por cierto tiempo, comienza a diluirse en tu mente, hasta que es un vago recuerdo. Estamos de acuerdo que es muy difícil vivir una vida dedicada a Dios sin verlo, sin tener pruebas tangibles de su existencia, como la tenemos de nuestra familia, de nuestro gobierno. La respuesta frecuente de los no creyentes es que cuando puedan ver, probar, tocar o oler, ellos creerán, pero no antes. Acá radica uno de los principales escollos del cristianismo, Dios no se percibe casi nunca por los sentidos naturales. Pero no es que Dios no sea visible, es que nosotros no lo podemos ver. No tenemos esa capacidad porque nuestra naturaleza, como es hoy, no alcanza a percibir su presencia en nuestra dimension natural. Dios explica que expulsó al primer hombre y su mujer de su presencia, y tomó los recaudos para que no pudieran volver al huerto donde habían sido colocados para tener comunión con Dios. El Todopoderoso bajaba diariamente a hablar, a caminar con Adán. No es solo cuestión de fe el poder percibir a Dios, es también el cambio que debe operarse en nosotros para acercarnos a su perfección, a su santidad, Dios le dice a su pueblo: “Sed santos porque Yo Soy Santo” Ese es requisito esencial para ver a Dios. Juan, es una de sus cartas, expresa: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” 1 Juan 3:2 El apóstol quiere significar que Dios está oculto a nuestros ojos ahora, su esencia, su sustancia, es invisible para nosotros; pero se acerca el día en que lo veremos en toda su Gloria y Majestad. Para ver a Dios tenemos que cambiar, tenemos que ser limpios completamente, transformados, purificados. El aire es real, lo respiramos, pero no lo vemos, ¿vamos a negar por ello que existe? Una de las afirmaciones constantes de las Escrituras es que nadie puede ver a Dios y vivir, y eso es precisamente porque Dios es Santo, y nosotros no lo somos. Incluso Moisés, con su rectitud, su humildad, le pidió a Dios que se mostrara, pero Dios no se dejó ver en plenitud, sino apenas un destello de su Gloria, “su espalda” dice la palabra, queriendo significar que el patriarca pudo ver apenas un reflejo, una muestra velada de su Bien. “Tu no verás mi rostro” le dijo. Y el problema radica no en nuestros ojos, nuestra incapacidad de ver a Dios está en nuestros corazones. Si nos dedicáramos a mejorar nuestro comportamiento, a no pecar, igual deberíamos pedirle ayuda, depender de Dios por complete, para poderlo percibir con nuestro espíritu. Jesús dice quienes verán a Dios en el conocido Sermón del Monte: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” Mateo 5:3-8 Dediquémonos a purificar nuestro corazón, entonces veremos a Dios. 

Hemos consultado, entre otros, a los siguientes autores, para responder a las preguntas: R.C Sproul, J.I. Packer, Ernesto Trenchard, Josh McDowell. 

Con agrado recibiremos tus comentarios. Nos ayudarán a mejorar nuestras respuestas a tan difíciles preguntas sobre Dios, la fe, la vida eterna. 

Tu hermano en Cristo 
Roosevelt Altez


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