Tuesday, January 24, 2023

La falta de Lluvia


 

La falta de Lluvia

Y la falta de fe.

Aparentemente no tienen nada que ver. Pero están intrínsicamente relacionadas.

La falta de lluvia ha causado estragos desde el principio de los tiempos. El hombre, incapaz de gobernar las nubes, está a merced de la providencia. Cuando la sequía arrecia hasta los más incrédulos se preguntan si habrá un ente, una fuerza sobrenatural que responda al pedido, a la oración, y remoje la tierra agrietada. Naturalmente observan en cielo y anhelan que las vitales gotas desciendan. Y desean, y esperan.

Tienen fe.

Otros no creen que nada vaya a suceder, pero son los menos. Porque lo que les queda es la esperanza o dejarse morir.

Esperar la lluvia. Aguardar.

Sin nubes en el horizonte y las fosas nasales resecas, piden, oran, rezan. Aguardan un milagro, una señal, un acto de misericordia. Algo. Esperar es pasivo, creer que va a suceder, eso es fe.

Y hablando de milagros, Cristo, El Mesías, no pudo sanar cuando no creyeron en Él. No pudo hacer ningún milagro.

La Biblia lo narra en Juan, Capítulo 4, versículo 43. El Señor sale de Samaria y va a Galilea. Evita ir a Nazaret, porque allí le habían rechazado, esto está implícito en la mención de no tener honra en su propia tierra, una referencia a Marcos 6:6. Allí El Señor se asombró de la incredulidad de “ellos” (que le conocían a Él y a su familia). En cambio, en Galilea, la de los gentiles, de acuerdo con Isaías 9:1 y Mateo 4:15, le recibieron con alegría y agrado. Estas personas recién regresadas de la fiesta de Jerusalén habían visto allí todas las “cosas que había hecho”.

Recordemos que fue allí donde convirtió el agua en vino.

Y se narra así (parafraseado): Estaba allí un noble, seguramente de la corte de Herodes Antipas, porque lo menciona como “oficial del rey” cuyo hijo estaba enfermo. Cuando oyó que Jesús había llegado vino y le rogó que sanase a su hijo. Jesús le dijo: “vete, tu hijo vive” y el hombre creyó y volvió a su casa, a poco mas de un día de camino. Cuando llegó, su hijo estaba sano.

¿Cómo sucedió? El padre, funcionario del rey, pero impotente para sanar, hizo dos cosas: creyó y pidió.

Y sucedió.

 

Y la lluvia ¿qué?

Repasemos este pasaje: “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.  Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto” Santiago 5:18-19

Un hombre como nosotros (sujeto a pasiones semejantes a las nuestras) oró, y llovió.

Hoy se necesita el agua. ¿Hay alguien dispuesto a arrodillarse y pedir por lluvia?

Jesús se lo pregunta, en Lucas 18:8: “…Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?

¿Tu que crees? 


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Roosevelt Jackson Altez

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Wednesday, January 18, 2023

Dieta de las buenas

 



Es la mejor dieta

Al final lo sabrás

Si escribes dieta en el buscador Google, te aparecen doce millones y medio de resultados en –asombroso- 0.26 segundos. Si lo escribes en inglés la cifra asciende a veinte millones y se tarda 0.31 segundos en aparecer.

Aparentemente, el deseo de mantenerse o ponerse en forma, genera grandes ganancias a los que viven y reditúan del mercado de consumo.

El objetivo de una dieta es, claro está, perder peso, ya sea para sentirte mejor, para bajar el colesterol o para corregir la silueta. Casi todas las prescripciones reducen la cantidad de comidas diarias, además de ser selectivas en los ingredientes.

Los oferentes más exitosos anuncian que lograrás tus objetivos con un esfuerzo mínimo, lo que, como todos sabemos, no es verdad.

El resultado, en todos los órdenes, es directamente proporcional al esfuerzo.

Y nadie te preguntará por qué engordaste, no es ético ni buena propaganda para el negocio. O sea,
no llegan a la raíz del problema.

Nosotros tampoco te lo vamos a preguntar, ¿para qué? Tú ya lo sabes.

Te vamos a pedir que lo tengas presente mientras continúas leyendo.

Y nuestra receta  no sólo te servirá para adelgazar el cuerpo. Puedes tener un exceso de peso en tu corazón, en tu alma. Y es posible que eso provoque que comas de más o que vivas apenada o apenado. Puede que no hayas perdonado a alguien y cada día alimentes tu rencor, que engordes de ira en segundos y que trastorne todo tu cuerpo y tu mente.

La receta divina para bajar de peso, espiritual y corporal, tiene que ver con la llenura de tu alma.

Dice el escritor en 1 Juan 1-2:
“El anciano saluda al querido Gayo, a quien ama en verdad. Querido hermano, pido a Dios que, así como te va bien espiritualmente, te vaya bien en todo y tengas buena salud”

Hay una íntima relación entre lo que comes espiritualmente y tus hábitos degustativos corporales. El cuerpo es afectado en todo momento por nuestras reacciones anímicas, por lo que vemos, por lo que sentimos.
La buena salud se va a presentar cuando cambies, o mejores tus hábitos alimentarios espirituales.
Por ejemplo: si estás casado o casada, de novia o novio, sabrás que los problemas en la relación son inevitables, mayores en algunos, en otros menores.

Y tu reacción a esos disgustos depende en gran medida de tu contenido interior.
Si ves novelas donde la novia se desquita, donde el novio se va con otra porque su enamorada lo despreció, y sumado a eso los consejos de tus amistades son de ese tenor, es muy probables que tus decisiones se alineen con la información recibida.
O si este o aquel personaje de ficción busca venganza, y además en los noticiarios aparece: “se hizo justicia” porque un condenado a muerte fue ejecutado u otro individuo en alguna parte del mundo fue linchado por la multitud, tu concepto de justicia se va a identificar con esos sucedidos.

Esto es empacho espiritual. Y no vas a encontrar quien “te tire el cuerito” para mejorarte.

Dios nos dice que la venganza es suya. Y la intención del Creador es liberarnos de cometer errores y de almacenar rencor en nuestro corazón.

Jesús dice: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán oscura no será la misma oscuridad!” Mateo 6:22-23

¿Qué hay en tu interior? ¿Luz u oscuridad?

La mejor dieta es no llenarse de malas noticias, no mirar las cosas que no edifican, ni escuchar a los que hablan con rencor; los que todos los días te preguntan ¿cómo estás? para alegrarse de tus sinsabores no son buenos amigos.

Cuídate de los consejos de los amargados.

Comienza tu dieta cuanto antes.

Y lee los evangelios para empezar, es excelente comida.

Cinco versículos por día como mínimo, pero si te gusta DELEITATE. ¡No engorda!


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Roosevelt Jackson Altez

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¿Dónde están las promesas?

 



¿Dónde están las promesas?

2 Pedro 1:3-5

El Apóstol Pedro afirma que el Divino poder de Dios nos ha concedido todas las cosas pertenecientes a la vida y a la piedad a través del conocimiento del Padre y del Hijo. Nos ha garantizado sus preciosas e inconmensurable, enormes, promesas.

Ante estas afirmaciones a veces pensamos, ¿Dónde están esas promesas?

Si Dios nos concedió esto tan maravilloso ¿porqué se nos hace tan difícil?

¿Cómo funciona? ¿Qué tenemos que hacer?

Frecuentemente los cristianos dudamos; no de Cristo, no de Dios; sino del lugar o forma que recibimos esas promesas. Entonces: ¿A qué se refiere el Apóstol que fue líder de los doce? ¿El que lo negó tres veces? El que antes la pregunta de Cristo si lo amaba, le contestó con lágrimas, “Señor, tu sabes que te amo.

Muchas veces Dios parece enviar un mensaje doble. Por una lado afirma que es Él el que provee los medios para tal ardua labor y por el otro, paradojalmente, nos dice que debemos trabajar duro en nuestra vida cristiana para lograrlo.

Es lo que sucede aquí, similarmente Pedro dice que su Divino Poder nos garantiza todas las cosas pertenecientes a la vida; en otras palabras, nos dice que nos dio todo lo que necesitamos para seguir a Jesús. Pero casi enseguida nos ordena hacer todo esfuerzo. En otras palabras, Dios nos ha dado todo pero todavía nosotros tenemos que hacer el esfuerzo, a veces tremendo, para ser participantes de la naturaleza divina.

En Colosenses 1:29, otro Apóstol, Pablo, nos cuenta que trabaja y lucha constantemente. A quienes hemos leído las cartas del esforzado hombre de Dios, nos consta sin lugar a dudas. ¿Cómo pudo hacerlo?

Él mismo lo contesta: mediante el poder que actúa poderosamente en su persona.

Si recordamos lo que Jesús le dijo a Ananías, en Hechos 9, caundo lo envió a imponer sus manos sobre Pablo, para que cayeran las escamas de sus ojos: El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es este, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel;  porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. 

Algo similar nos afirma el enviado a los gentiles (a nosotros) en Filipenses 2: “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Y enseguida, sin darnos tiempo a respirar, afirma: “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”

Entonces debemos meditar sobre cómo cuidar esa salvación.

Fácilmente olvidamos, por nuestra humana condición, lo que hemos recibido, de integrantes de la familia, de amigos, de hermanos en Cristo, y con más razón olvidamos el regalo y el significado de la vida eterna.

En ese corto meditar, que no es muy trabajoso, recordemos lo que éramos antes, perdidos en nuestros delitos y pecados. En una maldad que, si somos sinceros al recordar, nos aterra.

Las palabras de Isaías, en el capítulo 64 nos compara con trapos de inmundicia. Dice: “todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia

Dios nos manda a discernir, a pensar y razonar, entre lo santo y lo profano. Levítico 10:10

Pablo, en Romanos 6:9: nos dice: “así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.”

Si debemos honrar y cumplir con el llamado, tenemos que trabajar arduo, porque la salvación dada por gracia no sólo lo amerita, sino es tan preciosa que sería estúpido descuidarla. Es necesario estar constantemente vigilando, primero nuestro ser interior, esa voz que nos apremia desde adentro, que nos llama a rendirnos.

Recordemos que David en diversas ocasiones hablaba con su alma: “¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Y no dejaba que la duda creciera, pues inmediatamente respondía a a esa voz: “Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. Salmo 42

No estamos abandonados, recordemos que Dios lo prometió: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” Hebreos 13:5

¿Hacia dónde caminamos?

¿Dónde acaba la jornada del Cristiano?

La repuesta debe ser suficiente para redoblar nuestros esfuerzos. Nos dirigimos a nuestras moradas celestiales.

Recordemos que no hemos contribuido con nada a esa nuestra salvación.

Hay una canción, un clásico cristiano, que pregunta: ¿Estabas ahí cuando crucificaron a mi Señor?

Nunca olvidemos que nuestro caminar con Cristo es la tarea más importante de nuestro dia a dia. Mantengamos nuestra vista en Él.

¿Dónde están las promesas?

En Cristo, porque todas las promesas son en Él: “Si, y Amén”

 

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Tuesday, January 17, 2023

Mirad los campos

 


Mirad los campos

“He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”. Juan 4:35

Este versículo forma parte del Capítulo 4 del Evangelio de Juan, cuyo tema central es el encuentro con la mujer samaritana.

La historia contiene varias enseñanzas, entre ellas, y partiendo de la evangelización de los samaritanos, Jesús nos muestra que la cosecha está lista. Desde hace dos mil años.

Un breve racconto del encuentro: El Maestro iba a pasar por Sicar, de Samaria porque, según Él, le era necesario hacerlo. Se detuvo en el pozo de Jacob, donde toda la ciudad se abastecía de agua.  Allí llegó la mujer samaritana, y se estableció el diálogo entre ambos. Los discípulos aparecieron, la mujer tomó el cántaro y volvió a la ciudad a contar a todos lo acontecido.

Los discípulos le rogaron a Jesús que comiera. En su explicación sobre cual era la verdadera comida, es que les dijo: “Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.”

Entrando de lleno en el asunto, vemos desde el principio del evangelio, que los discípulos no se separaron de Cristo desde su reclutamiento. Habían dejado todo para seguirlo; caminaban por donde caminaba, escuchaban todo, dormían donde Él dormía. Tanto es así, que, para retirarse a orar, esperaba que ellos cerraran sus ojos y pasando silencioso por encima de ellos, se iba a la montaña.

Si leemos el capítulo sin perder de vista el cometido, esto es, continuamente discipular a los doce, lo entenderemos mejor.

¿A qué vino Jesús?

Muchos dirán, a morir por nuestros pecados para salvarnos. Y es verdad, aunque el propósito es más acertado; es simplemente: “a salvar lo que se había perdido”. Mateo 18:11

Su muerte era imprescindible, pero si decimos que vino a morir, entonces nos adelantamos a la traición judía, fue después de ser rechazado y traicionado por los suyos que murió, que fue ejecutado.

Seguramente vino a cumplir la profecía de Génesis 3:15. Desde la misma, surgen otras razones: para revelar a Dios; para mostrarnos el Reino de los Cielos, para realizar el trabajo al que Dios le envió, a derrotar a Satanás, a triunfar sobre la muerte, a pagar por el pecado de todos, para hacer posible su segunda venida.

Pero (los odiosos peros), todo, incluso el beneficio de su muerte, hubieran sido en vano, si el mensaje desaparecía luego de la cruxificción.

Sin priorizar las razones, Jesús armó, fundó y probó, o podemos decir instituyó, a Su Iglesia, la que va a desposar al fin de los tiempos. “Tu eres Pedro (Cefas) y sobre esta roca edificaré mi iglesia” Mateo 16:18

Sin los doce apóstoles, a los que encargó la gran comisión, y les ordenó esperar hasta recibir la promesa, el Espíritu Santo, no habría cristianismo.

Tanto es así que Juan, el evangelista, enseguida de el bautismo de Cristo, oficiado por Juan el bautista, comienza a relatar el reclutamiento de los doce.

Aunque estos, en las bodas de Caná eran solo cuatro, el número creció hasta doce, y hasta setenta, pero muchos luego lo abandonaron.

Cada paso que el Maestro daba era una enseñanza. Muchas preguntas no eran contestadas directamente, sino por parábolas o hechos. Pero siempre estaban allí, viendo, siendo testigos, aprendiendo.

Tal es el caso de evangelización a través de la mujer samaritana.

Puntualicemos el pasaje para no omitir nada:

1) El Señor se sentó a descansar junto al pozo de Jacob, fuente de agua natural, que luego iba a comparar con el agua de vida del Espíritu Santo.  Su cansancio era humano, la escena quedó grabada en la mente de Juan. Lo vio exhausto en el pleno mediodía del desierto, mientras ellos iban a la ciudad a buscar comida. Desde esa ubicación se narra el episodio completo.

2) La mujer samaritana era, obviamente, mujer, y de los samaritanos. Los antiguos, las leyes rabínicas, no consideraban digna a la mujer para conversar con hombres, A su vez los samaritanos eran impuros, tanto que los fariseos, saduceos, y los judíos en general, daban un rodeo para no entrar en Samaria. Jesús mostró que la salvación era accesible para todos (aunque la prioridad fueran los suyos: “a los suyos vino y no le recibieron”).

3)  ̶ “Dame de beber” comienza el dialogo, uno semejante al que tuvo con Nicodemo, aunque los interlocutores eran diferentes. El desarrollo de la conversación fue similar. El método usado, develar poco a poco la verdad a un alma susceptible, sensible al mensaje. Una pista y un símbolo, haciendo crecer los indicios hasta revelarse Él mismo. Lo nacido del agua y del Espíritu, le dijo a Nicodemo. La fuente de agua interior, a la mujer samaritana, un agua que aplacaría para siempre su sed.

4) El aparente sediento del agua del pozo era el gran benefactor, el Redentor. En la declaración del Maestro, el que pide, es el que da en abundancia, Los papeles se revierten, y la mujer entiende, como lo hicieron los discípulos de Emaús con el corazón ardiendo. Como lo hizo Nicodemo, como le sucedió a Pedro en la pesca milagrosa, como el centurión romano, que supo de la autoridad que lo investía, debajo de la humilde túnica. ¿No es esa la secuencia de hoy día? ¿no se abren los ojos de los sensibles receptores? ¿No es en el momento de aceptar a Cristo, de mente y corazón, que nace la nueva criatura?

5) El Señor aclaró que, aunque la salvación venía de los judíos, Dios buscaba adoradores en Espíritu y en verdad, sin lugar físico, sin raza, sin distinción de persona. Siempre respetando la ley y los profetas.

6) Ella esperaba al Mesías, como otros pueblos del medio oriente. Se mencionan catorce naciones en el discurso de Pedro, desde el aposento alto, en Hechos 2:9-11.

7) Cristo dio prioridad a la evangelización hasta por sobre las necesidades naturales del cuerpo, tal como comer y beber agua.

8) Con la representación en tiempo real de la mujer yendo a anunciar las buenas nuevas, y el excelente resultado obtenido, mostró a sus discípulos el mensaje y su poder.

9) Finalmente les pregunta usando un refrán muy común en la época: ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? 

Aparentemente no había sembrado listo todavía (almas dispuestas a escuchar). Pero Jesús les mostró que, en las más singulares circunstancias, la oportunidad asoma; y lo que es mas importante, “los campos están blancos”, esto es, la cosecha está lista.

No sólo el Evangelio de Juan, los tres sinópticos muestran al Maestro en toda su dimensión, formando los discípulos que habrían de hacer, a su vez,  “discípulos en todas las naciones”.

Es la Iglesia formada en la Roca que desecharon los edificadores, desde el pedrusco Cefas, Petrus o Pedro, el líder de los doce.

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Sunday, January 8, 2023

Sed insaciable

 


Sed insaciable

Tormento

“Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama” Lucas 16:24

El que habla, o mejor dicho: el alma del que habla, ya está en el infierno, el lugar de tormento eterno. Tiene sed y asocia esa sed con sequedad de labios; pero está en medio de la llama que nunca se apaga. La solicitud del rico nace de su vida reciente, antes de expirar, cuando saciaba su sed con agua. Es trágicamente ridículo pretender apagar esa sed en medio de la llama que lo consume.


Agua de vida

Sed saciada por siempre

El Maestro, en el capítulo de Juan 4, tiene un encuentro con la mujer samaritana, en un pozo de agua que les fuera dado a los Israelitas mil ochocientos años antes de este acontecimiento: el pozo de Jacob. Es relatado así: “ Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber...   La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?...  Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?...  Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;  mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla

(Nota, se excluyeron porciones del pasaje para que el tema no se derive a otros asuntos tratados paralelamente) Aclarado esto, continuamos: 

La mujer samaritana centra su necesidad  en el agua natural, la extraída del pozo, para las obvias necesidades de ella y los habitantes de la ciudad, tanto como la de los animales.

En un lugar escarpado, semidesértico, donde trascurre el encuentro, el agua es preciosa. En casi toda la historia del pueblo hebreo, luego llamado israelita, el liquido es mencionado innumerables veces, siempre asociándolo a la necesidad de tener acceso a las fuentes y a la bendición de poseerla.

Pero la mujer comete un error similar al del rico, que ya en el hades, concentra su necesidad en el agua natural.  Ella también percibe su necesidad en el agua natural. Y ambos le erran al blanco.

Jesús, comparando el vital elemento con otra agua, la del espíritu, le dice a la mujer, que esta última es la que Él le puede proveer, para que “no tenga sed jamás”. Es más, afirma que la que Él le puede dar “será en ella una fuente de agua que salte para vida eterna”

La misma afirmación hace a Nicodemo en la noche que éste lo fuera a ver, el visitante aparentemente entiende de que se trata antes de partir.

Es la misma agua que nace como un hilo de debajo del umbral del templo, en la profecía de Ezequiel, hasta convertirse en un río que nadie puede atravesar a nado. Las aguas, que son para sanidad de las naciones, aparecen de nuevo en la profecía de Apocalipsis.

Jesús, parado en las escalinatas del tiempo, en el tiempo del ceremonial que los religiosos hacían derramar agua en el lugar, le dice a todos los que están presentes: “«¡Todo el que tenga sed puede venir a mí!  ¡Todo el que crea en mí puede venir y beber! Pues las Escrituras declaran: “De su corazón, brotarán ríos de agua viva!” Juan 7:38

Este rio, el agua, es referido al Espíritu Santo, sin el cual no hay vida.

La ausencia de Dios es condena, porque es el único que puede generar y mantener la vida. El hombre cuando muere, y su cuerpo es enterrado, desciende al lugar de tormento eterno, donde la llama, y toda tortura imaginable, se materializa en la falta de la presencia de Dios.

En el lago de fuego que nunca se apaga, las almas de los condenados sufrirán eternamente, de sed insaciable, porque lo que calma la sed espiritual lo da Dios sin medida a los que le aman.

Lee, instrúyete, pregunta.

Lucas 16:19-31;  Juan 4:7-26

 

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Thursday, January 5, 2023

Había una vez...


 

¿Cuántas historias comienzan así? ¿Conoces alguna?

“Había una vez, en un lugar altísimo, de imposible acceso por las escarpadas montañas que la rodeaban, una ciudad.

Construida de oro y piedras preciosas, refulgía inigualable; nunca se vio otra ni siquiera similar a su belleza. Los cimientos eran de jaspe, zafiro, ágata, esmeralda y ocho tipos más piedras preciosas, enormes y de colores límpidos. Las puertas de la ciudad eran de perlas y sus calles de oro puro, transparentes como vidrio.

Sus habitantes eran felices y una absoluta paz reinaba, porque entre ellos la armonía era perfecta. No existía la tristeza y no conocían las lágrimas, nadie tenía recuerdos desagradables y el amor era el común denominador en las relaciones de sus habitantes.

Guardaban su entrada espadas relucientes, que aterraban a los que querían acercarse a curiosear”

 

Un bello comienzo para cualquier epopeya, leyenda, o ¿por qué no? Historia.

Pero, si la ciudad existió (o existe), ¿Quién la vio? ¿Huyó quizás algún habitante a los lugares bajos? y si huyó ¿Cuál fue la razón de alejarse de tal perfección?


El que de arriba viene, es sobre todos

Leamos este pasaje del evangelio de Juan 3: “El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos.  Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio, este atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.

El que cree en el Hijo tiene vida eterna;

…pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”

 

La pregunta de quién la vio tiene la velada intención de hacernos pensar.

Nadie pudo hacerlo porque es imposible llegar, es inaccesible, entre otras cosas porque su dimensión es invisible a los ojos humanos.

Alguien vino de arriba, eso es verdad, el Cristo.  Lo que Él dijo fue lo que El Padre le mandó decir.

Y los de la tierra no podemos entender las cosas celestiales, no podemos entender la eternidad, ni la perfección, no podemos discernir la justicia ni el amor absoluto, no podemos percibir la incorrupción, porque en esencia, nacemos corruptos. Vivimos en un cuerpo corrupto que volverá a la tierra, enseguida después que el espíritu -el alma-, lo abandone.

Como dijo David, refiriéndose al nacimiento humano: “He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre” Salmo 51:5

No podemos entender lo que no hemos visto. Lo que es arriba, lo podemos deducir con comparaciones a lo de este mundo: cristal, oro, piedras preciosa. Lo inmaterial como la paz y el amor, lo conocemos muy pobremente, y en forma parcial.

Salvo que demos entrada al Espíritu, que abramos un espacio en nuestra mente y nuestros corazones para que lo celestial nos sea explicado desde dentro de nosotros mismos.

Nicodemo pasó por esa experiencia, luego que aquel Cristo que fue a ver oculto por la noche le dijera: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” el anciano maestro de la ley trata de digerir la extraña afirmación, y sólo atina a preguntar, entre tonto e irónico: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

Y claro, Cristo es Maestro y conoce lo Eterno, desde que fue la propia mano de Dios, y la inspiración del Espíritu Santo la que llevó a que la Palabra fuera escrita en su totalidad. El otro es maestro terrenal, educado por maestros terrenales, que conocen sólo lo de la tierra.

Es inútil tratar de convencer a alguien que usa la Palabra de Dios como base para refutar, discutir y desacreditar. O lo que es peor, que apenas ha leído pasajes aislados, para ridiculizar o echar por tierra el contenido.

Lo que Jesús afirma tiene autoridad, por quien lo dice, por quien lo envió a decir y por quien lleva el mensaje mas allá de las palabras al corazón del oyente.

Fue el Espíritu el que convenció a Nicodemo. Cristo estaba lleno del Espíritu Santo.

¿Queres ver la Nueva Jerusalén? ¿La ciudad Santa descrita en Apocalipsis 21? ¿Quieres pasar de muerte a vida?

Escucha el ultimo versículo del capítulo 21 de Apocalipsis: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero

Ahora te toca a tí. La elección es muerte o vida.

Para morir no tienes que hacer nada, solo esperar que llegue el momento.

Para vivir, entiende, escucha y acepta a Cristo. Sin ritos, sin fanfarria, sin engaños sin palabras vanas ni intermediarios de dudosas intenciones.

 

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Roosevelt Jackson Altez

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Tuesday, January 3, 2023

Disminuir para crecer, ese es el asunto

Aprendamos de Juan (el Bautista)

Disminuir para crecer, ese es el asunto

 

Juan 3:22-36

Crecemos dentro de nosotros mismos, obligados por un mundo que nos presiona. Es el sistema inmunológico que nos preserva de una sociedad agresiva, donde hay que hacerse lugar lastimando, porque el orgullo, al contrario del saber, ocupa lugar. Y claro, no se puede esperar nada de nadie, con las primeras decepciones es lo primero que aprendemos. Duele.

Esa nuestra elección nos lleva, día a dia, a alejarnos de Dios; centrarnos en nosotros es eso, retirarnos y arrinconarnos con las garras al frente. Aprendimos de nuestros pares, de los amigos, y lo aplicamos.

¿Y Dios?

¿Qué Dios? Si existe es sordo. O al menos es el sentir de la mayoría. Los otros, los pocos, somos preservados por la oración de Cristo, por allá por Juan 17:20-26

 Pero esto no siempre fue así.

Los primeros humanos, sin el pudor del conocimiento, no tenían desconfianza, ni sinsabores, vivían sin trabajar, cuidaban el huerto de Dios; lo que hacían era disfrutable, laboraban con amor. Eso puede haber durado mucho tiempo. Pero el mal ya estaba en el huerto, era una puerta prohibida, pero estaba. Moisés la llamó el árbol del conocimiento del bien y del mal. El bien lo conocían, el amor de Dios que se prodigaba en la Creación sin límites. Adán hablaba con Dios, el hijo único de Dios, el único creado, él y de él, su mujer. Hasta que un día, aciago, maldito, Eva abrió la puerta de sus oídos y la serpiente entró hasta su cerebro detrás de la nefasta curiosidad.

Y supo.

En consecuencia, ahora nos escondemos de Él. Como Adán, apenas somos capaces de coser unas hojas de higueras para cubrir una desnudez que antes no notábamos. Dios tiene que realizar sacrificios, hacer correr sangre para proveernos de algo que cubra nuestra indecencia. Somos incapaces, hasta hoy, de darnos cuenta de nuestro error, de nuestra maldad. Los que nos quedó del amor, fuerte como es, quiere sobrevivir como hierba en las grietas del concreto. Se acaba secando, prensado, sediento, ahogado.

La paga por el pecado es la muerte.  

Dios es Santo, Santo, Santo (Isaías 6:3). Extremada, superlativa, completo, indudablemente SANTO. Es eterno, por tanto, era todo esto antes de crear al hombre.

Ahora el hombre quiere que Dios cambie, y no admite que sea tan drástico. Dios es amor, pero ese es uno de sus atributos, otro es justicia, Dios es justo. Y los atributos se complementan, armonizan. Si uno fallara, entonces Dios no sería. Pero Él le dijo a Moisés que Él era, Es, en el eterno presente de su infinita existencia.

Hay un solo remedio (luego de entender, y aceptar que somos terriblemente malos, y no tenemos remedio). Luego de aceptar que Cristo es el sacrificio, absolutamente necesario, para lavarnos, limpiarnos, de nuestra maldad.

Leer Salmo 51.

Disminuir.

Hubo un hombre que dijo: “Es preciso (necesario, imprescindible) que yo disminuya para que él crezca” -Juan el Bautista, el mensajero de Cristo.

Para volver a algo parecido al estado de Adán, debemos disminuir, comenzando por entender, y para ello es menester escuchar, leer, rumiar, profundizar, las enseñanzas de Cristo.

Cristo es el segundo Adán, prometido por allá por Génesis 3:15, justo después de la maldición. Todo se desmoronó al conocer el mal, la inocencia fue lo primero. De confiar en Dios, pasamos a escondernos de Él. Nos llenamos de orgullo, de envidia, de rencor. Todo eso entró en nuestros corazones y ahí permanece. Para quitarlo, para soltar la carga que nos abruma, no tenemos otra opción que, racionalmente, reconocer nuestra maldad, y tomar la medicación. Beber

¿Beber?

Sí. De los ríos de agua viva para no volver a tener sed.

Disminuir para que Jesús crezca en nosotros.

Y con El dejar entrar todas las promesas de Dios.

Sencillo: “Escudriñad las Escrituras pues ellas hablan de mí”

Los versículos completos: “Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida. Juan 5:39-40

 

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Te saluda tu hermano en Cristo:

Roosevelt Jackson Altez

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