Sunday, January 8, 2023

Sed insaciable

 


Sed insaciable

Tormento

“Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama” Lucas 16:24

El que habla, o mejor dicho: el alma del que habla, ya está en el infierno, el lugar de tormento eterno. Tiene sed y asocia esa sed con sequedad de labios; pero está en medio de la llama que nunca se apaga. La solicitud del rico nace de su vida reciente, antes de expirar, cuando saciaba su sed con agua. Es trágicamente ridículo pretender apagar esa sed en medio de la llama que lo consume.


Agua de vida

Sed saciada por siempre

El Maestro, en el capítulo de Juan 4, tiene un encuentro con la mujer samaritana, en un pozo de agua que les fuera dado a los Israelitas mil ochocientos años antes de este acontecimiento: el pozo de Jacob. Es relatado así: “ Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber...   La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?...  Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?...  Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;  mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla

(Nota, se excluyeron porciones del pasaje para que el tema no se derive a otros asuntos tratados paralelamente) Aclarado esto, continuamos: 

La mujer samaritana centra su necesidad  en el agua natural, la extraída del pozo, para las obvias necesidades de ella y los habitantes de la ciudad, tanto como la de los animales.

En un lugar escarpado, semidesértico, donde trascurre el encuentro, el agua es preciosa. En casi toda la historia del pueblo hebreo, luego llamado israelita, el liquido es mencionado innumerables veces, siempre asociándolo a la necesidad de tener acceso a las fuentes y a la bendición de poseerla.

Pero la mujer comete un error similar al del rico, que ya en el hades, concentra su necesidad en el agua natural.  Ella también percibe su necesidad en el agua natural. Y ambos le erran al blanco.

Jesús, comparando el vital elemento con otra agua, la del espíritu, le dice a la mujer, que esta última es la que Él le puede proveer, para que “no tenga sed jamás”. Es más, afirma que la que Él le puede dar “será en ella una fuente de agua que salte para vida eterna”

La misma afirmación hace a Nicodemo en la noche que éste lo fuera a ver, el visitante aparentemente entiende de que se trata antes de partir.

Es la misma agua que nace como un hilo de debajo del umbral del templo, en la profecía de Ezequiel, hasta convertirse en un río que nadie puede atravesar a nado. Las aguas, que son para sanidad de las naciones, aparecen de nuevo en la profecía de Apocalipsis.

Jesús, parado en las escalinatas del tiempo, en el tiempo del ceremonial que los religiosos hacían derramar agua en el lugar, le dice a todos los que están presentes: “«¡Todo el que tenga sed puede venir a mí!  ¡Todo el que crea en mí puede venir y beber! Pues las Escrituras declaran: “De su corazón, brotarán ríos de agua viva!” Juan 7:38

Este rio, el agua, es referido al Espíritu Santo, sin el cual no hay vida.

La ausencia de Dios es condena, porque es el único que puede generar y mantener la vida. El hombre cuando muere, y su cuerpo es enterrado, desciende al lugar de tormento eterno, donde la llama, y toda tortura imaginable, se materializa en la falta de la presencia de Dios.

En el lago de fuego que nunca se apaga, las almas de los condenados sufrirán eternamente, de sed insaciable, porque lo que calma la sed espiritual lo da Dios sin medida a los que le aman.

Lee, instrúyete, pregunta.

Lucas 16:19-31;  Juan 4:7-26

 

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Te saluda tu hermano en Cristo:

Roosevelt Jackson Altez

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