Tuesday, January 24, 2023

La falta de Lluvia


 

La falta de Lluvia

Y la falta de fe.

Aparentemente no tienen nada que ver. Pero están intrínsicamente relacionadas.

La falta de lluvia ha causado estragos desde el principio de los tiempos. El hombre, incapaz de gobernar las nubes, está a merced de la providencia. Cuando la sequía arrecia hasta los más incrédulos se preguntan si habrá un ente, una fuerza sobrenatural que responda al pedido, a la oración, y remoje la tierra agrietada. Naturalmente observan en cielo y anhelan que las vitales gotas desciendan. Y desean, y esperan.

Tienen fe.

Otros no creen que nada vaya a suceder, pero son los menos. Porque lo que les queda es la esperanza o dejarse morir.

Esperar la lluvia. Aguardar.

Sin nubes en el horizonte y las fosas nasales resecas, piden, oran, rezan. Aguardan un milagro, una señal, un acto de misericordia. Algo. Esperar es pasivo, creer que va a suceder, eso es fe.

Y hablando de milagros, Cristo, El Mesías, no pudo sanar cuando no creyeron en Él. No pudo hacer ningún milagro.

La Biblia lo narra en Juan, Capítulo 4, versículo 43. El Señor sale de Samaria y va a Galilea. Evita ir a Nazaret, porque allí le habían rechazado, esto está implícito en la mención de no tener honra en su propia tierra, una referencia a Marcos 6:6. Allí El Señor se asombró de la incredulidad de “ellos” (que le conocían a Él y a su familia). En cambio, en Galilea, la de los gentiles, de acuerdo con Isaías 9:1 y Mateo 4:15, le recibieron con alegría y agrado. Estas personas recién regresadas de la fiesta de Jerusalén habían visto allí todas las “cosas que había hecho”.

Recordemos que fue allí donde convirtió el agua en vino.

Y se narra así (parafraseado): Estaba allí un noble, seguramente de la corte de Herodes Antipas, porque lo menciona como “oficial del rey” cuyo hijo estaba enfermo. Cuando oyó que Jesús había llegado vino y le rogó que sanase a su hijo. Jesús le dijo: “vete, tu hijo vive” y el hombre creyó y volvió a su casa, a poco mas de un día de camino. Cuando llegó, su hijo estaba sano.

¿Cómo sucedió? El padre, funcionario del rey, pero impotente para sanar, hizo dos cosas: creyó y pidió.

Y sucedió.

 

Y la lluvia ¿qué?

Repasemos este pasaje: “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.  Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto” Santiago 5:18-19

Un hombre como nosotros (sujeto a pasiones semejantes a las nuestras) oró, y llovió.

Hoy se necesita el agua. ¿Hay alguien dispuesto a arrodillarse y pedir por lluvia?

Jesús se lo pregunta, en Lucas 18:8: “…Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?

¿Tu que crees? 


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Te saluda tu hermano en Cristo:
Roosevelt Jackson Altez

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