Wednesday, January 18, 2023

¿Dónde están las promesas?

 



¿Dónde están las promesas?

2 Pedro 1:3-5

El Apóstol Pedro afirma que el Divino poder de Dios nos ha concedido todas las cosas pertenecientes a la vida y a la piedad a través del conocimiento del Padre y del Hijo. Nos ha garantizado sus preciosas e inconmensurable, enormes, promesas.

Ante estas afirmaciones a veces pensamos, ¿Dónde están esas promesas?

Si Dios nos concedió esto tan maravilloso ¿porqué se nos hace tan difícil?

¿Cómo funciona? ¿Qué tenemos que hacer?

Frecuentemente los cristianos dudamos; no de Cristo, no de Dios; sino del lugar o forma que recibimos esas promesas. Entonces: ¿A qué se refiere el Apóstol que fue líder de los doce? ¿El que lo negó tres veces? El que antes la pregunta de Cristo si lo amaba, le contestó con lágrimas, “Señor, tu sabes que te amo.

Muchas veces Dios parece enviar un mensaje doble. Por una lado afirma que es Él el que provee los medios para tal ardua labor y por el otro, paradojalmente, nos dice que debemos trabajar duro en nuestra vida cristiana para lograrlo.

Es lo que sucede aquí, similarmente Pedro dice que su Divino Poder nos garantiza todas las cosas pertenecientes a la vida; en otras palabras, nos dice que nos dio todo lo que necesitamos para seguir a Jesús. Pero casi enseguida nos ordena hacer todo esfuerzo. En otras palabras, Dios nos ha dado todo pero todavía nosotros tenemos que hacer el esfuerzo, a veces tremendo, para ser participantes de la naturaleza divina.

En Colosenses 1:29, otro Apóstol, Pablo, nos cuenta que trabaja y lucha constantemente. A quienes hemos leído las cartas del esforzado hombre de Dios, nos consta sin lugar a dudas. ¿Cómo pudo hacerlo?

Él mismo lo contesta: mediante el poder que actúa poderosamente en su persona.

Si recordamos lo que Jesús le dijo a Ananías, en Hechos 9, caundo lo envió a imponer sus manos sobre Pablo, para que cayeran las escamas de sus ojos: El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es este, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel;  porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. 

Algo similar nos afirma el enviado a los gentiles (a nosotros) en Filipenses 2: “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Y enseguida, sin darnos tiempo a respirar, afirma: “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”

Entonces debemos meditar sobre cómo cuidar esa salvación.

Fácilmente olvidamos, por nuestra humana condición, lo que hemos recibido, de integrantes de la familia, de amigos, de hermanos en Cristo, y con más razón olvidamos el regalo y el significado de la vida eterna.

En ese corto meditar, que no es muy trabajoso, recordemos lo que éramos antes, perdidos en nuestros delitos y pecados. En una maldad que, si somos sinceros al recordar, nos aterra.

Las palabras de Isaías, en el capítulo 64 nos compara con trapos de inmundicia. Dice: “todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia

Dios nos manda a discernir, a pensar y razonar, entre lo santo y lo profano. Levítico 10:10

Pablo, en Romanos 6:9: nos dice: “así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.”

Si debemos honrar y cumplir con el llamado, tenemos que trabajar arduo, porque la salvación dada por gracia no sólo lo amerita, sino es tan preciosa que sería estúpido descuidarla. Es necesario estar constantemente vigilando, primero nuestro ser interior, esa voz que nos apremia desde adentro, que nos llama a rendirnos.

Recordemos que David en diversas ocasiones hablaba con su alma: “¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Y no dejaba que la duda creciera, pues inmediatamente respondía a a esa voz: “Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. Salmo 42

No estamos abandonados, recordemos que Dios lo prometió: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” Hebreos 13:5

¿Hacia dónde caminamos?

¿Dónde acaba la jornada del Cristiano?

La repuesta debe ser suficiente para redoblar nuestros esfuerzos. Nos dirigimos a nuestras moradas celestiales.

Recordemos que no hemos contribuido con nada a esa nuestra salvación.

Hay una canción, un clásico cristiano, que pregunta: ¿Estabas ahí cuando crucificaron a mi Señor?

Nunca olvidemos que nuestro caminar con Cristo es la tarea más importante de nuestro dia a dia. Mantengamos nuestra vista en Él.

¿Dónde están las promesas?

En Cristo, porque todas las promesas son en Él: “Si, y Amén”

 

Si te gusta, comparte.

Te saluda tu hermano en Cristo:

Roosevelt Jackson Altez

Puedes comentar o escribirnos a edicionesdelareja@gmail.com 

No comments:

Post a Comment