Tan acostumbrados
estamos al refrigerador que no nos imaginamos, mejor decir, no concebimos la
vida sin este imprescindible electrodoméstico.
Pero antes de que se
inventara había que ingeniárselas para conservar los alimentos en lugares
frescos. Luego de su aparición, los de menos recursos seguían usando las
tradicionales formas de conservación, salados, cocidos, secados, colgados al
aire libre, debajo de un árbol con tejido de fiambrera, ahumados, o en un pozo
dentro de la casa, usualmente en las que tenían piso de tierra, con agua fresca
alrededor.
¿Qué haría cualquiera
de nosotros en una situación así? Los más viejos puede que nos acordásemos de
algunas de las invenciones para conservar los alimentos.
¿Qué harían los más
jóvenes enfrentados a esa circunstancia? Puede que si el grupo era de dos o
tres sobrevivieran unos días. ¿Y si fuera más numeroso? Allí se complicaría
sobremanera.
Imaginemos al pueblo
de Israel, mas o menos dos millones de personas al salir de Egipto, caminando
en el desierto por cuarenta años. ¿Cómo se alimentaron?
Claro, hubo una gran
fiesta, danzas y alegría al ser liberados, del otro lado del mar, a poco de
salir.
Pero luego…
Cuando ya se agotaban las provisiones, y
veían que el hambre estaba a la puerta, comenzaron a quejarse a su líder, el
patriarca Moisés. Y este elevó la queja colectiva y la suya propia a Dios.
Sucedió así: “Y toda la congregación de los hijos de
Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y les decían los hijos
de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto,
cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta
saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda
esta multitud.”
Y Dios contestó así: “He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el
pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo
pruebe si anda en mi ley, o no.
Espera,
recoger diariamente...
¿Qué harías
tú en una situación similar, al encontrar una despensa llena de alimentos, o al
aparecer milagrosamente un vendedor con su carreta llena? ¿Te abastecerías sólo
para un día, sin saber cuando se harían de comida nuevamente? Esos hambrientos aventureros
que te rodeaban, ¿no te robarían al escasear sus provisiones?
El líder les
dijo que no podían recoger mas de lo diario para alimentarse, pero...
Veamos lo que
hicieron, lo que tú harías ¿o no?
“Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. Mas
ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día,
y crio gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés. Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo
que había de comer; y luego que el sol calentaba, se derretía.”
Comida para el día, nada más. Y nunca les habría de faltar.
Ni les faltó, mientras estuvieron en el desierto.
El maná cesó cuando llegaron a la tierra prometida.
“Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que llegaron
a tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra
de Canaán”
EL hambre es uno de los padecimientos más terribles. Ante la carencia de
comida se han escuchado horripilantes historias, algunas bíblicas, otras no.
Pero ¿por qué pasaron hambre?
“Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida
que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no
solo de pan vivirá el hombre, más de todo lo que sale de la boca de Jehová
vivirá el hombre”
“E hizo
llover sobre ellos maná para que comiesen, Y les dio trigo de los cielos”
Nos hemos
rodeado de comodidades, hemos construido carreteras, ciudades, edificios, un
sistema de abastecimiento permanente que se distribuye en las orbes, desde
Babel (donde Dios mezclara los idiomas) a Nueva York (la actual, la gran
manzana).
Hemos creado
ídolos: deportivos, artistas, lideres, religiosos. Dioses y semidioses,
religiones y sectas. Pero nos hemos olvidado de Dios, del Creador que hizo los
cielos y la tierra, e hizo bajar maná en el desierto para alimentar a su
pueblo. Que no necesitaban guardarlo para el dia siguiente porque el abastecimiento
era diario. Infalible.
Necesitamos
alimento para el cuerpo, pero no digerimos alimento para el alma. Paradojal,
porque el cuerpo vuelve al polvo y el alma permanece, no muere.
Comemos y
bebemos porque pronto habremos de morir, pero no nos preparamos para el camino
que sigue.
Tonto, ¿No?
El diablo
tentó a Jesús en el desierto en lo material. Jesús le contestó en el Espíritu.
“Entonces
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.
Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino
a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se
conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
Sin
refrigerador y en el desierto. Cualquiera de nosotros no sobreviviríamos, si
dependiéramos de nosotros mismos.
Se evidencian
dos planos, dos dimensiones, en toda la narración bíblica. Esto es, lo que no
se ve, lo espiritual, y lo que se ve, lo natural, a lo que llamamos real.
El Maestro lo
expresa así: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y
el que en mí cree, no tendrá sed jamás” y más adelante: “Vuestros padres
comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del
cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió
del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo
daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” Juan 6
EL pueblo de
Israel fue alimentado con maná cada día. Pan del cielo, estrictamente
expresado. Pero ese alimento les sirvió para sobrevivir en un desierto cuarenta
años, hasta llegar a Canaán, la tierra prometida en la margen este del Rio Jordán.
Esta era la promesa en la dimensión temporal, donde los israelitas, al igual
que nosotros, nacían y morían. Pero Abraham, que fue quien recibió la promesa, vio
(en el espíritu) la ciudad celestial: “porque esperaba la ciudad que tiene
fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”
Dos dimensiones,
la temporal y la eterna.
“Conforme a
la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de
lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y
peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a
entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de
donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor,
esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de
ellos; porque les ha preparado una ciudad” Hebreos 11:13-16
Todos debemos
cruzar el desierto, con espacios de refrigerio, de descanso temporal.
Pero lo que
nos espera vale la pena.
Vale la pena
indagar, escudriñar, buscar el tesoro escondido más allá de lo terrenal.
Si tienes
dudas, si quieres saber más, escríbenos.
edicionesdelareja@gmail.com
Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Jackson Altez M.T.S.
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