¿Por qué me
has abandonado?
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?”
Mateo 27:46
El clamor de la Cruz es
incompresible para nosotros. Los únicos que se pueden aproximar al umbral del
entendimiento del clamor de Cristo en el Calvario no son los mártires, ellos
sabían que Dios no los había olvidado, Su presencia era maravillosa. El
solitario misionero que podía ser asesinado, torturado o muerto tampoco, ellos
experimentaron la exultante cercanía de Dios. Conocían la cercanía de Dios. El
estaba con ellos cuando el hombre los olvidaba,
¿Quién experimenta el abandono de
Dios? Los que entienden la experiencia del abandono de Dios son hombres como
Caín: "Mi iniquidad es mayor de lo que pueda ser perdonada" (Génesis
4:13); hombres como Esaú: ". . . un gran y amargo clamor"; hombres
como Saúl: "Dios se ha apartado de mí, y no me responde más". Un
Judas desesperado al darse cuenta de la tamaña consecuencia de su traición.
Si Nuestro Señor nunca hubiera
conocido la "ausencia total de Dios", no podría haber sido un
Salvador completo. La agonía que tiene a Dios detrás de ella puede convertirse
en triunfo; pero piensa en la agonía en la que no hay Dios, ni en el Cielo ni
en la Tierra, solo permanece el terror de una conciencia acusadora.
Ninguna simpatía humana puede tocar
esa desolación. El hombre tiene la culpa de ello, y precisamente porque la
tiene, ninguna simpatía humana puede alcanzarlo. Cualquiera puede sentir
empatía por un pobre desafortunado y puede simpatizar con él, pero ¿quién de
entre nosotros puede entender la agonía que va más profundo de lo que se puede
expresar en palabras?
¿Quién, sino Jesucristo?
". . . la santidad, sin la cual
nadie verá al Señor". Dios no puede mirar el pecado, y en la Cruz, el
pecado del mundo y el castigo del mundo se encontraron en la persona del Hijo
del Hombre. La Cruz de Cristo significa que la salvación de Dios va más profunda
que las simas más abismales de la iniquidad que el hombre puede cometer. Ninguno
puede escapar del alcance de Jesús: Él recorrió un camino de regreso al trono
de Dios desde el mismo corazón del infierno con su tremenda expiación.
Hoy en día existe la concepción de
que la Encarnación es algo completamente aparte de la idea de la Expiación.
Según la Biblia, el Hijo de Dios se encarnó para llevarse el pecado de la
humanidad. Antes de que un hombre pueda cargar con el pecado de una familia,
debe ser miembro de ella; y Jesucristo asumió la forma de la familia humana que
estaba maldita por el pecado, y en esa forma humana vivió una vida sin mancha,
y mediante su muerte puede introducir a los miembros avergonzados de la familia
humana en la vida que Él vivió. Nuestro Señor hizo suya la solidaridad humana:
representa al pecador más vil del infierno y al santo más puro del cielo. Él se
erige como el gran Representante de la raza humana, expiando su pecado. Es
indescriptible lo que hizo: se identificó con las profundidades de la
condenación para que la raza humana pudiera ser liberada. "Cuando hagas de
su alma ofrenda por el pecado. . .". Alabamos a Dios por nuestra
salvación, pero ¿alguna vez hemos pensado cómo llegó a nosotros? A través de la
insondable oscuridad, más terrible de lo que ninguna mente humana puede
alcanzar.
Cuidado con decir que Jesucristo
asumió el pecado del mundo por simpatía; eso significaría que solo podemos
asumir su justicia por simpatía. Jesucristo asumió el pecado del mundo al
identificarse con él, y asumimos su justicia al identificarnos con él.
" Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" 2 Corintios 5:21
(Extraido, traaducido y adaptado de un devocional de Oswald Chambers)
Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Jackson
Altez
Magister Estudios
Teológicos “Logos Christian University”
Escríbenos a:
edicionesdelareja@gmail.com
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