Wednesday, December 28, 2022

Buscando a Cristo a escondidas


Buscando a Cristo a escondidas

 (Los Nicodemos de hoy y siempre)

Juan 3:1-15

La gran diferencia entre la gente de hoy y la de los primeros años de nuestra era, del punto de vista de creer en Cristo, es que los judِíos de Jerusalén creían en Dios, y los pueblos de alrededor, incluso los griegos y romanos, creían, tenían su panteón de dioses. Los más primitivos eran animistas, es decir, endiosaban las cosas naturales, tales como los árboles, las rocas, los animales, siempre y cuando su deidad justificara el hecho sobrenatural, las inclemencias del tiempo, la veleidosa lluvia. El tiempo que nosotros usamos viendo televisión, en las redes sociales, en indagar las vidas ajenas, las personas lo empleaban en la búsqueda del sustento, del descanso, o en el caso de los esclavos, apenas por la comida. EL resto del dia era para descansar y cenar, Allí se daban la mayoría de las conversaciones en familia, el tiempo de comentar las noticias locales y el relato de historias de antepasados. Hablaban de aquel esquivo Dios que prometiera la llegada del Mesías. Así crecía la expectativa esperando a quien los liberaría de la opresión del imperio romano. La espera ya llevaba cuatrocientos años, desde las ultimas palabras de Malaquías, el profeta. En resumen, los orientales, medio oriente y más allá, tenían arraigado lo sobrenatural, lo espiritual. El pequeñísimo lugar, Judá, aguardaba al Enviado.

Hoy hay unos pocos que esperan, al resto los sorprende la muerte sin respuesta.

En aquel entonces, la necesidad espiritual era alimentada por esa esperanza, la llegada del Rey del linaje de David.

Un consejo de ancianos, el Sanedrín, regía la provincia judía, bajo la dominación de Roma. Los integrantes, en su mayoría saduceos y fariseos, eran los interpretes de la ley (lo integraban también los escribas y ancianos de la provincia). Una de las funciones del Sanedrín era la identificación del prometido Mesías cuando llegara. Por esa razón fue que mandaron emisarios a Juan el bautista a preguntarle si era él el esperado Mesías.

Para entender las acciones de Nicodemo no perdamos de vista el último versículo del capítulo 2, que afirma que muchos creyeron en Su Nombre, en vista de las señales que Cristo hacía.

Ya en el capítulo 3 de Juan, quitada la conjunción “pero” (que al parecer estuvo incluida en antiguas versiones), y que une el ultimo pasaje del capítulo dos con la visita, el evangelista afirma que había un hombre, este es Nicodemo, que vino a Jesús protegido por las sombras. El momento de la entrevista es la noche, y es mencionada en el versículo como algo destacado, que llama la atención y fue incluido en el relato por su importancia.

Se ocultó en la penumbra porque sus iguales ya habían resuelto que aquel hombre, profeta o no, era su enemigo. Pero Nicodemo creía, y quería disipar sus dudas, porque las señales que hacía sólo podían ser efectuadas por un enviado de Dios.

Los milagros no eran suficientes, tenía que verificarlo. Preguntarle y que le aclarara si era en realidad el Cristo.  Esto sucede a veces en nuestro tiempo, donde algunos quieren creer, pero temen que su familia y sus amigos los ridiculicen, o se opongan a que crea en las patrañas, mentiras de los que solo quieren “sacarte dinero”.

Algo le decía que el hombre venía de Dios, una certidumbre impalpable, del alma. Lo primero que Jesús hace es contestarle de donde viene: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”, la respuesta contiene una afirmación imposible de pasar por alto, y de refutar: “de cierto, de cierto te digo”

Como Nicodemo debía (en su fuero íntimo) inferir para entender, pregunta: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?”

 Cada vez la interpretación se le ponía más difícil. Jesús ignorando el sarcasmo, continuó: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.  Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.  No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.  El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; más ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”

Estos dos razonamientos muestran la eterna contradicción del hombre natural con el hombre espiritual. Jesús, la salvación, no pueden ser entendidos por la mente natural. Esta no entiende ni siquiera lo que es el Espíritu, ni de donde viene, ni hacia donde va. Es igual al viento. Es importante mencionar que pneuma, en griego, se usa para identificar al viento, y también al espíritu. En la comparación del Maestro, el capricho del viento y el espíritu se confunden en una sola cosa, su soberana voluntad.

Para entrar, para percibir, para apenas alcanzar a comprender el Reino de Dios, es necesario nacer de nuevo. No hay medio humana, algo que nos haga retrotraernos en el tiempo para volver al vientre materno, u otra forma natural, mágica, de volver a nacer. Hay que nacer del agua (el bautismo) y del Espíritu, el nuevo hombre.

En idioma terrenal, incluidas las señales, no fue entendido por Nicodemo: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?  Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo”

Sabemos que Nicodemo creyó.

Ahora te toca a ti, ¿vas a creer?

EL versículo 14 y 15 sella la conversación con el visitante: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”

Ahí se nos adelanta la razón de su venida.

Tu hermano en Cristo

Roosevelt Jackson Altez

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